7. Nunca tan vulnerable

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Bajo el veredicto del extranjero, Svar era una nación singular. Desde su geografía insólita, con sus despeñaderos y torrentes, hasta la actitud cizañera engravada en los huesos de los oriundos; con todo, habría una peculiaridad que, en una sociedad tendente a la evolución, resultaría controversial. Este pormenor simbolizó, para los diplomáticos de la era, una agitación directa a los cimientos de la paz.

Durante su tercer año de regencia, Anfisa inmiscuyó un edicto que sellaría un antes y un después en la historia de la Confederación Clásica.

... Me he postrado de rodillas, mi vista cansada y alma rota, y Él no ha respondido a mis llamados. Él eligió ignorar las súplicas de mi padre, los sollozos de mi madre y los temores de mi hermano. Él eligió abandonarme.

Dios ha muerto para mí.

Svar, en un acto calificado de «insolente», eligió separarse de Dios y su Iglesia.

Su Santidad Ludovic, el entonces Papa, una vez hubo repasado el contenido de la epístola, se mostró tan impactado que estuvo cerca de saludar a Dios en persona. La Confederación Clásica, integrada asimismo por Valhia y Czenob, suspendió sus relaciones con Svar.

¡Qué herejía! Años más tarde, cuando los tambores de guerra empezaron a retumbar en el Imperio, los clérigos atribuirían a la parca que jalaba a los svarianos de los tobillos obra de la furia de Dios. «¡Y prepárense!», bramaban en las misas de los reinos aledaños. «¡Lo peor aún está por venir, como dicen las escrituras! Svar contemplará el apocalipsis en primera fila». Los creyentes, así, bajaban la cabeza, atemorizados, y unían las manos en un rezo por los pecadores svarianos. ¡Dios no permitiera que les pasase lo mismo a ellos!

¡Qué absurdo! Sin importar el estatus social, los habitantes de Svar eran plenamente conscientes de quiénes eran los verdaderos responsables de la sangre derramada en la tierra. No era la furia de Dios, era la maldad del ser humano, una ambición que los perseguiría hasta la tumba.

Por supuesto, una nación, sobre todo una de costumbres más bien arcaicas, como le revelaría Lukyan a Nikolay después, no pasaría a ser laica de la noche a la mañana.

Los boyardos se habían arremolinado alrededor de la zarina. A los nobles, por alguna extraña razón, les gustaba sentir que eran más semejantes al Creador, y el ser despojados de ese privilegio era impensable. La familia Novikov había amenazado con irse a una huelga de hambre.

—Es una lástima. —Anfisa suspiró. Los anillos en sus dedos refulgían en contraste al terciopelo que envolvía el trono—. Ustedes fueron testigos del asesinato de la familia real, y, aun así, no entienden mi dolor.

—Su Majestad —Faddey Novikov, el abuelo y patriarca de la casa, manifestó en un tono afable—, claro que entendemos por lo que ha pasado, pero me parece que se está desquitando con quien no debe...

—Y a mí me parece —interrumpió Anfisa, su mirada recordaba al hielo, tenaz y desprovista de sentimientos— que pueden morirse de hambre. Los campesinos estarán más felices si les concedo sus palacios. Oh, pero me imagino que el honorable Faddey no querrá que unos «viles pobretones» pisen su residencia, ¿o me equivoco?

El honorable Faddey, junto al resto de su honorable clan, sopesaron sus opciones y comprobaron ser unos malos cristianos.

Los «viles pobretones», en cambio, demostraron ser más sensatos. Con la eliminación del diezmo, notaron más comida en la mesa. ¡Anfisa era una monarca perspicaz, malditos todos los que dudaron de ella! Los campesinos habían sido forzados a atender ceremonias extenuantes en un idioma que ni por asomo entendían¹. ¿Cómo podría alguien nutrirse de la palabra de Dios con tales barreras? Ese Dios, siendo francos, no era el suyo. Con el fin de establecerse como una nación reverenciada, Svar había tenido que someterse a las tradiciones de la Iglesia. En la actualidad, eran un Imperio poderoso, sino el más temido de todos, así que ¿por qué habrían de echar de menos a sinnúmero de vejestorios que se la pasaban hablando de cosas raras?

Soneto aguerridoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora