Flecha 10

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—Solo confía en mí —dije intentando transmitirle confianza a Darrell.

—Oh, ahora sí me tuteas, cuando menos quiero que lo hagas —contestó con el ceño fruncido. Sonreí.

—Darrell, soy una experta uniendo parejas, créame cuando le digo que esta técnica es la que mejor funciona.

—Por algo la usan siempre en las películas —masculló—. Sabes que se verá muy fingido eso, ¿no?

Abrí los ojos a tope, haciéndome la sorprendida.

—Señor Stone, ¿qué es eso? —pregunté mirando hacia el cielo detrás de él. En cuanto se giró luego de preguntarme a qué me refería, sonreí y usé todas mis fuerzas para tirarlo hacia la mujer que caminaba por ahí.

Darrell soltó una palabrota que no me atrevo a repetir, pero mis cálculos fallaron por, en vez de tropezarse con el cuerpo de la chica, Darrell cayó al suelo de bruces.

—Ough —susurré apretando las manos y dando saltitos en mis pies queriendo ir donde él, pero sin poderlo hacer porque nuestro objetivo se había acercado a ayudarle a mi víctima.

Me quedé alejada solo mirándolos mientras conversaban. Vi que, gracias a la caída, Darrell se había lastimado. No sé cómo era posible que estando... resucitada... a medias pudiese sentir el vacío tan grande en el estómago de arrepentimiento y algo parecido a la necesidad de ir a ayudarlo, pero ya Raquel lo estaba haciendo.

Al parecer Darrell sí tenía dotes de coqueteo, porque conversó con la chica por un buen rato, mientras yo fingía no conocerlo y me entretenía con las plantas del camino, siempre teniéndolo a la vista. Ambos llegaron a un momento en el que se sonreían y en el que Darrell sacó su teléfono y tecleó en él antes de despedirse y volver a mí.

Fingí una sonrisa grande hasta que la que él tenía, gracias a la interacción, no a mí, se borró para ser reemplazada por un ceño y una mala mirada.

—¡Qué mierda, Marié! —susurró mirándo su jean roto y su rodilla un tanto sangrante.

—De verdad lo siento, pretendía solo un tropiezo, no una caída —dije tomándolo del brazo para ayudarlo a sentar en una mesa cercana.

—Bueno, como que no pensaste muy bien que al estar distraído caería muy fácil. Mierda, Marié, tienes mucha fuerza.

—¿Suele decir muchas groserías? Eso no debería hacerlo, no se ve bien.

—Ah, ahora no vengas con tus mierdas —susurró, haciéndome sentir incluso peor.

Apreté los labios y me senté en silencio a su lado, conteniendo las lágrimas porque me sentía mal por la caída y por sus palabras, aun sabiendo que se encontraba enojado y adolorido.

Pasados unos minutos, Darrell al parecer se percató de mi silencio y de las lágrimas contenidas, porque suspiró y puso su mano en mi pierna.

—Lo siento, sí suelo decir groserías, también suelo ser tosco en algunas ocasiones, pero me hiciste caer, señorita, y no solo eso, hiciste que me rompiera el pantalón.

Lo miré.

—Intentaré pagárselo, lo prometo —susurré, pero él negó.

—No te estoy diciendo que lo pagues, no tienes dinero, además... eso no lo hace un caballero, ¿no?

Medio sonreí.

—Intentaré no hacerlo caer la próxima vez.

Él suspiró.

—Pues espero que no haya próxima vez. Ya tengo el número de Raquel, le hablaré más tarde para invitarla a salir.

Lo miré un poco.

¿Quién flechó a Cupido?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora