¿Esto es por lo que luchamos?

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Se podía respirar la emoción del público en el aire, eufórico que solo sabía rugir, y la tensión era palpable entre los luchadores. El ring en el centro, bajo esas luces intensas a las que no se podían mirar fijamente, iba a ser en cuestión de minutos un lugar de perdición. Las gradas temblaban bajo el peso de los gritos y aplausos, los rostros emocionados y ansiosos coreaban nombres; solo querían presenciar un buen espectáculo y llenarse los bolsillos. Se iniciaron las peleas y los luchadores subían al ring uno tras otro, donde los pasos resonaban en la lona ya manchada de sangre y sudor.

La multitud bramaba con entusiasmo, aclamando a sus favoritos y creando una atmósfera cargada de una energía descontrolada. Disloques de hombros y rodillas, así como alguna que otra costilla rota y contusiones en la cabeza era lo frecuente aquí. San se preparaba para su turno, con su corazón latiendo a mil por hora, que parecía que en cualquier momento se le iba a salir mientras avanzaba hacia el cuadrilátero. El foco de las luces se centraba en él, tenía su mirada firme y resuelta. Minho avanzaba también enérgicamente por el lado contrario.

Ambos subieron al ring con sus miradas fijas en el otro. La tensión entre ellos era algo evidente, cada uno llevaba consigo la determinación de vencer al contrario. Los músculos de San estaban tensos, su mente intentaba centrarse a duras penas en la pelea que se avecinaba, mientras que Minho parecía radiar confianza, pues su sonrisa llena de autosuficiencia le delataba. El pelinegro se ajustó mejor las vendas de sus manos y estiró su cuello. No habían empezado y ya sentía que sudaba por todas partes, y el calor que hacía en el sitio no ayudaba. El fuerte olor que habían dejado los demás luchadores entró en él cuando respiró hondo. La lona estaba hecha un asco, pensó.

—No espero que dures mucho, San —se burlaba mientras se apartaba el pelo de la cara.

La verdad era que el pelinegro estaba perdiendo la confianza en él, y le jodía pensar que posiblemente tuviera razón. Pero odiaba tanto a ese tipo que se dejaría los nudillos en su estúpida cara. Tenía demasiada rabia acumulada, y no solo era por Minho. Podía dejarse llevar por la ira, sin embargo, sabía que eso no le ayudaría en nada a vencerlo porque empezaría a dar golpes sin sentido alguno y a la larga eso le perjudicaría. La campana sonó, apenas hubo tiempo de reacción por parte de los aficionados porque los dos luchadores se lanzaron a una rapidez indescriptible el uno hacia el otro, intercambiando golpes muy precisos.

Los puños de San se movían con agilidad, lanzando jabs y ganchos con precisión milimétrica, mientras que Minho respondía con movimientos fluidos y esquivas elegantes. El pelinegro avanzó, lanzando un golpe rápido en dirección al rostro de su contrincante, pero este lo esquivó con un movimiento de cabeza y su cuerpo se inclinó hacia atrás en un arco grácil. Antes de que San pudiera reaccionar, el rubio contratacó con un gancho derecho que se estrelló contra su costado, conteniéndose un estallido de dolor. Gruñó y se sacudió ligeramente la cabeza mientras recuperaba el equilibrio, y a continuación lanzó un par de patadas bajas, intentando desestabilizar a Minho.

El rubio sonrió de lado y empezó a deslizarse lateralmente para evadir los golpes de San. Lanzó una patada alta en un movimiento fluido, pero el pelinegro consiguió bloquearla a tiempo, apartando la pesada pierna con su brazo. Desde este punto, la pelea se empezó a igualar, ya que San consiguió contraatacar con sus puños, los cuales parecían cortar el aire. Los gritos se hacían cada vez más fuertes, pero él se sentía cada vez más exhausto. Un golpe fallido al rostro del rubio, el cual bloqueó hábilmente con su antebrazo, hizo que un codazo se le incrustara en su abdomen.

Un dolor agudo se impregnó en esa zona, quemaba como el infierno, pero se obligó a mantenerse firme. Aunque sin esperarlo Minho giró su cuerpo rápidamente y con una patada baja consiguió golpear su pierna. Cayó de rodillas y se llevó una mano a su muslo, su expresión era tensa mientras luchaba por recuperar el aliento. Empezó a perder la poca concentración que tenía, los golpes y heridas abiertas de su cuerpo ya le estaban pasando factura, y de un momento a otro surgieron pensamientos divididos. La reciente discusión con Wooyoung entró como un huracán en su mente, sin previo aviso, aprovechando ese momento débil y vulnerable del pelinegro.

Claws and Bets | WoosanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora