Capítulo 15.

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Julio había pasado rápido y por fin era agosto. No había hablado demasiado con Misho ya que lo de hablar por teléfono no era lo nuestro, pero sabía que había vuelto de Valencia, Vigo, y Tenerife.

Miré por la ventana del AVE al notar como iba viendo los edificios con más claridad. Esbocé una sonrisa y continué leyendo el libro que tenía en manos.

En cuanto frenamos y las puertas se abrieron, cogí mi maleta y salí de la estación dirigiéndome a la parada de taxi. Me subí en uno de ellos y les di la dirección mientras revisaba el teléfono por última vez.

—¡Gracias! —Le dejé al taxista el dinero justo y me bajé.

Rebusqué en el bolso las llaves y en cuanto las tuve, giré la cerradura del portal para coger el ascensor.
Pulsé el botón y después de quince segundos las puertas volvieron a abrirse.

Toqué repetidas veces la puerta blanca y en cuanto noté como la cerradura se desbloqueaba me apoyé en la pared.
Esbocé una sonrisa en cuanto vi al búlgaro y le miré de arriba a abajo.

—¿Qué haces aquí? —Me preguntó acercándose para abrazarme, levantándome levemente del suelo.
—Un finde semana en Madrid no le viene mal a nadie.. —Planté un beso en sus labios y pasé adentro con la maleta.

Me crucé de brazos y le miré con una sonrisa pícara de arriba a abajo.

Qué morenazo. —me llevé las manos a la cintura y Misho soltó una risa para acercarse de nuevo a mí y besarme— Aunque estás más rojo que moreno.. —Solté una risa en cuanto se separó.

Dejé la maleta en su habitación y simplemente la dejé abierta. No hay ni un solo hueco en su armario.
Me dirigí a la cocina y apoyé las manos en la encimera admirando al búlgaro cocinar un wok.

Me incliné hacia delante y apoyé mi moflete en la palma de mi mano mientras el codo se mantenía apoyado en la encimera.

—¿Qué miras? —Me preguntó con una sonrisa removiendo los salteados de verduras.
Apreté los labios y me encogí de hombros sin dejar de mirarle.

Cuando sirvió la comida en los platos me acerqué a la estantería para sacar dos vasos y del cajón los cubiertos.
Nos sentamos en los taburetes y empezamos a comer.

—¿Solo te quedas un finde? —Me preguntó y yo asentí con lentitud.
—Pero me voy el lunes por la tarde. —Le miré y le di un sorbo a mi vaso de agua.

Continuamos comiendo y en cuanto terminamos recogimos todo, entré en la ducha.
Aunque al salir y ponerme mi ropa interior y buscar en mi maleta mi pijama, me di cuenta de que no lo había traído.

—Misho. —le llamé y vino a la habitación mirándome de arriba a abajo— Déjame algo para dormir, aunque sea una camisa.
Asintió con rapidez y de su armario sacó una camisa. Era la segunda que había sacado en su tienda.

Esbocé una sonrisa y me la puse con rapidez al notar lo suelta que me quedaba. Me miró sonriente y apretó los labios asintiendo para después volver al salón.

De mi neceser saqué el cepillo de dientes y par de cosas más. Me desenredé el pelo y lo dejé suelto esperando a que se secase. También me retiré restos de maquillaje que la ducha no había podido quitar.

Salí de nuevo al salón y Mierdón se puso debajo de mis pies remolcándose, solté una risa y lo cogí en brazos dejando besos en su cabeza.
Me senté en el sofá al lado de Misho mientras él me sonreía inconscientemente.

Misho también entró en la ducha y debo admitir que tardó incluso más que yo. Me dediqué a esperar dándole mimos al perrito.

En cuanto salió vestido se acercó a mí plantando un beso en mis labios.

Opuestos || Misho AmoliDonde viven las historias. Descúbrelo ahora