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15 de enero de 1965

Quackity no había podido dejar de pensar en lo lindo que era Wilbur todos esos días.

Y tampoco paro de repetirse que debía terminar con todo de una vez por todas.

Porque estar enamorado de Wilbur no era correcto.

Porque no pertenecía ahí.

Porque aquello jamás terminaba bien.

Porque Quackity solo quería que su amado estuviera bien y a salvo. Aún si eso implicaba abandonarlo.

—Esto no puede seguir.

Wilbur le observó con terror, retrocediendo lentamente y negando varias veces con la cabeza.

—Es broma... ¿no...?— pregunto con un tono bastante tembloroso, negándose a aquella posibilidad.

—No lo es. Es inútil seguir con esto. ¿Tú y yo juntos? pff, por favor, no puedo tomarte en serio— intento sonar cruel, cruzándose de brazos.

La mirada de Wilbur decayó y sus ojos rojizos se tornaron acuosos tras esas palabras.

Lo había lastimado.

—Estas mintiendo... ¿por que estas mintiendo...?— se intentó auto convencer el castaño.

Pero la mirada llena de asco de Quackity lo estaba aniquilando. No, todos menos él...

Si él lo despreciaba, ya no quería seguir luchando más...

—Por favor, dime que es mentira...— suplicó Wilbur, a nada de arrodillarse frente suyo con tal de mantenerlo a su lado.

Pero al ver como el menor negaba, se quedó quieto, derramando un par de lágrimas que se deslizaron por sus mejillas hasta caer al suelo frío. El ambiente era tan tenso y silencioso que juro escuchar su golpeteo.

—No quiero estar con un chico, Wilbur. Todo esto fue una equivocación.

—Quackity...

—No, esto no puede seguir, entiende. Solo me estorbas.

Wilbur se tambaleó al recibir un empujón por parte del pelinegro, quien dio media vuelta para marcharse.

Pero el castaño no se lo permitió, tomando con fuerza su brazo, sin querer creerle.

—¿Que hice mal...?— su voz salió rota y llena de miedo.

Quackity no respondió, solamente se soltó de su agarre de forma brusca.

—¡Quackity! ¿¡que hice mal!?— grito con arrepentimiento, arrodillándose enfrente suyo y tomando sus manos —¡puedo mejorar, lo prometo!

Las manos del pelinegro temblaron, pero no cedió, ni dijo nada al respecto.

—Por favor no me hagas esto...— rogó Wilbur entre llanto, poniendo la palma del menor en su mejilla, observándole con dolor.

Un dulce caricia en su piel fue todo lo que sintió antes de que Quackity volviera a apartarlo, yéndose del sótano en completo silencio.

Dejando a un Wilbur completamente destrozado y lloroso. Con muchas dudas.

Sin saber en qué había fallado.

Diary of... [Quackbur]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora