Capítulo 9

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"Sus palabras pesadas no pueden derribarme, chico he resucitado de entre los muertos"

(Radio, Lana Del Rey)


Lisa no podía evitar sentirse vertiginosa cada que cerraba los ojos y soñaba con las delgadas y sedosas piernas de la misma persona, despertaba sudada y mareada, su corazón desbordado y latiendo en culpabilidad.

Todo había iniciado desde la primera semana en la que Jennie había conseguido un trabajo en el local de comida de Kang Seulgi.

Jennie entonces se despertaba todos los días temprano para ordenar su casa y hacerse cargo de la limpieza, después se alistaba para el comienzo de sus jornadas laRoséles. Aunque Lisa insistió en llevarla hasta la ciudad en su automóvil, la omega se negó desde el primer segundo con la excusa de querer aprender a valerse por sí misma. A pesar de la negación inicial, la alfa con su necedad innata iba siempre a recogerla al final de sus jornadas para asegurarse de que la ciudad con sus peligros nocturnos no alteraran el regreso de la más chica.

Eso a Jennie no le había parecido porque sentía que desperdiciaba horas valiosas de la alfa, y aunque ella se hubiera negado, tenía que admitir que los viajes de regreso eran siempre más sosegados y le daban oportunidad para dormitar de vez en cuando, dependía de cuanto trabajo hubiera tenido ese día. Así que para deshacerse de esa sensación de estorbo cada que ingresaba al automóvil estacionado fuera del local, le propuso a la propietaria de la vivienda que podría hacer la limpieza para ella también.

Lisa se veía atareada cada vez más con la próxima apertura del viñedo a los turistas, y aunque velar por la seguridad de la menor que cargaba a su cachorro no era algo precisamente tedioso, sabía que no habría otra manera de hacer sentir útil a la omega.

Aproximadamente un mes después las cosas ya estaban cayendo en su lugar por sí mismas, la rutina se establecía y su relación ahora parecía menos tensa. Aunque Lisa no fuera una alfa de muchas palabras, estaba dispuesta a soportar las charlas unilaterales de Jennie, así como también sus atrevidos conciertos a todo pulmón cuando se encontraba de buen humor.

El primer trimestre del embarazo ya había quedado atrás, y a vísperas de empezar el segundo, el vientre de la omega ya empezaba a ser notorio. Era visible si ponías la suficiente atención por sobre sus camisas holgadas, y su pequeña "tripita" (como había sido apodada por Rosé y Nayeon) había empezado a asomarse. Las omegas visitaban, al menos, unas tres veces por semana la vivienda de Jennie para llevarle algún nuevo cotilleo o uno que otro regalo, o simplemente para comer algún desayuno juntas antes de que fuera tiempo para la menor de marchar a su trabajo.

El aumento de energía que experimentó Jennie a mitad del tercer mes fue gratificante, especialmente después de las semanas anteriores donde numerables veces consideró la opción de tenderse en el piso y derrumbarse ante la vida. Entre náuseas que tuvo que soportar, hasta mareos que la obligaban a permanecer quieta en algún sillón. Había sido espantoso pensar en los días antes de que Lisa y ella entablaran una amistad, si es que se le podía llamar así, pues en las mañanas su hambre y amor por un buen desayuno americano se veían conflictuadas por las terribles náuseas y el asco que algunas veces era intolerable.

Sin en cambio, y de acuerdo a sus consultas en Internet, los meses venideros eran conocidos como la luna de miel del embarazo, así que estaba dispuesta a aprovechar el tiempo para intentar ahorrar lo más que le fuera posible antes de que sus pies comenzaran a hincharse y las contracciones fueran insoportables. A Jennie realmente le gustaba entretenerse por las mañanas visitando a Lisa, aunque el motivo de su visita fuera siempre el aseo que ella misma había ofrecido, admitía que sentir la presencia de la alfa merodeando cerca era emocionante.

Kerosene | Jenlisa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora