Después de unos momentos de llorar sin siquiera saber el porqué, parecía que mis lágrimas se habían secado, así que solo me pase la mano por mi rostro para tratar de limpiar mis lágrimas.
Cuando escuché como tocaban la puerta, eso me hizo sentir un gran miedo de que fuera el charro, así que me cubrí con las cobijas esperando que solo entrara y se fuera.
Pero algo raro pasó, no sentí esa presencia aterradora y demoníaca del charro, entonces me asomé con cierto miedo, no vi al charro, si no a una mujer de más o menos la edad de mi madre, tenía una bandeja en sus manos la cual tenía comida y una jarra de metal junto con su vaso.
Con dificultad me senté en la cama y me quedé mirando a la señora, era como los trabajadores, muñecos vacíos como si no tuviera alma.
-¿Disculpe?- pregunté estirando mi mano hacia la mujer hasta tocar su hombro, cosa que la hizo reaccionar, vi un brillo en sus ojos, cosa que me hizo sonreír pero esa sonrisa se desvaneció cuando ella me vio con terror, su mirada recorrió desde mi mejilla hasta mi mano, fijando su mirada en la marca que formaba un anillo.
Conocía esa mirada, me tenía miedo o mejor dicho, le tenía miedo al Charro Negro, mi esposo para mi desgracia.
-No tiene de qué preocuparse- dije algo nerviosa y traté de tomarla de la mejilla pero eso solo la asustó más que se alejó de mí con tanta rapidez que se tropezó y tiró todo al suelo haciendo un gran estruendo que me hizo cubrir los oídos.
Al ver de nuevo a la señora la vi más asustada y recogiendo todo con una gran velocidad, sentí lástima por ella así que me bajé con dificultad de la cama, pues aún me dolía la espalda pero al menos era soportable, la ayudé en lo que pude pero parecía que era el fuego pues se alejaba apenas me acercaba.
Al final no pude hacer nada, ella solo recogió todo, se despidió inclinándose antes de irse corriendo fuera de la habitación, dejándome sola… de nuevo.
Mi aburrimiento crecía al igual que mi soledad en esa habitación deprimentemente nostálgica, por lo que caminé un poco por ella hasta la puerta pero no se abría, ¿por qué no me sorprende?.
La espalda me mataba, cada movimiento que hacía parecía que me clavaba agujas, apenas alcancé a sentarme en el sillón que estaba en la ventana.
La abrí para sentir el aire fresco aunque el estar tan cerca me hacía sentir mareada, el pulso se me aceleraba, el aire se cortó y se me dificultaba respirar. Rápido me alejé un poco para calmarme, no me habia pasado antes, podía subirme a los tejados sin sentir ni un poco de nervios y ahora el solo acercarme a una ventana para abrirla me daba miedo, todo por culpa de ese puto charro.
Suspiré molesta para sentarme lejos de la ventana con los brazos cruzados, miré hacia el paisaje algo frustrada pero ya no eran las ventanas simples en las que podía escapar, ahora estaban rodeadas por rosales que cubrían lo suficiente para que nadie pasara por ahí.
-Mendigo charro- murmuré acercando mi mano para tocar una rosa, escuché la puerta abrirse de nuevo causando que retirara mi mano con fuerza y me cortara las espinas, me queje del ardor mientras veía la herida con cuidado para revisar que que fuera pequeña.
-¿No puedo dejarte sola sin que te lastimes?- escuche esa voz burlona junto con una risa baja, sentí un escalofrío de odio y temor, no me atrevía a mirarlo solo apreté los puños de la frustración y a darle la espalda para mirar el campo de agave que se extendía a lo lejos, al menos hasta que sentí como un lado del sillón se hundía, sabía que estaba a mi lado pero aún así no lo mire, solo me encogí en mi lugar, odiaba ese sentimiento de temor hacia él, sentí las lágrimas salir de nuevo, lo odiaba, lo odiaba, lo odiaba demasiado.
