*Cap. 2*

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        En pocos días, toda la ciudad se enteró que estaba comprometida. Mi padre era un comerciante muy famoso que en sus años de gloria había traído a todo el pueblo las telas más hermosas desde la india y oriente. Actualmente, por sus problemas de salud y malos negocios con algunos estafadores había perdido parte importante de su poder económico.

Quiero mucho a mis padres, los respeto y quiero lo mejor para mi familia. Sin embargo, es complejo no oponerse aunque sea internamente a un compromiso del cual nadie me consultó. 

Desde que nos presentaron con Carl no podía volver a salir de casa sin compañía, o era él o cualquier integrante de la familia o sirviente de mi hogar, con los cuales me había criado.

Además, ningún hombre soltero, que se hiciera llamar respetable, me miraría o me dirigiría la palabra a partir de aquella tarde del compromiso. Este era un código social del que me había enterado hace años.

Al pasar los días comencé a agobiarme más y más, era realmente agotador verlo cada tarde a lo que salía del trabajo. Ya el código de silencio no fue tan necesario como me lo había propuesto e imaginado en un comienzo, luego, realmente no hablábamos más que las típicas frases iniciales de cómo estás y qué haz hecho hoy.

Una noche les pedí a mis padres que invitaran a mis primas a pasar unas semanas conmigo e intenté convencerlos con la idea de que luego del matrimonio y cuando viviera con Carl en mi nuevo hogar sería mucho más difícil vernos.

Mi padre dijo que lo pensaría, tocó mi cabeza con cariño y se retiró. Mi madre se cruzó de brazos y me miró como sospechando algo.

Lo que al inicio era cierto luego se volvió una mentira, más que pasar tiempo con ellas antes del matrimonio, quería tenerlas conmigo para idear juntas una manera de buscar al chico de cabello claro y sucio. Con el que ya había soñado una vez.

Esa misma noche, volví a soñar con aquel chico. Otra vez no sabía de qué color serían sus ojos. Mi mente solo podría imaginarlo de lado o espalda, caminando por ahí. Lo cual me generaba solo más deseos por verle su rostro y saber de una vez qué había sido eso que mi cuerpo había sentido cuando nos cruzamos en la calle.

Ya ha pasado una semana más saliendo con Carl. A veces caminamos por el patio, nos sentamos en la terraza a tomar el té, caminamos del brazo por el muelle, vamos a comprar a una panadería algunos pasteles o solo nos sentamos en el living del hogar a conversar un poco.

La verdad es que prefiero salir de casa porque es más sencillo permanecer en silencio caminando por las calles y porque no pierdo la esperanza de ver al chico de cabello claro y sucio nuevamente.

Cuando estamos en casa, ya sea dentro o en el patio, aprovecho de hacerle preguntas sobre su infancia y sus proyectos o metas, porque una parte de mí sabe que es mucho más probable que termine casándome con él que cualquier otra cosa. Carl es amable y realmente joven, a pesar de la cantidad de experiencia que dice tener en el banco. Me dijo que los números se le dieron bien desde siempre y que un día visitó el edificio donde actualmente trabaja y se maravilló con el gran tamaño que tiene y se dijo a sí mismo que ahí trabajaría.

No me gusta. Siento que tampoco le gusto. Sonríe muy poco y yo solo por cortesía. ¿Será que alguien también lo está presionando? Quizá de forma indirecta. Quizá es todo este mundo bancario.

Cada noche pienso en mi hermana y divago entre los múltiples consejos que creo me hubiera dado si siguiera aquí. Una de sus frases sería que debo enamorar a mi futuro esposo y, de paso, permitirme enamorarme de él. Pero pienso en eso y siento que mi cuerpo grita ¡no!

No puedo descubrir qué siento, ni qué debería pensar o hacer, realmente necesito a mi primas, para contarles todo y que me den sus geniales consejos.

Una mañana mi padre me dice que mis primas vienen en camino y que dentro del día llegaría. Lo abracé y besé su mejilla. Mi padre se tomaba un café y yo un té de manzanilla y mi madre me dijo que esperaba que esto fuera una buena idea, que a pesar de hacer planes con ellas debía pasar tiempo con Carl.

Cuando mis primas llegaron me puse muy feliz. No resistía contarles mis sueños (porque ya habían sido varios) y lo que he vivido todo este tiempo con Carl, mi futuro esposo, así que de inmediato subimos al que sería su cuarto y mientras ordenaban todas las cosas que traían en sus maletas yo pensaba en que no había duda que disfrutaríamos cada día juntas.

La mayor de mis primas ideó una salida para celebrar la primera noche juntas, dijeron que ellas habían traído dinero y que me invitaban al teatro. Solo nosotras 3. 

Ella se hizo cargo de pedir permiso a mis padres y él les dijo que debíamos contratar a un chofer que nos llevara de ida y regreso del teatro.

Saltaba de felicidad mientras nos maquillábamos y perfumábamos. Me hacía muy feliz estar con ellas y poder comportarme como realmente era, una joven de 17 años que quería pasarlo bien y no pensar en bodas, casas ni hijos.

Les conté a mis primas que había un chico al que había visto una sola vez y que me hizo sentir muchas cosas. Les pregunté que qué creían que podía eso significar. Luego les dije que había soñado con él en muchas ocasiones. Que le alcancé a ver el cabello color miel y las pestañas negras y muy pobladas, que sentía que era todo un misterio el color de sus ojos y que por lo mismo en mis sueños nunca mostraba su cara.

Dijeron que algunos de sus días de visita iríamos a recorrer el pueblo juntas para buscarlo.

Mi padre solicitó un chofer y por haberlo hecho a última hora tuvieron que asignarle a alguien nuevo en el rubro. Le dijeron que era un joven de nombre Steve.

- ¡Ya niñas! ¿están listas? Bajen o llegarán tarde.- dijo mi madre desde el primer piso.

Bajamos corriendo por la escalera y nos detuvimos en seco al ver al chofer de pie al lado de mi madre. Estaba bien vestido, usaba sombrero negro y guantes blancos. Un traje negro con gris que le quedaba algo grande, posiblemente era prestado, pensé.

Miraba el piso y tenía las manos juntas a la altura de su cinturón. El sombrero tapaba el rostro.

-¡Aquí están las chicas! Por favor cuídelas muy bien, mi hija pronto se va a casar, tenga respeto. Y las de cabello negro son sus primas que han venido a visitarla por lo mismo, porque se va a casar-decía mi mamá muy orgullosamente.

Cuando mi madre terminó de hablar, Steve se presentó haciendo una reverencia muy leve. Se quitó el sombrero con la mano derecha sin dejar de mirar el suelo mientras la izquierda la llevaba finamente hacia su espalda.

- Buenas noches damas, mi nombre es Steve. Adelante, suban al carruaje- dijo. Estoy segura de que no solo yo quedé impresionada con su atractiva voz.

Cuando se erguía para volver a ponerse el sombrero y girarse para darnos la espalda fue que me di cuenta de su cabello dorado y desordenado. Era el joven con el que había soñado tantas veces, el mismo que me había hecho sentir tan extrañamente atraída con tan solo caminar por el lado mío por 1 segundo.

Mis ojos se abrieron emocionados y traté de disimular, creo que mi madre no se dio cuenta pero mis primas algo intuyeron. Mi corazón se aceleró como nunca antes en mi vida y mientras caminábamos hacia el carro tomé del brazo a mis primas y les dije rápidamente: -Es Steve con quien soñé tantas veces-.

Las dos me apretaron los brazos en reacción y nos comenzamos a reír en voz baja mientras subíamos.

No pude ver bien el color de sus ojos pero me prometí a mi misma descubrirlo, después de todo, estaría a nuestro servicio parte de la noche.

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Gracias por leer este capítulo, espero que lo hayas disfrutado.

Nos vemos en el siguiente.

Kathline está demasiado emocionada por esta casualidad tan conveniente, ahora deberá idearse la forma de saber más sobre él y sobre todo; poder ver sus ojos y ya pronto saber de qué color son. Es algo que no la ha dejado en paz.

























Amor TransgresorWhere stories live. Discover now