Prólogo

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Otro viernes. Otra fiesta, alcohol, música, gente sudando...

Estaba en la fiesta más hablada de todo el mes. La gente fue a beber, bailar y a pasárselo bien. Después de este fin de semana sería nuestra última semana de colegio y eso había que celebrarlo.

Aprovechaba cualquier ocasión para salir de fiesta y aunque no se celebrara nada, todos los viernes eran para disfrutar.

Estaba en el medio del salón de alguien- no conocía al que había organizado la fiesta- mirando a todas partes buscando a alguna chica con la quien liarme.

- Hey, Dan. Vete a por algo que beber, te veo muy parado- me dijo Luke.

Mi nombre es Daniel, pero no me gusta, así que cuando conozco a alguien nuevo, lo primero que hago es decirle:

- Llámame Dan.

Luke era mi mejor amigo. Rubio, ojos azules y un piercing en el labio inferior. Nos conocíamos de toda la vida.

Fui a la barra tambaleándome mientras empujaba a gente sudorosa que se cruzaba por mi camino. Solo llevaba veinte minutos en la casa y me había tomado doce bebidas alcohólicas diferentes.

- Un calimocho- pedí al camarero al que contrataron. Fue a prepararlo y me lo entregó.

Volví a dónde estaba Luke, pero a él se le veía un poco entretenido. Se estaba liando con una rubia con muy buen cuerpo. Ya le preguntaría al día siguiente. Sonreí y empecé a bailar con una chica borracha. Se pegaba mucho a mí y se movía muy bien. La música terminó, me bebí de un trago el calimocho y la subí al piso de arriba. Entré en una habitación- que me imaginé que era la de invitados- y la tumbé en una de las camas.

Me desnudé y la desnudé a ella. Me puse un condón que saqué de mi bolsillo y empezamos a hacer cosas no aptas para menores.

No era la clase de tío que se aprovechaba de las chicas borrachas, pero en ese momento no pensaba con claridad. Ya me arrepentiría a la mañana siguiente. Mientras bailábamos se restregaba contra mi bragueta y no aguantaba más.

La puerta se abrió y paré de hacer en lo que estaba concentrado. Maldije mentalmente a la persona que nos había interrumpido y al no escuchar la puerta cerrarse, me giré a ver quién era.

En el marco de la puerta estaba apoyada una chica que me imaginé que estaba borracha.

- Te unes o nos dejas terminar lo que estábamos haciendo- espeté arrastrando las palabras, se dio la vuelta y empezó a vomitar en el medio del pasillo, confirmando que estaba borracha.

Me levanté de un salto y me dirigí a la puerta sin importarme estar desnudo.

- La gente normal suele ir al baño a echar la pota- le dije y me di la vuelta para cerrar la puerta.

- Gilipollas- la escuché decir antes de dar un portazo y seguir con lo mío. El pedo que llevaba antes casi había desaparecido.

Me tumbé encima de la tía y seguí con mi movimiento mientras ella clavaba sus uñas en mi espalda.

(...)

Desperté con dolor de espalda y un dolor de cabeza inmenso. Abrí los ojos del todo y miré dónde estaba dormido. Tenía a una chica durmiendo en mis piernas y mi cabeza estaba apoyada en el estómago de un tío. Esperad... ¿Un tío? Me levanté de golpe y me insulté a mí mismo por hacerlo. ¡Me iba a reventar la cabeza!

Me prometí que no volvería a beber, pero era una promesa que yo sabía que no la iba a cumplir. Era divertido beber y te lo pasabas mucho mejor, lo malo era la mañana siguiente.

Lo último que me acordaba de la noche anterior era que me tiré a una tía con muy buenas tetas y... nada más.

En ese momento necesitaba urgentemente un vaso de agua y aire. Fui a la cocina y busqué en todos los armarios hasta encontrar los vasos. Llené uno de agua y me lo bebí de un trago, y después de ese, otros dos más.

Busqué a Luke por toda la casa: baños, habitaciones, sala, jardín... No lo encontré, así que decidí salir a tomar un poco de aire. Me apoyé en el muro de la casa y me dejé caer hasta el suelo. Llevé las rodillas a mi pecho y con los codos apoyados en ellas me sujeté la cabeza. Una ráfaga de aire me golpeó débilmente y el sol me daba de pleno, haciéndome hiciera sudar.

Mi vista estaba puesta en la acera, con la mente en blanco. Si pensaba en algo me dolía la cabeza.

Una chica pasó arrastrando los pies enfrente mío. Lo único que vi fueron sus Converse blancas y sus morenas piernas.

(...)

Veinte minutos después, llegaba a casa esperando a escuchar a mi madre con alguno de sus discursos. Los dos sabíamos que no iba a dejar de ir de fiesta y lo tenía asumido, pero se empeñaba a hacerme cambiar de idea.

Abrí la puerta y me dirigí a las escaleras. Mi madre apareció apoyada en el marco de la puerta y la miré de reojo.

- Sé que tienes 18 años- empezó el discurso mientras seguía caminando-, pero no puedes pasarte todos los fin de semanas de fiesta. Al final los vecinos van a pensar que soy una mala madre y tú salud al final se va a ver perjudicada.

Pasé de ella y subí a mi habitación. Me tumbé en la cama y saqué mi móvil para enviarle un mensaje a Luke de que me llamase cuando despertara. Dejé el móvil en la mesilla y me quedé dormido. Iba a dormir hasta el lunes. Mi última semana de colegio.

DANIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora