Capítulo 5

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Han pasado unos cuantos días desde que estoy encerrada con el charro y en ningún momento salía de la casa o me dejaba salir, siempre estaba encerrada como un pájaro encerrado en su jaula, por lo menos mi jaula era enorme.

Distintas habitaciones que ni siquiera podía recordar para qué era cada una ni en donde estaban, a veces ni siquiera sabía dónde estaba mi recámara y dormía en un sofá o una habitación con una superficie cómoda.

Por lo que siempre estaba vagando de un lado a otro tratando de aprender las ubicaciones.

Y hoy no era diferente, estaba buscando la sala para descansar un rato de tanto caminar, enredándome y perdiéndome en esa gran finca, cuando un ruido de fuera llamó mi atención.

Caminé hacia el sonido de fuera para asomarme por la ventana del segundo piso, haciendo que mis ojos se abrieran de la sorpresa al ver ese campo de agave que siempre estaba solo.

Excepto hoy…

Había trabajadores cosechando los agaves…

Eran personas…

No demonios…

Ni espíritus o algo parecido

¡Eran personas! ¡Humanos!

Mi rostro se iluminó con esperanza y felicidad, ¡podrían ayudarme a escapar!.

Me incliné hasta tener la mitad de mi cuerpo fuera de la ventana y empezar a mover mis brazos y pies por la emoción -¡Hey! ¡Oigan!- grité con fuerza tratando de llamar la atención de alguno de los trabajadores.

Pero ninguno me hacía caso o escuchaba, sólo seguían trabajando ignorándome por completo, comenzando a frustrarme.

Así que me incliné aún más casi estando afuera de la ventana -¡Hey! ¡Ayúdenme! ¡Saquenme de aquí!- comencé a gritar con todas mis fuerzas esperando que me escucharán pero de nuevo ni siquiera voltearon, se quedaron inmóviles sin escuchar mis gritos, sólo seguían trabajando hipnotizados.

Me empezaba a enojar que mi rostro se ponía rojo y cerré los puños con fuerza antes de tomar aire y gritar aún más fuerte -¡Hey, sordos! ¡Ayúdenme a escapar de ese maldito charro de quinta!- grité ya enojada y frustrada que ni siquiera noté cuando mi cuerpo se resbaló por la ventana haciéndome caer.

Cerré los ojos de impulso y poniendo mis manos como un reflejo para cubrir mi rostro, sintiendo el frío piso rozando mi nariz, esperé el impacto al igual que el dolor, pero en vez de eso, sentí algo cálido pero a la vez frío rodeando mi cuerpo, se sentía como una serpiente enrollándose por todo mi cuerpo con fuerza.

-Vaya, ¿tan rápido intentas suicidarte?- escuché de manera burlona la voz del charro y eso hizo que abriera los ojos y volteara, notando al charro sujetándome con fuerza para evitar que me cayera -¿O creías que cayéndote esos inútiles te ayudarían a escapar de un charro de quinta?-

Escuchar eso hizo que me quedara helada, volteé a ver a los trabajadores con cierta desesperación y al verlos con detalle entendí todo.

Ese miedo de ni siquiera querer alzar la mirada y fingir que no pasaba nada, significaba que si me habían escuchado pero el charro estaba presente y tanto ellos como yo sabíamos que no había que desobedecer al Charro Negro si querían seguir vivos.

Un dolor insoportable en todo mi cuerpo me hizo salir de mi trance de terror, mire a todo mi cuerpo con desesperación buscando el motivo del dolor.

Y lo encontré…

El charro me estaba apretando como una boa a su presa…

Traté de liberarme pero parecía que entre más me movía, más se apretaba su agarre

-Dime…¿Una muerte dañaría tu cordura?- preguntó el charro pensativo mientras apretaba con fuerza mi cuerpo, haciéndome sentir un fuerte dolor y el cómo el aire me empezaba a faltar, al igual que un gran miedo y desesperación -Yo creo que no, ¿Verdad?- dijo con burla al verme así de aterrada, empecé a golpear el cuerpo del charro en busca de escapar para sobrevivir y mirar a los trabajadores en busca de ayuda.

Pero ninguno siquiera volteaba para vernos, solo se concentraban en su trabajo con miedo a que les pasará lo mismo que a mí me estaba pasando.

Seguí luchando con mis fuerzas a pesar de que empezaba a ver borroso y de repente escuché un crujido fuerte antes de que todo se pusiera negro sin poder sentir nada más.

Ahí me di cuenta de que había muerto…

Todo era oscuro y pacífico, al grado de ser aterrador hasta cierto punto, parecía que me iba a librar al fin del charro cuando sentía como me jalaban hacia abajo.

Miré a mis piernas que eran consumidas por la oscuridad como un por de látigos de fuego.

Traté de liberarme usando mis manos para quitarlas pero mis muñecas también fueron atadas causándome un gran dolor y desesperación.

Trataba de gritar, de quitarme los látigos pero simplemente no podía.

Después de unos momentos de desesperación y forcejeo, la oscuridad me consumió con mi último gritó de auxilio.

Desperté de golpe, agitada, llena de sudor frío y sintiendo mi corazón zumbante en mis oídos con fuerza.

Me toqué el pecho confundida y agitada, tenía pulso…

Pero, ¿Cómo?...

De verdad sentía que me había muerto y ahora tenía pulso y todo se había sentido como una horrible pesadilla.

Miré a mi alrededor en busca de respuestas, para notar que estaba en mi habitación, todo estaba exactamente como antes, salvo por una figura negra durmiendo en una de esas sillas mecedoras y con ese gran sombrero de charro cubriéndose el rostro.

Gruñí levemente, apretando con fuerza las sábanas, él era el culpable de esa pesadilla y no se iba a quedar así.

Me levanté de la cama con brusquedad e intenciones de acercarme al charro, de no ser porque me caí apenas puse un pie en el suelo, causando un estruendo que hizo al charro elevar su sombrero para verme con molestia por haberlo despertado de su sueño.

—Aún con la columna rota sigues haciendo ruido— dijo molesto mientras se levantaba y me ayudaba a volver a la cama con mi cara de confusión —¡¿Cómo que la columna rota?!— exclamé con enojo y terror.

Toque mi espalda alterada, sintiendo un vendaje alrededor de todo mi cuerpo —Entonces no fue un sueño— murmuré asustada, pasando mis manos por todo el vendaje en una especie de trance.

No podía creer que seguía viva después de esa dolorosa y aterradora muerte, estaba tan confundida que mi cabeza dolía de pensar una lógica a eso y de nuevo la risa del charro resonó en mi cabeza haciendo que lo mirara con molestia.

—¿Por qué te ríes, baboso?— pregunté molesta, estaba tan cansada e irritada de pensar en volver a la vida, que ni siquiera me importo insultar le —De lo frágil que son los humanos— dijo tranquilo pasando su mano por mi columna de manera lenta —Aplicando un poco de mi fuerza fue suficiente para destrozar todos tus huesos de la columna y unos cuantos de las costillas—.

Las manos del charro eran frías y asperas, parecía que me estaban pasando un ladrillo por la espalda con la intención de arrancarme la piel, gracias al vendaje que eso no sucedía, solo era una horrible sensación que me paralizó por el miedo de que volviera a romperme la columna.

Al final mi cuerpo no soporto más la incomodidad y miedo, haciendo que lo empujara lejos de mi, sin tener la valentía de mirarlo, solo miraba a las sábanas, abrazando mi cuerpo con fuerza en un intento de quitarme esa horrible sensación, sentía las lágrimas aproximarse, no sabia el porque pero quería llorar hasta el cansancio.

El charro solo soltó una pequeña risa ante mi reacción, se estaba burlando de que yo estuviera en crisis, que no supiera que era lo que sentía de tantos pensamientos y emociones que me abrumaban, eso hizo que apretara los dientes y lo mirara con odio apesar de mis lágrimas cayendo.

—Te dejaré descansar— dijo el charro acariciando mi mejilla con una falsa amabilidad y luego darme palmadas bruscas en la mejilla —No es divertido jugar contigo cuando estás en ese estado— y con eso se fue, dejándome sola con mis emociones revueltas y la mente llena de mierda que me abrumaban.

Princesa de mi corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora