Capítulo 10

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"Desde que mi bebé se marchó, ha sido el día más negro"
                    
(The Blackest Day, Lana Del Rey)

                    
La primavera había acabado finalmente, con el verano radiante y las vacaciones atrayendo turistas a la ciudad.
                    
El viñedo finalmente había abierto sus puertas a los turistas y con esto, el trabajo había incrementado para Lisa, quien diario se despertaba temprano a las seis de la mañana para empezar a recibir a los empleados y organizar la llegada de los visitantes. En los dos fines de semana que llevaba abierto el viñedo, ya habían incluso tenido eventos que con anterioridad clientes habían organizado.
                    
Jennie disfrutaba de la vista y del murmullo que la gente hacía desde su casa, a la distancia y tranquila. Le daba motivación para arreglar su jardín, al que por alguna extraña razón ya le había empezado a tomar cariño.
                    
Su corazón hacía que miles de descargas eléctricas corrieran a través de su cuerpo cuando pensaba en Lisa Manobal. Todo desde aquel día en la estación del metro, la omega no podía sacarse de la cabeza la repetición de la escena en que su atormentado cuerpo era tomado en brazos por la alfa. Se permitía tener ese tipo de pensamientos porque sabía que eran inocentes y que nunca saldrían de su cabeza, pero sobre todo porque ante la ausencia de la mayor su imaginación era tan libre como los pajaritos que cada mañana se reunían a tomar agua en las cubetas que les dejaba afuera.
                    
Su trabajo se había convertido en un gran pasatiempo más que una obligación, le gustaba la convivencia que tenía con la gente que ahí laburaba y el camino de ida y de regreso empezaba ahora a gustarle, más porque en verano era muy común ver todo el movimiento en la ciudad y la frescura de los árboles y las plantas.
                    
Rosé y Nayeon la visitaban todos los viernes ahora desde que había empezado a trabajar, sus agendas se habían vuelto un poco apretadas por el flujo de clientes en los respectivos negocios, aunque Rosé siempre lograba escaparse de su trabajo una hora antes para pasar por la cena y hacerle compañía a falta de Lisa quien, desde el viernes en la noche se encontraba trabajando.
                    
Su gusano cada vez apretaba más sus entrañas para hacerse espacio, y aunque le doliera o le molestara, al final eran buenas las siestas de extremo cansancio de las que despertaba completamente motivada y feliz. Los antojos que la atacaban a media noche eran tan peculiares que muchas veces no tenía manera de satisfacerlos con la comida en su refrigerador, así que se había estado armando de todas las galletas y distintas clases de mantequillas o mermeladas para acompañar sus antojos dulces y salados que eran los que solía tener regularmente.
                    
El incidente del metro fue algo que prefirió reservar para ella por evitarles un paro cardíaco a sus dos amigas quienes, muy seguramente, hubieran puesto el grito en el suelo y hubieran arremetido contra Lisa por haberla dejado ir sola, como si hubiera sido culpa suya o de alguien en específico. Además sabía que la capa gruesa de paciencia que poseía la alfa cada vez era más roída por las quisquillosas y algo altaneras omegas.
                    
Con Seulgi sin embargo las cosas habían sido diferentes, pues después de pensar que al día siguiente perdería su empleo por el arranque de Lisa en su cafetería, la joven jefa llegó para preguntarle preocupada qué era lo que había preocupado tanto a Lisa para hacerla reaccionar así. Jennie se disculpó en su nombre a lo que Kang indicó que estaba ciertamente acostumbrada, y que era algo que esperaría de la alfa mayor. Parecía que por algún motivo se conocían, aunque lo desconocía.
                    
Jennie le explicó omitiendo algunos detalles, pero para Seulgi fue suficiente como para obligar a Wendy a acompañarla diario hasta la estación del metro en los días en que Lisa no estuviera disponible para ir a recogerla por el trabajo. En los fines de semana, cuando su jornada era matutina y no vespertina, el riesgo de sufrir un ataque era menor aunque no imposible, por lo que se quedó tranquila cuando Wendy empezó a ir para hacerle compañía. Pronto, ella y Seulgi se habían vuelto grandes amigas.             
                  
Le resultaba fácil convivir con ellas, pues eran de su edad a diferencia de las señora que impartían su taller y a las que ayudaba. Aunque su cariño y consejos no significaban menos, para ella eran grandes amigas de todas maneras, algo intrometidas e imprudentes, pero amigas. Además de todo, parecía ser que las alfas conocían a las dos parejas que la habían ayudado a integrarse a su nueva vida con tanto apoyo, y aquello era un gran tema de conversación en momentos en los que la charla escaseaba.

Kerosene | Jenlisa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora