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Disclaimer: los personajes de SnK no me pertenecen, son propiedad de Hajime Isayama.

Advertencia: lenguaje vulgar, lime. AU.

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Alma dinamita
Cuatro
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La habitación de hotel de Hange estaba impregnada de creatividad y caos, una representación viva de su mente inquieta. Había llegado allí buscando una especie de refugio después de su encuentro con Petra. La castaña lo había recibido en el área de administración y lo había guiado a la habitación. La escena que encontró al entrar era reveladora, un lienzo en blanco y negro cobrando vida con trazos oscuros y tonos azulados, y en él, una figura enigmática que parecía llevar consigo una historia dolorosa; por debajo, periódico cubriendo cada rincón del suelo.

Observó la pintura mientras Hange se acomodaba frente al lienzo, intentando encontrarle un sentido. La mujer en el lienzo, sonriente, pero con ojos que reflejaban dolor, sostenía un anillo en sus manos pequeñas, un símbolo de promesas rotas y amores incompletos.

Hange sonrió antes de iniciar su relato, compartiendo su experiencia personal con una franqueza inusual. La historia que ella narraba parecía resonar con su propia experiencia, aunque de manera diferente. Petra también había sido infiel, y aunque no había sentido un dolor abrumador, la traición aún seguía presente.

— En Estados Unidos conocí a un hombre, mantuvimos una relación casual, cuando viajaba allí, él me recibía, teníamos citas, sexo y conversaciones que lograban cautivarme —dijo Hange, dejando que sus palabras fluyeran como las pinceladas en su lienzo. Tomó asiento mientras ella narraba, tomando un pincel para continuar con la pintura—. Siempre me esperaba, y nunca me daba un no, estaba feliz porque, con el tipo de vida que llevo, es difícil tener relaciones duraderas, independientemente de su índole.

El blanco esparcido por Hange, daba en el lienzo un espectro de luz sobre la mujer.

— Claro que había una razón de su paciencia, él estaba casado, yo era un desahogo de su rutina. No lo supe hasta que una noche me citó en el hotel de siempre y quien atravesó la puerta no fue él, si no su esposa. Se veía triste, tenía esa misma mirada, pero me sonrió, como si ella supiera que las dos éramos unas idiotas por haberle creído. Ella en el altar, cuando le juró amor eterno, y yo en cada oportunidad antes de subir al avión, cuando decía que me esperaría el tiempo necesario para ser solo nosotros.

Entendió la profundidad de la pintura, había una historia detrás de ella, una historia tan interesante como la de sus libros, aquellos que amaba con todo su corazón y lo habían hecho decidir ejercer como maestro. Se preguntó si esas historias estaban en otras pinturas de la galería, ahora quería conocerlas.

— Lamento que tu novia te haya sido infiel, Levi. Pero espero que entiendas que no pretendo ser un bálsamo para tu herida.

— No quiero eso, Hange. Solo quiero conocernos —dijo con sinceridad. Estaba claro que había algo más que los unía en ese momento, algo más profundo que el deseo de consuelo.

— Está bien —respondió Hange con una sonrisa, pareciendo aceptar su propuesta. Continuó con su pintura durante media hora más, creando una imagen que era como una ventana a su alma, y se sintió honrado de ser el primero en verla en su totalidad—. ¿Por qué no damos una vuelta? —sugirió después de terminar su trabajo—. Aún no me actualicé del todo con esta ciudad, y me gustaría llevarme algunos recuerdos.

Asintió, agradecido por la distracción y la oportunidad de conocer mejor a la enigmática pintora.

— No soy exactamente un guía turístico, pero puedo hacer el esfuerzo y acompañarte —Hange sonrió ante su tono, casi aliviada de verlo comportarse nuevamente como un gruñón.

Después de dejar la habitación de hotel atrás, comenzaron a explorar las calles de la ciudad. El atardecer pintaba el horizonte con tonos dorados y naranjas, creando un ambiente cálido y acogedor. Los edificios altos se alzaban a su alrededor, una mezcla de arquitectura moderna y toques tradicionales que definían la singularidad de la ciudad.

Caminaron por las concurridas calles, deteniéndose en pequeñas tiendas y puestos callejeros. Hange parecía fascinada por todo, desde la artesanía local hasta las exquisitas opciones gastronómicas que la ciudad tenía para ofrecer. Por su parte, disfrutaba de la compañía de Hange, notando cómo su energía inquebrantable contagiaba su ánimo.

Finalmente, decidieron cenar en un restaurante de estilo japonés tradicional. Se sentaron en un rincón acogedor, rodeados de elementos de diseño que evocaban la cultura y la historia de Japón. Conversaron sobre banalidades mientras esperaban sus platos, compartiendo anécdotas y risas —escandalosas por parte de Hange, atisbos de sonrisas por parte de él— como si fueran viejos amigos. La conversación fluía con naturalidad entre ellos, cada intercambio revelando más detalles de sus vidas y personalidades. A medida que la cena avanzaba, Hange se sentía cada vez más a gusto con él, apreciando su sinceridad y la forma en que podía ser ella misma sin temor a ser juzgada.

Después de pagar la cuenta, comenzaron el camino de regreso al hotel. La brisa nocturna soplaba suavemente, refrescando el ambiente después de un día cálido. A medida que caminaban, Hange luchaba con un debate interno, sintiendo que debía ser honesta sobre la propuesta de Erwin. Finalmente, antes de llegar al hotel, reunió el coraje para hablar. 

— Hay algo que necesito decirte —comenzó con seriedad.

— ¿Qué es?

Hange tomó una respiración profunda antes de hablar: — Erwin me hizo una propuesta esta mañana. Quería invitarme a salir.

No mostró ninguna reacción visible, pero su mirada se volvió más intensa. Una pequeña parte de él ardió en un sentimiento desconocido, se sintió molesto.

— ¿Y cuál fue tu respuesta? —cuestionó, en un tono falsamente desinteresado.

— Le dije que lo pensaría, pero solo busco las palabras para rechazarlo. No me parece correcto estar saliendo con los dos al mismo tiempo.

— Está bien —soltó con simpleza. Aunque se sintiera agradecido de oír aquello, sabía que no podía reclamarle nada, apenas se estaban conociendo.

La conversación cambió después de eso, volviendo a temas más ligeros mientras continuaban su camino. El hotel se aproximaba, y en medio de la tranquilidad de la noche, Hange tomó una decisión impulsiva.

— ¿Quieres subir a mi habitación? No tenemos que hacer nada, sé que fue un día difícil —invitó, su voz temblando ligeramente. La miró, con sus ojos oscuros transmitiendo su aprecio por la oferta. 

— Suena bien.

Sin decir más, entraron al hotel y subieron a la habitación de Hange. La atmósfera era diferente esta vez, más íntima y cargada de significado. Se prepararon para dormir, cada uno en su propio espacio, pero la cercanía entre ellos era palpable.

A medida que la noche avanzaba, el silencio compartido entre ellos se volvió reconfortante. Se dieron cuenta de que no necesitaban palabras para entenderse, para sentir la conexión que estaba creciendo entre ellos. En medio de la oscuridad, encontraron un refugio en el otro, una sensación de calma y compañía que los hizo sentir más cerca.

Alma dinamita |LeviHan|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora