Habían pasado meses desde que mi... mejor amigo y yo nos acostamos por primera vez. Y habían pasado sólo semanas desde que probamos el famoso Pegging. Y, honestamente, pensaba seriamente en ir a un psicólogo ya que no me había podido calentar otra vez con el sexo normal.
Así que, aquí estaba, con mi amigo, sentados uno al lado del otro, él manejando y yo de co-piloto.—Deja de mirarme tanto, me vas a gastar— bromeó, pero yo no pude reír.
—Cállate— murmuré, mordiendo mi uña.
—¿Qué te pasa?— preguntó, estacionando el auto a un lado de la carretera.
Era un día festivo por lo que a esta hora, diez de la noche, no circulaban muchos autos por las calles.
—Nada, sólo estoy algo frustrada— respondí, suspirando.
—Ah, no te han cogido, ¿eh?— me codeó, bromeando.
—Ni siquiera es eso, carajo— me froté la sien—. He intentado venirme pero simplemente... no me caliento.
Me miró en silencio, con sus labios en línea.
—Perdón que te diga esto, linda, pero es casi imposible que no te calientes. Eres la mujer más ninfómana que conozco— lo miré con los ojos cerrados y le di un zape en la cabeza—. ¡Era broma!
—Tu broma no me hace gracia... Todo es tu culpa.
Fruncí el ceño y le pellizqué un pezón.
—Pero si no he hecho nada.
—Quisiste que te cogiera con ese pene de goma que te regaló tu ex... ¡Desde ese día me he hechado a perder!
Puso una mano en su mentón, fingiendo pensar, luego sonrió.
—Adivina quién tiene a Pedrito en el asiento de atrás— canturró.
—¿Quién mierda es Pedrito?— bufé, viendo como se inclinaba hacia el asiento trasero y sacaba el arnés de aquella vez de una bolsa—. ¿Qué carajos?
Se lo quité de las manos y lo escondí en mi regazo, mirando por la ventanilla del coche, viendo que ninguna persona o auto los estuviera viendo. Él rodó los ojos y se cruzó de brazos con una leve sonrisa.
—¿Por qué tienes esto aquí, idiota?— él sólo se encogió de hombros.
—Puedes usarlo con alguien más, te pones insoportable cuando no has follado— bostezó, poniendo la llave en el carro, con intenciones de encenderlo.
Pero yo fui más rápida y le quité el llavero, metiendolo en mi escote. Me miró confundido y yo sólo pude sonreír.
—Bueno, lo usaré.
Me subí sobre sus piernas y desabroché el cinturón de seguridad. Abrí la puerta e hice que ambos salieramos del carro, para luego empujarlo hasta los asientos traseros. Antes de entrar también, me puse el arnés por sobre mis pantalones y luego trepé sobre su cuerpo acostado.
—N-no pretendía que lo usaras conmigo... Me entendiste mal— susurró.
Saqué mi lengua y comencé a lamer el lóbulo de su oreja, para luego bajar por su yugular y dar una leve mordida.
—A-ah— gimió bajito—. No, yo, he estado conociendo a alguien y...
Pensé en parar luego de aquella confesión pero al ver el bulto en sus pantalones, deicidí seguir. Pasé mis manos desde su vientre hasta sus pectorales, apretandolos.
—Por favor— susurro, con sus labios abiertos pegados a los míos, entremezclando nuestras respiraciones.
—Sólo esta vez y ya— ronroneé, pasando mis pulgares por sus pezones erizados—. Sé bueno y dejame cogerte una última vez.