Parte 3: Adicción

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Izan era todo lo que quería en esta vida, y él lo estaba echando a perder.

Los sentimientos cambiaron por completo.

Esa conexión se desvaneció, esas miradas no significaban nada, mi ilusión se la llevó el mar y sus olas. Hasta lo más profundo.

Lo único que quedaba fue una adicción.
Una extraña necesidad de estar con él.

Se convirtió en una droga para mi, no la quería en mi vida, pero a la vez no podía dejar ir.

Querido lector.

¿Por qué tuvo que hacerme eso? ¿Por qué?
¿Qué hice mal? Solo le quise con toda mi alma, daría la vida por él...

Nadie más iba a quererme como lo hizo él. Jamás tendría algo como lo que tuve con Izan. Mi felicidad acabaría ahí.

Por lo tanto, no.
No podía dejarle ir. Definitivamente no.

Decidí no quejarme, y seguí, como si nada hubiese pasado.
Guardándome todo el dolor y sufrimiento dentro de mi ser. A pesar de que Esther me lo negase rotundamente, yo no podía hacer nada. No podía pensar en una vida sin Izan.

En clase, todos mis amigos me preguntaban sobre aquel mensaje que Izan retwitteó. Mi amiga Luna, fue una de las primeras en hacerlo.

— Raúl, esto... ¿viste el...? – "Dijo bastante preocupada"

— Luna. – "Dije frunciendo mis labios"

— ¿Dime? – "Se extrañó"

— Dé, jame, EN- PAZ. ¿ENTIENDES?, EN PAZ. – Por un momento no me reconocía, pero necesitaba que ese recuerdo se esfumase de mi vida. Actuaba como si nada me hubiese pasado, cuando por dentro estaba roto.

A pesar de las formas, Luna me entendió, sabía que algo raro estaba pasando. Luna era un ser de luz... sigo sin entender cómo pude hablarle así, sin importarme sus sentimientos, cuando su único propósito era ayudarme.

A lo largo de esas semanas, solo recibía los siguientes comentarios.

"Es un cabrón, Raúl, sal de ahí."

"No entiendo como puedes estar con semejante trozo de mugre"

"Raúl estas ciego"

Sí, estaba ciego, ciego de obsesión.
No valía nada si el no estaba a mi lado. Volvería a ser el chico inseguro, solitario, sin ilusión.

Un muerto viviente.

Semanas después.

Izan y yo seguíamos viéndonos, seguía siendo mi novio, también mi universo.

Para él no había ocurrido nada, todo estaba como siempre.
Yo, disimulaba el dolor tras una sonrisa.

He de decir que Izan me hacía feliz, todos esos momentos a su lado fueron reales, me sentía único en su vida, aunque por dentro supiese que había alguien más. El amor que sentía, lo sentía de verdad, pero se juntaba la obsesión con el amor. No sabía quererle, y él a mi tampoco.

— "Me voy Izan, mi padre ya viene a recogerme" – "Dije corriendo, no podía tardar mucho, mi padre estaba al llegar"

— "Vale, Chiquitín, Te quiero, no lo olvides eh. Te noto algo más triste, puedes contarme lo que necesites, ¿Recuerdas? "– "Alzó los ojos y los puso en blanco"

— "Si, tranquilo, no es nada."

Cada vez que decía eso estaba engañándome, pero lo peor es que él actuaba como si nada, como si no supiese lo que pasó esa noche con el otro chico.

Él era el que me estaba engañando.
Yo solo estaba escondiendo el sufrimiento, para que nada cambiase. Pero, yo no estaba bien, me estaba consumiendo.

Al llegar, quedé con Esther.
Le conté todo, que había vuelto a quedar con él. Esther no soltó ni una palabra.

Me miró a los ojos, y agachó la cabeza. Se le veía triste.

— "Raúl, ¿Sabes que?" – "Parecía seria"

— "D-Dime." – "Estaba nervioso"

— "Dependes de él, muchísimo." – "Fue muy clara y precisa."

No sabía que decir, pero no esperaba menos de Esther. Ella me conocía como nadie.

— "Raúl. Nadie puede saber por ti. Nadie puede crecer por ti. Nadie puede buscar por ti. Nadie puede hacer por ti lo que tú mismo tienes que hacer. La existencia no admite representantes." – "Dijo Esther".

Me quedé sin palabras. Esther se acercó y me dio un abrazo.

Uno de esos abrazos de Esther. No sabéis lo reconfortantes que eran. Mucho más que los de Izan. Ella era transparente, directa, y si te abrazaba o mostraba alguna muestra de cariño hacía ti, tenías un privilegio.

Cuando acabó ese abrazo eterno, en el que solté todas las lágrimas que aguanté durante mucho tiempo, me dijo lo siguiente.

— "Prométeme que hablarás con él. No puedes seguir así." – "Esther iba totalmente en serio."

Me costó, pero cedí.

— "De acuerdo, Esther, gracias..." – "Rompí a llorar mientras decía ese gracias".

Esther siempre estaba ahí.

Al día siguiente, hablé con Izan.

Izan se sentó en mi cama, yo no tenía muchas fuerzas, todas ellas las tomó prestadas mi corazón. Estaba latiendo muy rápido.

— "Raúl, ¿Pasa algo?" – "Empezó a ponerse nervioso"

— "Izan, yo..., vi el mensaje que retwitteaste." – "Fui tan directo, no parecía yo. Es como si las palabras de Esther me hubiesen cambiado, de forma radical"

— "R-aúl..." – "Se quedó paralizado"

Aproveché.
Demasiado bien.

— "¿Sabes como me he sentido, Izan? Me he sentido, ME HE SENTIDO IMBÉCIL. TODO ESTO ME LO HE GUARDADO, Y HE AGUANTADO COMENTARIOS DE TODOS MIS COMPAÑEROS DICIENDOME QUE NO SABÍAN POR QUÉ SEGUÍA CONTIGO. HE ESTADO MESES OCULTÁNDOLO... Me-Meses..."

Ahí me vine abajo, mi corazón se iba a salir de mi pecho.
Aun así, seguí.

— "Me he sentido diminuto, reemplazable, una autentica MIERDA. Y me he estado callando todo esto Izan. TODO. TODO IZAN, TODO... todo..." - "Rompí a llorar, como si fuese un niño pequeño, se me caía el mundo."

Izan no pudo hablar, solo me miraba y estaba destrozado, sus ojos no mentían.

Estaba arrepentido.

Al terminar me dio un abrazo, no pude evitar no quitarme, necesitaba uno de ellos.
Me miró llorando y temblando, me dijo lo siguiente.

— "He sido un completo inútil, no te merezco, lo siento. Dame otra oportunidad. – "Estaba tan mal, jamás lo vi así."


No pude evitar dársela.


Cuando todo se calmó, nos despedimos.
Jurándonos lealtad.
Me juró que jamás haría algo así.

Mi ilusión volvió por completo cuando se despidió con ese beso.
Esta vez si.
Fue un beso en la nariz.

Como el que quise darle el primer día,
en aquel parque.

Donde todo empezó.

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200 PULSACIONESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora