2.

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De todo el tiempo que llevabamos juntos, él jamás me había invitado a su casa, al menos no estando sus padres.
Mi novio conocía a prácticamente toda mi familia e incluso había estado presente en fiestas y viajes familiares, sin embargo, yo sólo conocía a sus padres de vista y con suerte había intercambiado una que otra palabra con ellos.
Así que ahora nos encontrabamos en mi habitación, discutiendo sobre ello.

—Me parece extraño— le dije.

—¿A que te refieres?— murmuró.

—Tú conoces hasta lo más íntimo de mí y yo con suerte le he dicho hola a tus padres— reproché.

Él suspiró y desvió su mirada —Mis padres no son lo más íntimo que tengo.

Bufé y reí sarcastica. —Invitame a tu casa a estar con ellos entonces... a cenar o algo.

Mi novio sacudió su cabeza para acomodar su cabello y una vez más suspiró.

—Si te doy esa cena... ¿vas a dejar el tema de lado?— volvió su vista a mí.

—No prometo nada— dije sinceramente, estando aún más curiosa del porqué no quería alguna interacción más entre sus padres y yo.

Admitía que quizás estaba siendo caprichosa, pero sentía que estaba en todo mi derecho. Conocer y compartir con su familia era algo importante para mí, tan importante como lo fue para él en algún momento. Mi novio era el más berrinchudo entre los dos y yo siempre era la que le cumplía cada capricho. Es más, él también me exigió conocer a mis padres cuando llevabamos algún tiempo de manera oficial.

—Bueno, mañana estarán los dos en casa, les diré que te invité a cenar— murmuró tomando su celular y comenzando a textear rapidamente.

Estuvo raro todo el día. Como nunca, no quiso quedarse en mi casa y se marchó antes de la cena. Luego me mandó un texto donde me indicaba la hora de la reunión y me dijo que estaba tan cansado que se iría a la cama y no tomaría el telefono hasta mañana. Mis dudas aumentaron y casi no dormí de lo ansiosa que estaba.

Al otro día en la tarde, me presenté en su casa y quien me recibió fue él. Me besó y me abrazó de manera prolongada.

—Disculpa— me dijo y ni siquiera tuvo que decir más porque yo ya sabía a qué se refería.
Le acaricié las mejillas y asentí.

Pasamos al comedor y la cena ya estaba servida, más simplemente sólo habían dos platos en la mesa. Mis suegros, sentados a cada extremo de la mesa, ambos en cada cabecera, tenían en frente sus computadores, a mi suegra le acompañaba una ensalada y a mi suegro un simple café. Mi novio no me miró y se procedió a sentar, así que yo también lo hice, quedando ambos frente a frente.

—Buenas noches, señora y señor— murmuré algo avergonzada y bastante incómoda.

—Querida es un gusto tenerte aquí— respondió la madre de mi novio sin despegar la vista de su celular.

—Así es, ya era hora que mi hijo te trajera— esta vez habló el padre de mi novio, tomando su café y sonriendome por dos cortos segundos, para volver su vista al ordenador.

Miré la deliciosa cena frente a mí y supe de inmediato que quien la había preparado había sido mi novio, porque era mi platillo favorito, fue allí cuando levanté mi vista y lo vi mirandome con sus ojos caídos y una mueca triste. Entonces lo entendí.
Entendí por qué no quiso invitarme antes, entendí por qué le encantaba estar conmigo y mi familia y también entendí la razón de muchos de sus problemas personales.

—Espero que disfrutes lo que te hice— murmuró —, es tu favorito.

Sonreí y asentí, dandole una probada a la pasta —Está delicioso.

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