Capítulo 14.

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Me llevé el pescado con ayuda del tenedor a la boca y en cuanto mi paladar notó el sabor hice una mueca.
Mi madre me amenazó con la mirada y de reojo vi a Misho aguantar una sonrisa.

—¿Qué pasa, Margarita? —Dejó el tenedor sobre la mesa y me miró después de haber rodado los ojos.
—Nada.. —Cogí un tomate que decoraba el plato y lo miré antes de meterlo en mi boca aguantando la respiración.

Mientras lo masticaba noté como mi madre se dirigía a Misho, el cual tragó saliva. Después ella volvió a girarse hacia mí.

—Leonardo era diferente. —Cogió su tenedor como si nada y se metió un poco de ensalada en la boca.
—Mamá. —Alcé la voz y dejé el tenedor sobre la mesa levantando la cabeza, borrando aquel momento gracioso.
—Solo digo las cosas cómo son. No parecía que acaba de salir de un callejón. —Noté como alzaba las cejas sin mirarme y apreté los labios.

Empujé la silla hacia atrás haciendo que chillara contra el suelo. Mis tacones sonaron en el parqués y miré a Misho indicándole que se levantara.

—No entiendo por qué eres así sin pensar en lo mucho que me ha ayudado, pero claro —alcé los brazos mientras ella se mantenía de espaldas—, a ti solo te importa lo que opinen tus amigas de tu hija y lo que hace con su vida privada. —Remarqué la última palabra y cogí mi abrigo antes de abrir la puerta.

Salí junto con él búlgaro de la casa mientras ambos subíamos al coche, él decidió conducir.
En cuanto salimos de allí no quise mirarle, estaría probablemente sin ganas de nada.

Noté su mano posarse en mi muslo haciendo que mi piel tomara calor. Le miré apenada mientras él mantenía la mirada en la carretera con una leve sonrisa.

El camino hacia mi casa fue en completo silencio. Aunque al llegar y entrar en el piso, abracé a Misho envolviendo mis brazos en su torso. En la entrada de la casa, nada más llegar.

Ya me lo esperaba, no pasa nada. —Acarició mi pelo con sus dedos. Me separé para mirarle y negué con la cabeza.
—No tienes porqué esperarlo, Mihail. —Me quité los tacones mientras él sus mocasines.

Entré en el baño quitándome los restos de maquillaje y recogiéndome el pelo como de costumbre en una trenza. Busqué un pijama cómodo en los cajones y volví al salón con el búlgaro.

Él estaba tumbado mirando el teléfono. Eran las nueve de la noche ya que no habíamos pasado mucho tiempo en casa de mis padres.
En cuanto notó que estaba allí se giró a mirarme abriendo sus brazos. Me tumbé a su lado y dejé un beso en sus labios haciendo que él lo devolviera.

Esbocé una sonrisa y le miré perdiéndome en sus ojos azules y en la tinta que decoraba su cuerpo.
Me levanté del sofá y bostecé cansada, Misho se levantó y ambos fuimos a la cama después de haber apagado las luces.

Me tapé hasta arriba mientras que él búlgaro se quitaba la camiseta acalorado y solo se dejaba sus pantalones de pijama.

—Parece que toda tu vida has vivido en el Polo Norte.. —Susurró mirando como me envolvía en las sábanas.
Rodé los ojos y sonreí.
—Muy gracioso, Mihail. —Apagó las luces y se tumbó a mi lado mientras yo me envolvía con su cuerpo.

...

Me senté en la encimera y miré a Misho preparar dos cafés. Pasé un mechón de pelo suelto por detrás de la oreja y en cuanto el búlgaro notó mi presencia se giró plantando un beso en mis labios.

—¿Te apetece y damos una vuelta por Barcelona? —Le pregunté cogiendo la taza de café y dándole un sorbo, en cuanto asintió bajé de la encimera de un pequeño salto.

Opuestos || Misho AmoliDonde viven las historias. Descúbrelo ahora