Lo que se oculta bajo la piel (2ª parte)

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Akron retrocedió asustado y se golpeó contra el cabezal de la cama. Seth se levantó con una expresión extraña en su rostro, apenas podía reconocer en él a la persona que tenía delante hace un momento.

Algo no iba bien.

—Tu sangre... —balbuceó el bárbaro. Se llevó un dedo a los labios, todavía manchados por el líquido carmesí. Se contempló los dedos, parecía tan sorprendido como él—. ¿Qué eres? —inquirió.

Akron negó con la cabeza, no sabía a qué se refería.

—Tu sangre es diferente —exclamó.

Akron quiso escapar, se escurrió por el lateral pero Seth le sujetó del brazo y con una fuerza que parecía imposible, le lanzó de nuevo al lecho.

—¡Suéltame! —pidió el joven e hizo todo lo que pudo para liberarse de la presa pero unos dedos, que parecían garras de acero, se habían afianzado a su antebrazo.

—Tu sangre es diferente a la de los otros, nunca había probado nada igual —murmuró. Parecía poseído por una fuerza extraña, ya no le cabía la menos duda de lo que tenía frente a él ya no era el mismo Seth. El desconocido cogió la daga de nuevo pero esta vez no se limitó a hacer un corte superficial, en esta ocasión, cogió su muñeca e hizo un tajo profundo.

Akron aulló de dolor cuando la sangre empezó a manar a borbotones pero ni una gota cayó en el suelo. Seth  borró con la lengua el sendero que se escurría hacia su codo y acopló los labios a la herida abierta. Y tragó, y tragó con un ansia voraz.

«¡No! ¡Es demasiada!», quiso protestar pero fue incapaz de decir nada con sentido al ver la transformación que estaba sufriendo su amante.

Su melena, que había sido oscura como el azabache, se tornaba del color de las llamas. Sus ojos acentuaban el tono rojizo. Las manos que atrapaban su brazo se habían transformado en garras de largas uñas de color negro. Y de su frente... de su frente habían salido dos cuernos que se dirigía hacia atrás y se enroscaban sobre sí mismos en una espiral.

«¡Es la sangre!», pensó Akron, dudando que Dafnis se hubiera olvidado de revelarle algo así. «¡Es por mi sangre!»

Pero no era lo único que había cambiado en él. Toda la mitad inferior de sus piernas estaba cubierta de un pelo negro y tupido como el de un animal y sus pies terminaban en pezuñas.

—¿P-pan? —balbuceó. La semejanza con el dios griego resultaba evidente.

Seth le ignoró, siguió a lo suyo solo que lo suyo era la vida de Akron. El joven empezaba a encontrarse mareado, las fuerzas le fallaban.

—Basta —murmuró. Pero si Seth le escuchó le ignoró de nuevo. Golpeó con todas sus fuerzas el rostro del dios. En esa ocasión recibió un gruñido y la mirada colérica de unos ojos ciegos.

—Necesito tu sangre —gruñó con ira contenida—. He esperado algo así durante años. No puedo dejarlo escapar ahora. Es todo lo que necesito.

—Pero... me matarás —balbuceó.

Era una petición absurda. Qué importaba la vida de un esclavo. Su domine le haría pagar el precio, puede que tuviera alguna consecuencia menor pero a nadie le importaría realmente.

—Lo siento —le pareció distinguir que decía en un tono tan bajo, que no fue capaz de discernir si había sido un fruto de su imaginación.

«¡Aguanta!». La voz de su hermano acudió desde sus recuerdos. Aguantar sí, pero cómo.

«Sangre y deseo son los ingredientes de los que nace la vida», había dicho el bárbaro justo antes de comenzar con la locura. « Tu sangre es todo lo que necesito», acababa de decir.

En la Sangre [Barreras de Sal y Sangre -I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora