*Cap. 5*

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Cuando Miriam volvió con las canastas, una para cada una, yo ya estaba muy nerviosa.

-¿Por qué tienes la cara roja mi niña?-me dijo preocupada y a la vez intuyendo algo -¡ya, vamos pronto que se nos hace tarde! al regreso me pondré a cocinar así que vamos saliendo de una vez- dijo con su tono habitual de amabilidad y seriedad.

Entonces tomé la canasta, puse la carta ahí dentro y la tapé con el trapito tejido que cubriría lo que luego compráramos.

Salimos de casa y le pregunté a Miriam que cómo conocía ella la dirección del chofer y dijo que mi madre le hizo algunas breves preguntas y que de entre ellas está saber la dirección, ya que si ocurre algo se puede ir directamente a pedir explicaciones ahí, e ir con la policía claramente.

Me asusté por un segundo, si alguien nos hubiese visto conversando y luego hubieran ido con mi madre para contárselo, ¿eso se hubiese quedado en familia y me hubieran castigado de algún modo, o hubiera pagado Steve? Me estremecí de solo pensarlo y luego decidí volver al presente y recordar que era mediodía, que el sol resplandecía como si fuese primavera siendo que era otoño y hacía frío. Pero yo no tenía frío porque mi cara ardía y mi corazón latía tan rápido que todo mi cuerpo recibía la señal adrenalínica del amor. Bueno, no sé si es amor, pero se acerca mucho y siento cosas que jamás he podido sentir con Carl.


Llegamos a un barrio de casas pequeñas, antiguas y que se ubicaban una al lado de la otra, era como una gran edificio con muchas puertas, todo estaba hecho de madera y a pesar de que no olía mal si tenía un aspecto descuidado, no habían plantas ni mucho menos flores. Recordé algo que me había dicho mi hermana y era que la casa en la que se vive no refleja nada puesto que a veces la gente decide un hogar provisorio y ahorra para luego viajar por el mundo y que eso no lo podemos saber hasta conocer a esa persona. Ya sea viajar por el mundo o no, hay muchas razones por las que alguien podría vivir aquí y pensé que yo misma, de no ser por mis padres quizá dónde estaría viviendo que después de todo la casa es de ellos. 

La casa tiene el número 10 me dijo Miriam.

7...8...9...10. ¡La casa de Steve, madre mía! ¿Qué tan despeinada estaré?, el viento era bien fuerte en el camino hacia aquí.

Veo cómo Miriam está golpeando la puerta, aliso mi vestido rápidamente y miro mis zapatos en búsqueda de alguna mancha o algo. Escucho el crujir de la puerta y miro hacia ella.

¡Dios santo y la virgen de los ojos verdes! Abrió la puerta y se encontraba vestido solo con camiseta, de esas que no tienen mangas, con ellas puedes ver toda la extensión del brazo desde el hombro. Tenía una pulsera en la mano izquierda, la vi porque levantó ese brazo para cubrirse del sol que justo llegaba a su rostro. Miró primero a Miriam que era quien estaba más cerca de él y luego a mí. Quizá estaba recién despertando o solo se encandiló demasiado con el sol porque no pareció reconocernos, es decir, a Miriam no la conocía y a mí me vio de noche y no quiso mirarme a la cara, o si lo hizo fueron muy pocas veces así que supuse que su mente no lograba comprender quiénes éramos. Miriam iba a comenzar a hablar, seguramente para presentarnos, pero la detuve y le susurré "yo nos presento". -Pero señorita-me respondió susurrando, sin embargo dio unos pasos hacia atrás. 

Lo vi, más de cerca. Steve se encorvó levemente y el sol le llegaba al cabello desordenado y ya no a los ojos, sin embargo, la claridad del ambiente hizo que viese de una manera tan maravillosa ese verde de mis sueños.

No podría creerlo, estaba ahí. De pie frente a Steve ojos verdes viendo sus ojos. Viendo sus hermosos ojos verdes y pestañas gruesas, oscuras y muy pobladas. Ya quisiera yo algo así. Su cabello dorado al sol brillaba aún más que la primera vez que lo había visto en ese microsegundo en el que pasó a mi lado. Ahora no esquivaba la mirada, no podía porque no reconocía quien era.

Amor TransgresorWhere stories live. Discover now