Escuché un suspiro y solo me preparé para una burla o algo por el estilo pero solo sentí un pequeño golpe en la pierna que me hizo voltear un poco, la mano del charro estaba frente a mi, la mire por un rato hasta que acerque un poco mi mano lastimada.
El charro la revisó con cuidado antes de que tomara algo de la mesa de a lado y lo vendara, me asomé curiosa, había una bandeja con muchos medicamentos y vendajes quizás lo había traído -Lo iba a traer una sirvienta, pero tal parece que algo en esta habitación las aterra- dijo el charro de nuevo con ese tono burlón, cosa que me hizo dejar de mirar la bandeja y mirarlo con el ceño fruncido -Quizás ese algo sea esto- le presumí mi brazo con la marca negra y el charro sonrió
-Probablemente, digo eres la esposa del patrón
-Ah, así que ahora soy tú esposa-
-Ciertamente- dijo encogiéndose de hombros antes de acercarse -¿Por qué? ¿Algún problema, esposa mía?-.
Ese tono burlón y condescendiente jamás desaparecía cosa que avivó esa sonrisa de molestia en mi rostro.
-Quizás el hecho que no quería casarme y menos contigo
-Perdón pero eso reclamale a tus ancestros-
-¿Por qué? ¿Por comprometerme con un maltratador de esposas?
-¿Y eso de dónde viene?- preguntó entrecerrando los ojos, parecía una víbora de cascabel apunto de atacar pero eso no me importó, de hecho volvió mi sonrisa a un rostro de víctima con demasiado drama.
-No sé, quizás mi columna rota te diga algo- dije con demasiado drama que tuve que aguantarme la risa, al igual que el charro.
-Eso no habría pasado si no hubieras saltado
-Pues no hubiera saltado si no me hubieras secuestrado
-Yo te avisé, no es mi culpa que no hubieras recordado- finalizó con una sonrisa de victoria haciéndome gruñir y resoplar le en el rostro
-Mugre charro avaricioso- le insulté con una sonrisa y acercándome más.
-Niña mimada.
Aquella discusión fue tan acalorada que en algún punto pude sentir su respiración en mi rostro y viceversa.
Ambos nos miramos a los ojos fijamente por unos momentos, ya no tenía ese brillo rojo infierno en los ojos que me hacía temblar, ahora parecía un café intenso como el de un humano ordinario.
Nuestras narices se tocaban al igual que podía sentir su barba rozando mi barbilla, por impulso abrí un poco la boca para tratar de responderle el insulto y seguir, pero una sensación me hizo cerrarla de nuevo.
Un ardor en mis mejillas comenzó a aparecer, sin saber por qué mi corazón comenzó a latir con fuerza como cuando le tenía miedo pero esta vez no sentía ganas de llorar y huir.
Los pensamientos comenzaron a abrumarme, solo escuchaba los latidos de mi corazón al igual que mi respiración.
-Estás roja- susurró el charro tocando mi mejilla, cosa que me hizo alejarme un poco pero el charro me atrajo de vuelta -¿Estás enojada?- él se acercó más -¿O quizás es algo más?-.
Y entonces mi cuerpo actuó solo…
El rostro del charro estaba volteado junto con su mejilla roja, mi mano temblando cerca de mi.
Lo había golpeado…
Él me miró con esa mirada, roja y brillante que me dió un escalofrío, me abrumó demasiado, no me entendía ni mis acciones ni lo que sentía, eso me frustraba demasiado que me sujete con fuerza del cabello mientras mi vista se nublaba por las lágrimas y mi cuerpo temblaba.
Al ver algo negro acercandose a mi y sentí una calidez en mi cuerpo y corazón, eso me aterró demasiado.
No sabía que me pasaba…
Yo…
Solo pude huir.
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Princesa de mi corazón
Teen FictionEn la época del Porfiriato, hubo un hombre que le vio la cara al mismísimo Charro Negro. O al menos eso pensó En la actualidad una chica que no era muy creyente de las leyendas pero aun así nunca había tratado o jugado con eso. Asique lo que le paso...