Me tiré de espalda a la cama y respiré agitada. Miré a mi novio hacer lo mismo que yo pero él se acostó de estomágo, ladeó su cabeza a un lado y me miró, sonriendo.
Estiré mi mano y le acaricié la mejilla, luego suspiré y me senté en la cama para ponerme su camiseta e irme al baño.Lo amaba mucho, de verdad, pero el sexo se había vuelto monótono y un poco aburrido. Yo sabía que él se daba cuenta de que algo me pasaba pero nunca tenía la valentía de confrontarme. Así que, no me quedó más opción que hacerlo yo.
-Necesitamos hablar- le dije, parada frente a él con los brazos cruzados.
-¿Qué ocurre?- tartamudeó, irguiéndose en la cama.
-Necesito... nuevos aires- suspiré-. Estoy algo aburrida de cómo van las cosas.
Pude notar cómo trabaga con dificultad y asentía con la cabeza, mirando sus manos y luego suspirando.
-Está bien... Yo... Me hubiese gustado que durase más- suspiró nuevamente-. Supongo que no fui suficiente, pero está bien. Respeto tu decisión.
Lo miré extrañada.
-¿Qué?
-Si quieres terminar, está bien... Aunque me costará recuperarme de esto, mierda- rió sin gracia.
-Dios, eres más estúpido de lo que pensé- cerré mis ojos y luego lo tomé de las mejillas-. ¡¿Quién quiere terminar?! Yo sólo quiero que se acabe el aburrido sexo que tenemos.
-Ah, era eso- dijo, aliviado.
-Ush- busqué en su clóset una corbata y me acerqué a él-. Ya vas a ver a qué me refiero.
Amarré ambas manos al fierro de su cama ante su mirada curiosa pero sorprendida. Me senté sobre sus caderas y comencé a tocar sus pezones, él se removió al segundo de sentir mi tacto.
-No... Sabes que son muy sensibles, no los toques así- se quejó, serio.
-Calla- bufé, acercando mi lengua a su pezón izquierdo y comenzando a lamer en círculos.
-No- susurró, mientras gemidos agudos, no antes escuchados, salían de sus labios.
Sonreí y mordí levemente. Separé mi boca y mirandolo a los ojos masajeé sus pezones, tirando de la punta, frotando rapidamente, dandole palmaditas y así. Él se quejaba y gemía como loco, evadiendo mi mirada, pero su polla no mentía. Parada, dura y húmeda.
-Basta, ya no sigas- gimió, pero no le hice caso-. Por favor, para. Yo... ¡no!
Paré mis movimientos cuando lo escuché sollozar y lagrimas grusas no dejaban de salir de sus ojos. Mordí mi labio preocupada y con movimientos torpes me bajé de su regazo y liberé sus muñecas. Al segundo se tapó la cara con un brazo y siguió sollozando.
-¿Q-qué ocurre? ¿Por qué tú... por qué estás-?- no podía hablar de la culpa que sentía-. ¿Qué pasa? Dime, por favor.
-Yo...- bajó su mirada a su entrepierna y yo la seguí, dandome cuenta-. ¡Es tu culpa!
Me quedé congelada y luego me eché a reír como nunca.
-¡Carajo! ¿De dónde sacaste tanto semen? Joder, pensé que había metido la pata- me acerqué a su corrida que yacía en su vientre y sonreí-. Y sólo por estimular tus pezones.
-Cállate- bufó enojado-. Parezco un maldito virgen precoz corriéndome tan rápido.
Mordí mi labio, esta vez con malicia, y antes de que intentara sentarse de vuelta, abrí sus piernas y las tiré hacia su pecho la más que pude, dejando su culo ante mi cara y, claramente, su bendito ano rosado frente a mí.
-Que envidia, es más bonito que el mío.
-¡¿Q-qué diablos haces?! Quita, maldita pervertida, eso no se usa- bufó.
-¿Cómo que no? ¿No eras tú el que hace un mes quería metermelo por detrás?- me burlé.
-Ya, pero es diferente... Tú no tienes nada que meterme por ahí- dijo, haciendose el listo.
-¿No?
Con mis dos dedos pulgares me acerqué al borde de su entrada trasera y estiré, con ganas de ver si se abría un poco. Su gemido ahogado me incitó a seguir. Dejé salir un poco de mi saliba y lentamente un hilo de esta bajo de mi boca hasta su ano, haciendolo respingar. Con mi dedo indice froté y presioné una y otra vez. ¿Funcionaba igual que un coño? Habría que ver.
Dudosa pero intrigada acerqué mi lengua y comencé a lamer.-¡No!
No sabía a nada, así que seguí lamiendo como si de un coño se tratara. Intenté meter mi lengua tratando de estirar su ano con mis dedos para ver si me dejaba lugar, pero era tan apretado. Entonces sólo pude lamerlo, con lenguetazos largos y lentos, de arriba a abajo, o cortos pero rápidos, aún con intenciones de que dejara entrar mi lengua. Sus gemidos eran mucho más altos que cuando jugue con sus pezones, así que seguí chupando sin importar que al tratar de cerrar sus pieras encerraba mi cabeza aún más cerca de su culo. Mierda, me sentí realmente mojada. Cuando sus gemidos fueron más cortos y con más frecuencia traté de succionar y lamer lo más rápido posible, hasta que los sollozos nuevamente me hicieron detenerme e ir a ver qué ocurría.
-Bueno, ¿otra vez llorando?- suspiré, luego sonreí al ver aún más semen, pero esta vez en su pecho, cerca de su cuello.
-Te odio- susurró.
Le di una palmada en el culo y acerqué mi mano a su vientre, esparciendo todo su semen por su pecho y caderas, llevandolo a su cuello, subiendo por este y terminando en su cara, donde metí dos de mis dedos cubiertos de su escencia. Él chupó con sus ojos cerrados y yo sonreí.
-Y sin tocartela- susurré-. Me pregunto si un dedo puede entrarte por ahí atrás, estaba demasiado apretado.
-Ni lo pienses- dijo, pero luego me sonrió.