Capítulo 3

261 27 1
                                    

El caballo se detuvo por unos momentos llamándome la atención, por lo que me limpie las lagrimas de mis ojos para mirar a mi alrededor.

Estaba en un gran campo de agave, cosa que me sorprendió un poco pues me imaginaba un paisaje más grotesco como el infierno o más lúgubre como un cementerio.

Pero no, era un simple campo de agave como el que veía y jugaba de niña, solo que era más grande que se extendía por todo el prado hasta la lejanía donde se veía una casa.

Me quedé admirando el lugar hipnotizada mientras el caballo avanzaba esta vez más lento, hasta que mire el aro de fuego que se estaba cerrando lentamente.

Miré al charro que parecía estar más concentrado en el camino más que otra cosa, era mi oportunidad.

Con cuidado me libere del agarre del charro, respire hondo y salté del caballo, cayendo de pie sintiendo una punzada en las piernas.

Ni siquiera me di tiempo para recuperarme cuando corrí hacia el aro que se estaba cerrando -¡Ey! ¡¿A dondé vas?!- escuche al charro gritar con molestia y burla, eso solo hizo que corriera más rápido pero sentí como algo sujetaba mi pierna haciéndome caer de cara contra el piso.

Solté un quejido para mirar mi pierna, un látigo la estaba amarrada, busqué el origen y cuando lo vi me apresure a quitarlo, pues el látigo era del charro que me estaba jalando hacia él.

Me aferraba con fuerza a la tierra para evitar que el charro me arrastrará hacia él a la vez que trataba de quitar el látigo de mi pierna aunque eso me provocara raspones en mi cuerpo.

Cuando me pude liberar volvi a correr lejos de él charro, esta vez de manera más torpe y descuidada debido a las heridas que tenía en todo mi cuerpo y sobretodo las piernas.

Estaba tan concentrada en correr al aro al igual que mi corazón opacada cualquier ruido que no escuchaba el galope del caballo acercandose a mi, hasta que era demasiado tarde.

-Te tengo- dijo el charro sujetándome de la cintura para elevarme hasta subirme de nuevo al caballo -Si que eres escurridiza- se burló el charro mientras me alejaba del aro que era casi imposible que llegara, por lo que con mis pocas fuerzas traté de zafarme del charro pero para evitar eso me amarró con su látigo las piernas, los brazos y hasta la boca, trayendo me como un ladrón del viejo oeste por lo que no tenía escapatoria, el látigo me apretaba con cada forcejeo que hacía

Así que solo me quedo ver de lejos por encima del hombro del charro el aro de fuego, mi única escapatoria, desapareciendo entre la tierra de una manera muy lenta y desesperanzador de que pudiera huir de ahí

Estaba cansada...

Cansada de todo...

Ni siquiera sabía que pasaba o el Porqué...

Solo sabía que no podía escapar del Charro Negro por un trato desconocido que yo ni ninguno de mi familia había hecho...

.

.

.

Mi cuerpo estaba adolorido y tembloroso

Solo quería dormir

Quizás con suerte despertaría de esta pesadilla en los brazos de mis padres y no en los del charro

Mis ojos empezaron a sentirse pesados y empeoraba al ser mecida por el cabalgar del caballo, era tan tranquilo y silencioso.

Parecía que el charro lo notó pues escuché una carcajada del charro -¿Te cansaste de huir princesa?- preguntó con burla acercándome más a él en un abrazo.

El charro comenzó a silbar en una tonada relajante haciendo que me empezara a quedar dormida.

Todo se oscureció y mi cuerpo se relajó, sentía como el látigo aflojaba su agarre haciéndome sentir más cómoda al igual que el calor que emanaba el charro, todo eso hacía que el sueño me abrazara.

Antes de perderme en el sueño suplique despertar en mi cama a lado de mi familia y que todo esto fuera una pesadilla.

.

.

.

.

.

Sentí una gran suavidad y calidez como una dulce nube cálida abrazándome, me envolví en las sábanas para acurrucarme más en las almohadas sin querer despertarme o si quiera moverme de la cama.

Pero aún así mis ojos comenzaron a abrir lentamente observando la habitación, con júbilo pues esa habitación era mía, tenía todas mis cosas justo en el mismo lugar que las dejé, las sábanas eran las mismas, las almohadas, todo era igual, lo que significaba que todo ese asunto del Charro Negro fue una pesadilla.

Me levanté feliz de la cama estirándome en el proceso, abrí mi clóset para revisar qué ropa me pondré...

Pero había algo raro...

Esta no era mi ropa...

Si bien era de mi talla, no era mi ropa...

No recordaba haber comprado tantos vestidos y faldas

Además que parecían de distinta época por la tela y estilo

Me acerqué temerosa al espejo que había y casi soltaba un grito por lo visto

Mi alegría se había desvanecido demasiado rápido al ver mi cuerpo

Estaba vendado en las rodillas, tobillo, codos y en mi rostro, al igual que también seguía esa horrorosa marca negra que cubría casi todo mi lado izquierdo.

Desesperada me acerque a la ventana esperando mirar mi pueblo...

Pero vi a ese maldito campo de agave extendiéndose hasta el horizonte

Negué con la cabeza con una mueca de terror y frustración

No estaba en casa sino que aún estaba con esa pesadilla del Charro Negro y seguía atrapada en este infierno.

-No, no, no, no, no, ¡No!- grité desesperada dando vueltas en la habitación pensando en formas de cómo huir de aquí, ignorando todo a mi alrededor hasta sentir una mano tomando mi hombro, haciendo que soltara un grito y alejándome.

Para ver al charro con una mueca de molestia cubriéndose un oído -Dios, ¿siempre eres tan ruidosa?- se quejó molesto haciendo que me calmara y me ofendiera un poco por eso.

-Pues tú no eres el que fue secuestrado sin explicación- respondí molesta poniendo mis manos en mi cintura haciendo que el charro riera un poco -No fuiste secuestrada, solo pagué la deuda de tu familia- respondió con burla cruzado de brazos.

Eso me enojó aún más mirándolo con incredulidad -Oh perdone pero el término secuestro es llevarse a una persona en contra de su voluntad- dije con molestia y el charro solo respondió con una carcajada, lo que hizo mi sangre hervir hasta ponerme roja de la ira.

-Mira niña- el charro me dio un pellizco en la nariz a lo que yo frunci el ceño sobandome la nariz -No me importa si te secuestre o no, solo me importa cobrar la deuda que tu familia a cargado por generaciones, donde te ofrecieron a cambio- dijo con burla mientras se acercaba intimidante haciéndome retroceder hasta estar acorralada contra la pared -Así que no te secuestre solo cobre y ahora eres mi esposa- el charro tomó mi mano con fuerza sin ningún cuidado y mostrarme ambas manos donde la mía tenía la marca enrollada en mi dedo anular mientras que el charro tenía un anillo de oro.

En ese momento algunos hilos se conectaron y otros se soltaron, pero caí en cuenta de que no había escapatoria, pues yo era el pago de una deuda desconocida para mi.

Yo era la esposa del Charro Negro desde mi nacimiento...

Era mi destino...

Un cruel destino que no deseaba...

Un cruel destino del que no había escapatoria...

Princesa de mi corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora