Esto es saber apostar y ganar

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Hongdae estaba lleno de vida y energía. Los brillantes carteles destellaban en el aire nocturno de una forma única que solo sabía hacer aquel lugar. El bullicio de la multitud se mezclaba con la música de fondo que fluía de los bares. San se movía entre ella con una agilidad propia, su mirada inquieta observando los puestos de comida callejera que adornaban la calle, los cuales estaban iluminados por pequeñas luces que arrojaban ráfagas lumínicas sobre las delicias culinarias expuestas en sus mostradores. El aroma tentador de estos manjares flotaba en el aire, invitando a los transeúntes a probarlos llenándose así de sabor y tradición.

El pelinegro se detuvo frente a uno que ofrecía una variedad de opciones irresistibles, y sus ojos brillaron. El vendedor le recibió con una sonrisa amigable, pidió suficiente tteokbokki y pastel de pescado para dos personas e imaginaba el sabor de cada uno de ellos. Mientras esperaba a que preparasen su pedido, observaba a su alrededor, notando a grupos de amigos riendo juntos, disfrutando de la noche y parejas paseando, así como artistas de calle que entretenían a la gente con su música y actuaciones.

Cuando el hombre le entregó la bolsa con el pedido a San, este le agradeció y se alejó con una sonrisa satisfecha. Mientras se dirigía hacia donde había quedado con Wooyoung, saboreó anticipadamente cada bocado, pues el hambre que sentía justo en ese momento le superaba. La comida se mantenía aún caliente en sus manos, su fragancia se mezclaba con el ambiente.

Por otra parte, Wooyoung caminaba entre la gente con una sonrisa en los labios al percatase de que el mayor ya le estaba esperando. Su flequillo se ondeaba ligeramente con la brisa y sus manos se protegían de ella, escondidas en los bolsillos de sus pantalones.

—Habrás comprado tteokbokki ¿no? —soltó de manera amenazante cuando llegó.

—Pues claro —elevó un poco la bolsa—, eres súper pesado siempre. No sé cómo no te hartas de comerlo.

—Lo mismo por lo que no me harto de ti —puso la mano en su hombro, con una expresión fingida de seriedad—, los dos estáis buenos y picantes.

San sonrió dejando escapar un suspiro y ladeó la cabeza. Wooyoung le imitó, sacando la lengua hacia un lado mientras su amplia sonrisa deslumbraba en la noche.

—Cada día eres más romántico, ¿lo sabías?

Estando rodeados de la animada actividad de la zona, decidieron ir a sentarse a unas escaleras cercanas para poder disfrutar de la comida tranquilamente. Ambos estaban en silencio, escuchando las risas de los demás, sintiendo el aire fresco chocando en sus rostros y viendo a la multitud joven pasarlo bien. A pesar de eso, la cabeza de Wooyoung volvió a la conversación con su amigo acerca de su alternativa, recreando cada frase dicha por este: "son peligrosas", "hay algunos que han perdido la vida", "aunque fijo que el dinero que ofrece como recompensa cubriría toda tu deuda".

Hace apenas una hora que había escogido la vía fácil, más bien, la más segura. Sin embargo, no podía parar de pensar en si hacía lo correcto en no decirle nada acerca de aquellas peleas de alto riesgo. Volvía al mismo ciclo vicioso, ocultarle de nuevo información con tal de protegerlo. Cada bocado que daba le inquietaba más la sensación de "no saber qué cojones hacer". No quería mentirle, ya estaba bien de mentiras, pensaba. Pero, por otra parte, se decía a sí mismo que aquello no era una mentira, simplemente era una opción que no tiene por qué saber. No le engañaba con otra cosa al fin y al cabo, ¿no?

Sentía que siempre tenía que ser él quien estuviese entre las cuerdas constantemente, apretándole con fuerza hasta casi asfixiarlo. Siempre le tenían amenazado, cogido por los huevos, o simplemente tenía que estar en constante debate sobre qué es lo más acertado de llevar a cabo. Presentía que el pelinegro no pasaba por estos duelos, al menos no tan a menudo como él. Porque para empezar, a San cuando se le metía algo en la cabeza o simplemente le ocurría algo, no tenía problema alguno en decirlo, no pensaba tanto en cómo se lo tomaría Wooyoung, ya que confiaba demasiado en que ambos pudiesen llegar a una solución en común, a pesar de que muchas veces actuaba sin pensarlo dos veces.

Claws and Bets | WoosanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora