Darrell me dejó dinero, su computadora encendida y lista para una película, unas cuantas de sus prendas para que usara de pijama y un bote de helado, pero todo eso, incluso que se hubiera ido a su cita, no sacaba de mi cabeza el hecho del matrimonio de Emma y mi padre. Le daba vueltas a eso, repasaba casi cada recuerdo que tenía de ambos y solo llegué a una conclusión: siempre se habían gustado.
Y me daban aun más ganas de llorar al ser consciente de eso, así que ahogaba mis lágrimas en helado. Aproveché que estaba tan arriba en el edificio para correr el sofá —el cual me había dado cuenta de que estaba seco— hacia el ventanal para poder pensar con tranquilidad. Darrell me avisó que llegaría tarde, así que no me preocupé porque me encontrara aovillada en el sofá, con los pies sobre él y envuelta en una cobija, aunque el helado me congelara lo poco que lograba calentarme.
Mi padre contrató a Emma antes de la muerte de mi madre, pero gracias a lo poco que recordaba de mi infancia, sabía que papá siempre había sido indiferente a los deseos de Emma, y ella lo era a los deseos de papá. Había llevado una relación fría hasta que yo había cumplido, aproximadamente, diez años. Ahí recordaba que todo había cambiado. Siempre pensé que los regalos de papá a Emma se debían a agradecimiento, porque en persona siempre estaba haciendo algún comentario mordaz a la pobre de mi institutriz que en cuanto tenía oportunidad se los devolvía... tarde me di cuenta de que esa era su forma de coquetear a la vez que escondían sus sentimientos gracias al matrimonio —sin amor— de mi padre.
Recordé, más que nada, una vez, luego de mi presentación a sociedad. Estaba feliz, no tanto por poder aceptar a pretendientes, sino porque podía comenzar a moverme en sociedad, hacer más contactos y amistades de las que ya tenía. Había sido mi sueño y mi padre no había pensando al darme todo lo que había querido: un hermoso vestido, un sarao precioso que no tuve que compartir con otras chicas, pero al cual asistieron muchas personas de alta sociedad, la hermosa cena, mi baile con él... sin embargo, cuando terminó, cuando la emoción todavía corría por mis venas, pero no en el ambiente, iba emocionada hacia donde mi padre con una invitación a un baile, uno importantísimo, así que debía practicar mis pasos de baile, pero mis hermanos estaban muy ocupados como para ensayarlos conmigo, así que busqué a mi padre, aprovechando que estaba en casa y no en uno de sus viajes, para pedirle practicar. Él no solía negarse, por eso lo quería muchísimo, porque había sido un muy buen padre.
Ese día, con la emoción y mi conocida impertinencia, entré a su estudio sin llamar y allí estaba Emma. Conociendo ya algo del proceso para hacer bebés, podía decir que el sonrojo de ella y la separación abrupta de sus cuerpos cuando entré, significaba que había estado en un momento íntimo que yo, como buena chica joven emocionada por su entrada a la sociedad, había ignorado.
Pero mi padre ya estaba casado, así que eso solo significa que el hombre que había tenido como un pilar de fidelidad, no lo era en realidad. ¿Acaso eso significaba que también lo habría hecho con mamá? ¿Nos habría dejado por Emma? ¿Y ella qué? ¿Su cariño había sido fingido hasta cierto punto?
Y solo dos años después yo había muerto, a mis diecinueve.
—¿Qué haces aquí? —Salté en mi lugar antes de fijarme en mi postura. Bajé los pies de inmediato, cuadré mis hombros y espalda, y lo miré como si siempre hubiera estado así.
—¡Darrell! Pensaba que llegaría más tarde. ¿Cómo fue la cita?
Encendió las luces, permitiéndome ver el bonito suéter negro que se había puesto debajo de un abrigo algo largo. Todavía tenía la nariz roja por el frío y el cabello despeinado gracias al casco.
Ignoró mis ojos rojos al dejarse caer a mi lado. Para mi sorpresa, tomó mis piernas y las volvió a poner en el sofá, acomodándome de una forma parecida a la que estaba.
![](https://img.wattpad.com/cover/329622328-288-k445751.jpg)
ESTÁS LEYENDO
¿Quién flechó a Cupido?
FantasíaSe dice que después de la muerte nadie puede asegurar qué vendrá... Marié sí puede: si no crees en el amor, estás condenado a hacer de cupido hasta que te convenzas de que sí existe para alcanzar la bella eternidad. Después de todo, el paraíso es un...