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24 de diciembre de 1964

El ambiente silencioso provocó un escalofrío en el cuerpo de Wilbur, quien intentaba ver entre las penumbras del lugar.

El sótano parecía una zona abandonada donde nadie circulaba por alguna extraña razón que le da igual averiguar.

Hay un montón de cosas que parecen haber sido de pacientes, como cuadernos, libros, juguetes, incluso peluches.

Suponía que era más un lugar de almacenamiento. Cosas que no podían conservar los ingresados.

Seguro por ahí estaba el libro que había llevado consigo cuando recién llego.

¿Cuanto tiempo había pasado ya?

El rechinado de la puerta lo saco de sus pensamientos, poniéndose alerta de inmediato.

Pero no se esperó ver a Quackity entrar.

Aquellos ojos negros que con tanta insistencia había buscado ahora lo veían con asombro.

Como si de verdad le sorprendiera verlo. Y mucho más en ese lugar.

No pudo evitar enojarse.

Había estado recibiendo acoso diario, sufriendo y llorando, desesperado por encontrarlo.

Y Quackity lo había estado evitando.

—¿¡Como te atreves a hacerme esto!?

El pelinegro intentó huir con rapidez, retrocediendo hasta quedar pegado en una de las paredes al no fijarse, maldiciendo en voz baja.

—¿¡Sabes la tortura que he estado viviendo en estos días!?

Wilbur bruscamente se acercó a él.

—¡Y todo porque no existes!

Tomó sus manos, creyendo que no las sentiría.

Pero ahí estaba, tocando su suave y dulce piel.

El castaño no era el único sorprendido, Quackity se veía igual, observando sus manos unidas a las del mayor.

Los ojos del pelinegro se llenaron de lágrimas, casi como si no lo creyera, acercándose un poco más a Wilbur.

—Puedo tocarte...

—Puedes tocarme...— murmuro Quackity conmocionado, sintiendo los brazos de Wilbur rodearlo, como si quisiera comprobar que de verdad estaba ahí.

Si lo estaba.

Ambos cerraron los ojos para disfrutar de aquello, aferrándose a los ropajes del otro en un intento desesperado de jamás soltarse.

Wilbur no podía parar de pensar en lo bien que se sentía estar abrazando a Quackity.

Y Quackity solo podía pensar en que quería quedarse así para siempre.

No necesitaba nada más.

—Todos son unos malditos mentirosos...

La voz de Wilbur resonó por todo el sótano, quedando estancada en las cuatro paredes, alejándose solo un poco del menor.

—De verdad me hicieron pensar... que tú no eras real...— pasó una de sus manos por la mejilla ruborizada de Quackity, quien solo bajó la mirada.

—Soy muy real, Wilbur...

—Aún si fueras una fantasía... creo que comprendería el porqué...

Sus brillantes ojos negros se levantaron para encontrarse con los rojizos del contrario, volviendo a captar aquella conexión que ambos sintieron cuando recién se vieron por primera vez.

Esa primera vez que Quackity huyó cuando lo vio acercarse con la excusa de que era tímido.

Había algo que no le dejaba del todo tranquilo, pero daba igual, porque estaba abrazándolo y se sentía bien.

Esperaba que a Quackity no le importara quedarse así todo el día y toda la noche.

Solo ellos dos.

Diary of... [Quackbur]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora