Corrí por toda la casa con el único propósito de alejarme de esa habitación, pero sobre todo del charro.
Lo odiaba, lo odiaba, ¡lo odiaba!, lo odiaba demasiado.
Me hacía sentir emociones que no sabía identificar, con solo una mirada me revolvía el estómago, su presencia me daba escalofríos y mi corazón se aceleraba demasiado que la sangre se me subía a la cabeza. Todo eso me abrumaba, sentía tanta frustración que apuesto que si me hubiera quedado con el charro hubiera vomitado.
Solo quería huir de ahí y volver a mi vida normal, con mi familia y ya no sentir esas abrumadoras y desconocidas emociones.
Debido a que no miraba por donde iba, me golpeé contra un estante y caí de espaldas con un gran estruendo. Me quejé del dolor mientras tocaba mi cadera para revisar que no había nada roto, parece que este lugar estaba maldito y que solo quería romperme la espalda por siempre.
Aunque esos quejidos y momentos de dolor fueron interrumpidos al sentir algo en el piso, mire que era, esperando que no fuera el charro.
Para mi suerte no era el charro, si no que era una agenda de cuero de color negro, recordaba que había visto al charro con ella y escribiendo a veces, así que la hojeé llena de curiosidad.
Tenía varios nombres al igual fechas, algunos estaban tachados por lo que quizás eran personas a las que ya le había cobrado y confirme eso al ver mi apellido tachado en una de esas hojas, me quedé mirándolo un poco más sin poder procesar eso, pensaba que ya lo había entendido pero el ver mi apellido tachado me congeló por unos momentos.
Iba a cerrarlo antes de perderme aún más en la depresión pero otro nombre me llamó la atención o al menos la fecha.
Se suponía que el Charro Negro iba a ir a cobrar una deuda en unos días, ósea que iba a ir a mundo donde yo vivo y eso me daría una oportunidad de escapar.
Estaba tan feliz, parecía que al fin todo iba bien, así que debía planear todo para que no hubiera nada que lo saboteara y dejarme atrapada aquí por siempre.
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Estaba buscando por los gabinetes y cajones algo de valor o dinero pues a pesar que iría a casa, había la probabilidad que tendría que esconderme si quería escapar definitivamente del Charro Negro, y para esconderme obviamente necesitaba dinero, pero no encontraba nada, ni siquiera un mísero botón de oro o un centavo.
-Presume tanto dinero que ni tiene- murmuré frustrada empezando a tratar con más brusquedad los cajones hasta que solté un grito de enojo y frustración junto con un golpe a la barra.
Ni siquiera sabía de dónde había sacado tanta ira, solo salió como una bomba, tenía que salir de aquí pronto antes de que empeorara.
Suspiré tratando de centrarme y relajarme antes de ser interrumpida por un gruñido de mi estómago, no podía morir pero aún así siento hambre, era muy contradictorio todo este lugar aunque cumple el propósito de hacerme sufrir, así que creo que esta bien.
Pausé mi búsqueda de dinero para empezar hacer algo de comer, pues como dice mi madre "estomago lleno piensa uno mejor", estaba tan tranquila cocinando y aún más por el recuerdo de mi madre que desencadenó más recuerdos de mi familia, que comencé a tararear y hacer la sopa que mi madre me hacía. Merecía tener un momento de felicidad y confort en esa casa del demonio antes de escaparme de aquí para no volver y quedarme junto a mi familia.
Estaba en mi burbuja de calidez, recordando con nostalgia mis momentos felices con mi familia, sin darme cuenta comenzaba a bailar para moverme, todo parecía una escena de cuento de hadas antes de que chocara y casi me cayera, de reflejo me sujete a lo que estaba más cerca que era el traje del charro.
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Princesa de mi corazón
Teen FictionEn la época del Porfiriato, hubo un hombre que le vio la cara al mismísimo Charro Negro. O al menos eso pensó En la actualidad una chica que no era muy creyente de las leyendas pero aun así nunca había tratado o jugado con eso. Asique lo que le paso...