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3 de febrero de 1965

Philza jamás había sido demasiado bueno con los niños. De hecho, no había tenido hijos propios por lo mismo.

Pero cuando el pequeño Wilbur nació y lo cargo por primera vez, su vida pareció iluminarse radicalmente.

Aquel pequeños de ojos rojizos y sonrisa brillante que gateaba hasta él para pedirle un poco de cariño alegraba sus días.

Wilbur casi nunca lloraba, era un ser lleno de energía que se la pasaba brincando de un lado a otro para exigir atención o hacer reír a los demás. Esa era su especialidad.

¿Quien podía resistirse a su lindo sobrino? si era como un rayito de luz y amor.

Lo último era lo que más desbordaba.

Era comprensible y amable, sin importar que le hicieras, Wilbur te perdonaría sin guardar rencores.

Y a pesar de que Philza siempre lo consistió con todo tipo de regalos, el niño jamás se volvió pedante o soberbio.

Siempre intentaba ayudar al prójimo, incluso cuando las personas solían darle la espalda.

A su pequeño le nacía tener un alma tan bondadosa y nadie tenía el derecho de arrebatarle su esencia.

Nadie.

Es por eso que cuando se enteró lo que su hermano había hecho, enfureció de sobremanera, amenazando con demandarlo.

Y nada de eso quedó en simples palabras, pues cumplió lo dicho, hasta que llegaron a la corte.

Tras una exhaustiva investigación, se determinó que Wilbur no sufría de ninguna enfermedad mental y estaba completamente consciente de su entorno.

Sus cinco sentidos estaban intactos y podía recogerlo cuando quisiera, apenas tuviera la custodia del menor.

Tardaron unos cuantos días, pero todo valió la pena cuando por fin tuvo aquellos papeles entre sus manos.

Era una noche bastante lluviosa y fría, pero aquello no pareció amedrentarlo ni un poco.

Se dirigió hacia aquel hospital psiquiátrico donde estaba internado su sobrino, eufórico por poder sacarlo de ese horrible lugar de una vez por todas.

Llegó y se presentó como el nuevo tutor legal de Wilbur, firmando con rapidez su liberación inmediata.

Varios médicos fueron a buscarlo sin ningún problema y él se sentó a esperar en una de las sillas vacías.

Pero...

Después de media hora, comenzó a preocuparse.

¿Por que tardaban tanto?

Philza se levantó de un salto, dirigiéndose directamente con el jefe del hospital para preguntar que era lo que pasaba. Este se miraba algo angustiado.

Lo único que recibió fue un "no lo encontramos"

¿Que no lo encontraban...?

¿Que clase de respuesta estúpida era esa?

Bien, al parecer en ese lugar eran unos malditos incompetentes, tendría que hacerlo él mismo.

Salió junto a otros tres médicos para seguir buscando a su sobrino por todo el psiquiátrico, creyendo que lo encontrarían con facilidad ahora que iba con ellos, pero grande fue su sorpresa cuando tras recorrerlo por completo, no encontraron ningún rastro de Wilbur.

¿Donde estaba su sobrino?

Continuó esta vez dando rondas él solo, sin el resto de doctores, hurgando esquina por esquina, incluso en los lugares menos visibles. Quizás su pequeño estaba escondido.

No lo culpaba, el pobre se veía muy decaído la última vez que lo visito.

Se detuvo en uno de los pasillos solitarios cuando escuchó algo de ruido en una de las habitaciones mas lejanas. O eso creía.

Camino con lentitud hacia la puerta de fierro, haciéndola rechinar al abrirla cuidadosamente, intentando ver el interior de lo que parecía ser un sótano.

Pero nadie jamás lo preparo para encontrar a Wilbur recostado en un charco de sangre, abrazando con fuerza un cuaderno.

Wise men say, only fools rush in...

Llevo su mirada hacia el lienzo a un lado del castaño, sintiendo sus manos temblar, repasando con sus ojos el rostro de aquel pelinegro retratado en la pintura.

But I can't help falling in love with you...

Shall I stay...?

Philza se acercó lentamente hacia su sobrino, arrodillándose a un lado y tomando la libreta, aún bastante desorientado, sin lograr reaccionar del todo.

Would it be a sin... If I can't help falling in love with you?

Leyó página por página, sin saltarse ningún párrafo o palabra. Aquella letra no era la de Wilbur, ese cuaderno no le pertenecía.

Like a river flows, surely to the sea...

Darling, so it goes... some things are meant to be...

Pasó su mano derecha por la última página, sintiendo sus ojos comenzar a llenarse de lágrimas ante lo último escrito. Aquella si era la letra de Wilbur, bastante clara y legible.

Take my hand...

¡Take my whole life too!

Sollozó, repasando por tercera vez la misma frase escrita por su sobrino.

"Una vida sin él, no es vida"

¡For I can't help falling in love with you!

Cerró la libreta con fuerza, mirando el reverso, leyendo lo que decía.

For I can't help... falling in love... with you...

—Diario de... Quackity...

 Quackity

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FIN

Diary of... [Quackbur]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora