Capítulo 1

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Era una noche de celebración en el pueblo de las flores, había fuegos artificiales, música, baile, comida, bebida pero sobre todo había risas y diversión.

Pero en una de las fincas más lujosas de ahí, había una bebe que lloraba sin parar que nadie escuchaba debido al ruido de afuera, o casi nadie, pues un hombre vestido de charro subido en su caballo escuchaba el llanto inconsolable de la bebe.

En esa bonita habitación donde estaba la bebe apareció una figura oscura de las sombras, caminando hacia la cuna con el único ruido de sus espuelas, se sentó a lado de la cuna mirándola con sus intensos ojos rojos igual que el infierno, y con su mano enguantada de color negro tomó el biberón al lado de la cuna para dárselo a la bebe.

Apenas la niña sintió el biberón en su boca se calmó y comenzó a beber el contenido, mientras el charro la veía con malicia antes de soltar una leve carcajada

-Asique tu eres la que será mi esposa- dijo en un tono de burla acariciando el rostro de la bebe con su dedo con mucho cuidado -la princesa del corazón de ese hombre... o bueno de la sangre de ese hombre-

La bebe solo miraba al charro con curiosidad mientras seguía bebiendo el biberón, sin entender de lo que estaba hablando el charro, y aunque lo entendiera seguramente no lo recordaría.

-Que mala suerte la tuya- suspiro recargándose en la cuna empezando a mecerla -Si ese bebe hubiera sido una niña, tu y muchas otras de tu familia hubieran vivido una vida tranquila y llena de riquezas, pero fue un varón y te toco pagar el precio a ti-

El tono tan gentil del charro al igual que la cuna meciéndose hacían que la bebe comenzará a parpadear pesadamente, indicando que el sueño se apoderaba de ella

-Sabes, te confesare algo- el charro se acercó aún más a la cuna hasta su oreja para susurrar con una sonrisa maliciosa -No quiero tener una esposa, ni siquiera creo en el amor, solo acepte por la misma avaricia que he visto en muchos hombres, pero ahora debo cobrar la deuda de tu ancestro-

La pequeña soltó un ruido mientras lo veía confundida antes de pasar su mano enguantada desde su mejilla hasta su oreja para quitarse la sensación del bigote y aliento del charro, cosa que hizo reír al charro mientras acariciaba con cariño la mejilla de ella

-Podría llevarte ahora- el tono del charro comenzaba a volverse más profundo al igual que su mirada brillaba -arrebatarte de los brazos de tus padres- el dedo del charro comenzó a presionar la mejilla de la bebe usando su uña como si quisiera hacerle un corte, haciendo que la bebe comenzará a quejarse -Verlos como lloran desconsolados por su princesa secuestrada por el charro negro- el ambiente se volvió mucho mas frio y tenso, el charro ya no lucia de manera elegante sino que lucia aterrador presionando con mas fuerza la mejilla y antes de que la bebe llorara de nuevo, el charro se detuvo.

Alejo su dedo y empezó a acariciar todo el rostro de la bebe tratando de calmarla, y su rostro volvía a ser más encantador

-Pero eso no sería divertido- dijo después de unos momentos de silencio y calma -Si te llevo en estos momentos, serias muy reemplazable, así que seré paciente y esperare a que hayan gastado su dinero y amor en ti, y entonces te llevaré-

La bebe ya no le prestaba mucha atención pues empezaba a dormirse y eso lo noto el charro, por lo que le quitó el biberón levantándose

-Pero la pregunta es ¿Cuándo te llevaré?- pregunto para si mismo mientras rascaba su barbilla y pensaba cuándo sería perfecto, cuando una idea se le ocurrió -¿Cuándo te parece bien, pequeña?- le preguntó con una sonrisa maliciosa acercándole sus dos manos, ahora dependía de la pequeña que ni siquiera entendía nada.

A la pequeña no le importaba nada que no tardó ni un segundo en tomar con sus manos dos dedos del charro en cada mano con una risa inocente, que contrastaba con la risa que soltó el charro

-Asique en veintidós años- repitió el charro con una sonrisa alejándose de la cuna y arreglándose el sombrero y traje -Bien, hasta entonces señorita...- el charro se fijó en el nombre escrito en la cuna -Celia...es un bonito nombre, igual a una criatura tan pura como tú-

El charro acarició a Celia con cariño, la cual estaba más calmada y feliz -Y para asegurarme de no perderte- el charro le hizo un corte en la mejilla antes de desaparecer en una bola de oscuridad junto al llanto de Celia, que esta vez sí fue socorrido por sus padres preocupados.

-¿Qué pasó mi princesa? ¿Los ruidos la asustaron?- empezaron a preguntar sus padres cargándola en brazos para arrullar la, pero cuando vieron su mejilla se preocuparon demasiado, pues esa cortada en su mejilla no era normal, no era de un color rojo normal, sino que era una cicatriz negra que recorría toda su mejilla.

Sus padres se preocuparon mirándose entre sí mismos sin saber que hacer, hasta que su padre escuchó un silbido proveniente del cerro, el padre volteo con cautela lleno de terror hacia la ventana.

Sus ojos se abrieron, su pulso se aceleró, su respiración se cortó, su rostro se palideció.

Pues lo que vio era a lo que toda su familia le había temido, el charro negro montado en su caballo negro subido al cerro y a pesar de la distancia su padre podría jurar que lo había visto levantar la mano y con una sonrisa maligna le presumía un anillo en su dedo anular.

Sabía que significaba que el charro había reclamado a su hija, la princesa de su corazón

Durante años toda la familia de Celia había estado en caos solo por su nacimiento y todo empeoro por la marca de Charro Negro en su mejilla que se iba extendiendo poco a poco conforme pasaban los años.

Su familia se había separado al enterarse que ella era la primera mujer en la familia, unos se preocuparon demasiado que trataron de todos los medios posibles para que ella pudiera librarse de las garras del Charro Negro, pero otros simplemente se alejaron de ella por temor a encariñarse y sufrir por algo inevitable.

Pero eso el Charro no lo iba a permitir, él quería que todos sufrieran y llorarán la pérdida de Celia.

Así que se la pasó jugando con sus esperanzas, ocultando la marca que Celia tenía y avanzaba por todo su cuerpo, susurrando entre las sombras para arreglar todo el caos de la familia.

Hasta que antes de que Celia pudiera si quiera recordar o entender algo, toda su familia la quería y amaba con el corazón, siendo la consentida de la familia, justo como el Charro quería.

Y después de muchos años de espera había llegado el día de pagar la deuda que había sido retrasada por casi dos siglos

Princesa de mi corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora