PRIMERA PARTE: INFESTACIÓN

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El señor Grims yacía sentado tras su escritorio observando a sus cabizbajos alumnos con la mirada en los libros de texto.

―Bien, guarden todo ―anuncio mientras observaba su reloj de mano― faltan cinco minutos para que finalice la clase y sesenta y cinco más para que suenen las sirenas. Quien no haya terminado el trabajo lo espero el lunes en mi clase. Tengan un buen fin de semana.

―Espero volverlos a ver a todos ―fingió empatía Sahra Pulls alzando la voz― Dios los cuide esta noche tan terrible.

―¿Hoy es veintinueve? ―pregunto el Sr. Grims algo desconcertado.

―Así es ―respondió la chica a la vez que cerraba su libro de literatura y lo guardaba en su mochila―. Y eso significa que alguien morirá.

―Todos sabemos eso señorita Pulls. ¿Alguien ha tenido noticias de Kevin Millers?

―No desde hace un mes profesor ―respondió Sam Calpets―. Su familia fue atacada. Han sido los últimos.

El señor Grims continuamente olvidaba algunos asuntos y debían recordarle por lo menos cuatro veces para que pudiera grabárselo bien.

―Nadie sobrevive a ellos ―intervino Jimmy el chico raro que se sentaba atrás.

Todos omitieron el comentario de Jimmy. El chico tenía un trastorno mental que lo hacía cometer actos indebidos. Como sacrificar animales y activar la alarma de incendios de la escuela. Desde entonces nadie lo tomaba en cuenta.

―Mi mamá dice que comenzaran a quemar las casas de los atacados ―continuo Sahra Pulls―. Hace varios días escucho a la mano derecha del Alcalde decir, que si los ataques incrementan su brutalidad, purificarían los recintos con el fuego.

Kevin Millers había sido un buen amigo de todos y pensar que ahora su hogar seria quemado les invadía de nostalgia el pensamiento. Y más hoy que probablemente uno de ellos seria atacado.

Todos guardaron silencio y al momento siguiente la campana sonó finalizando así las clases.

―Bien, espero contar con la presencia de cada uno de ustedes y con su tarea. Vayan directamente a casa y no salgan durante el toque de queda. Pueden retirarse.

Inmediatamente las sillas rechinaron contra el suelo y todos se levantaron tan aprisa como pudieron.

―Adiós Sr. Grims ―decían al salir o―. Hasta el lunes.

―Hasta luego ―contestaba― tengan un buen fin de semana. Señor Polter ―detuvo a su alumno―. ¿Hay algo que tenga que contarme? ¿Alguna actividad dentro o fuera de clases que sea poco común o bastante común?

―No señor ―mintió Will Polter con la sonrisa tan suspicaz que siempre portaba.

―De acuerdo ―acepto el profesor. Jamás intentaba sacar información a sus alumnos mientras estos no la quisieran decir.

―Hasta luego ―se despidió del profesor y salió junto con su amigo.

―Que le sucede ―le dijo Chris a Will―. Está bien que sus padres hayan desaparecido hace tiempo. Pero no tiene que preocuparse por todo mundo.

―No está bien que sus padres hayan desaparecido, y pareciera que tiene un sexto sentido ―bromeo Will―. Sus ojos se veían raros. Parecía como si supiera algo.

―Yo también me la pasaría llorando en un pueblo maldito como este y más si nunca hubiera tenido novia.

―No lo juzgues Chris, además tu tampoco has tenido novia.

Epidemia de DemoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora