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20 de diciembre de 1964

Cuando despertó al día siguiente, su cuerpo estaba destrozado. Quizás no literalmente, pero estaba tan adolorido que no podía ni siquiera moverse.

Aún así, las lágrimas se aglomeraron en sus ojos rojos ahora sin brillo.

Al menos habían tenido la descendía de dejarlo en la enfermería, donde habían otros cuantos pacientes, pero todos dormían plácidamente, acostumbrados al ambiente del lugar.

Tenía muchísima hambre y sed.

Pero sobre todo, culpa.

Si tan solo hubiera obedecido...

—¡Mierda, te dejaron realmente mal!

La voz de Quackity se hizo presente.

Quiso levantarse a saludarlo, pero no podía ni hablar, mucho menos moverse.

El pelinegro no lo presionó. Sabía lo doloroso que era.

—Mhm... no te sobre esfuerces— se sentó a su lado —quédate acostado, eso es lo mejor.

Una tenue sonrisa se dibujó en los labios del castaño.

—Al menos ahora ya sabes que tuviste que hacerme caso. No es un reclamo, solo quiero que entiendas que buscaba protegerte.

Estaba por acercar su mano al mayor, pero rápidamente se arrepintió, volteando hacía la pared.

—No creí que... serían tan duros contigo la primera vez...

Wilbur lo observó interrogante, queriendo saber más de lo que hablaba. Quackity entendió.

—Verás... ellos creen que lo que te hicieron es una clase de... "cura"— hizo comillas con sus dedos, volviendo a mirarlo de nuevo —una especie de... método tortuoso para aliviar a los pacientes de sus enfermedades mentales.

El castaño llevó su vista llorosa hacia abajo, sin dejar de escuchar.

—No se que te diagnosticaron a ti, no se porque estas en este lugar, pero ellos realmente creen que estás enfermo, y harán de todo para intentar tratarte. Incluso si eso implica dañarte en el proceso.

Aquello pareció darle fuerzas a Wilbur, quien por fin hizo otro intento para poder comunicarse.

—¿Y... a ti... te... hicieron... lo mismo...?— su voz salió rasposa y tenue, bastante débil, como si le hubiera costado demasiado articular aquello.

Eso provocó en Quackity una risa seca.

—Este lugar...— hizo un ademán con su dedo índice, englobando todo el psiquiátrico —es repugnante...— es todo lo que dice.

El ala médica se inundó de un silencio cómodo y necesario.

Wilbur no paraba de pensar en lo que había sucedido, sin lograr comprender porque habían sido tan crueles con él.

Quackity por otro lado, también estaba perdido en sus pensamientos, pero estos eran todo un misterio.

—Antes... solían ser mucho más violentos, aunque no lo creas...— murmura el pelinegro de la nada, sin dejar de mirar un punto fijo en el aire.

El castaño decidió prestarle total atención, para que continuara contando. Quería generarle confianza.

—Ellos... hacían cosas horribles con todos los pacientes. Los inducían a tanto dolor... que incluso terminaban matándolos— entrecerró los ojos al terminar de decir aquello —lo que hacían, eran tratos inhumanos — hizo una pausa —Creo que no entendían que aún éramos humanos.

Aquello se escuchaba tan doloroso, que por un momento se sintió culpable de estarse quejando cuando otros la habían pasado mucho peor que él.

—Tus razones para sufrir son válidas, Wilbur. Si otros la pasaron peor, esa no fue tu culpa, jamás la sería. Tú también la estás pasando mal y tienes derecho a quejarte— dijo de inmediato Quackity al verlo tan callado.

Al notar la mirada sorprendida de Wilbur encima suyo, continuó hablando.

—Yo también llegue a sentirme culpable...— confesó, soltando un suspiro lleno de pesadez.

Aquello apachurro el corazón del castaño. Su amigo había sufrido tanto, sin duda alguna.

—Tú dolor también es válido, Quackity...

Le sonrió dulcemente, provocando que la respiración del pelinegro se detuviera por un momento, observándolo fijamente.

Esas palabras se habían sentido cálidas en el corazón destrozado de Quackity.

Wilbur realmente era una linda persona.

Quienes lo abandonaron ahí, no lo merecían.

Diary of... [Quackbur]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora