Capitulo 6

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―¡Mamá! ―gritó Will exaltado. Se levantó de golpe arrojando el cable del televisor y trató de correr.

―Espera ―lo detuvo Chris tomándolo por el hombro―. No es tu madre, el grito provino de fuera. Te lo dije ―aseguró con seriedad y un severo toque de entusiasmo― el ataque será en éste lado del pueblo.

Ambos corrieron a la ventana. El señor Polter los alcanzo en segundos.

―Que fue eso ―dijo al asomar.

Miraban en todas direcciones tratando de encontrar en las penumbras el origen del grito.

―Fue un grito ―contestó Chris.

―Gracias por la información hijo, nadie en Mortem Stone lo notó ―repuso el hombre a su lado.

―Es un placer señor Polter, soy sus oídos de hoy en adelante. 

El cielo se iluminó nuevamente revelando ante sus ojos una imagen escalofriante.

―¡Es la señora Barries! ―exclamó Will con asombro.

―Pero que está haciendo ―chilló el señor Polter aterrado.

La mujer de avanzada edad corría desde su patio trasero a la calle, llevaba un camisón blanco que se empapado por la lluvia. Algo que nadie podía ver le seguía el paso. Para su mala fortuna tropezó ―o ese algo la hizo tropezar cuando trataba de mirar atrás― y cayó contra el suelo en la inmensa oscuridad. 

Los tres quedaron atónitos ante aquellas escenas.

El cielo se volvió a iluminar y vieron cómo la mujer fue arrastrada por el lodo y la lluvia hasta desaparecer.

Aquello que la había atacado, se la había llevado devuelta a casa.

Después todo fue silencio.

―Eso fue... ¡Increíble! ―exclamó Chris―. Jamás había presenciado un ataque.

Will y su padre dieron media vuelta y caminaron a tientas hasta llegar al sofá donde se dejaron caer taciturnos.

―¡Maldición! ―continuaba Chris exaltado― porque no grabé. Aún  así fue increíble.

La luz regreso a las viviendas. La pantalla se encendió y solo se escuchó la molesta estática.

Will levantó la mirada y frunció el entrecejo. Su padre aún no se movía, su madre no había hecho ningún ruido y Chris no dejaba de pasearse por el recinto con las manos tras la cabeza.

―Algo está mal ―dijo en voz baja.

―Lo sé ―respondió Chris― olvide la estúpida cámara y ahora no tendré pruebas.

―No, no es eso ―aseguró seriamente sin moverse―. ¡El televisor! ―señaló el aparato―, desconecté el televisor  cuando cayó el rayo y esta encendido y... ¿no les parece que lo de la señora Barries sucedió demasiado rápido?

―No tengo idea, jamás había presenciado un ataque ―repuso Chris―. Pobre señora Barries... ¿la estarán torturando?

Chris sacó de su mochila la cámara y se encamino a la ventana con la esperanza de que algo pasara otra vez.

―¿Alguien escucho lo que dije? Desconecte el maldito televisor y sigue encendido.

Ni siquiera una maldición llamo la atención de su padre, que continuaba en el sofá con los dedos en los labios y la mirada perdida.

Las luces de la casa comenzaron a parpadear hasta apagarse. La habitación quedo iluminada únicamente por la gris luz emanada de la pantalla.

―¡Que rayos está pasando! ―gritó Will.

El ambiente comenzó a enfriarse, la temperatura bajó rápidamente  y una extraña opresión se ejerció en toda la casa.

―¿Dónde está Mamá?  ―inquirió de pronto―. ¿Qué demonios les pasa? ―continuaba Will.

Su padre y Chris habían quedado inmóviles.

Inesperadamente estalló el televisor de tras de Will sacando del trance a su padre y a su amigo.

Will cayó al suelo. Algunos trozos de cristal impactaron del lado derecho de su cara.

―¡Will! ―gritó su padre―. ¿Estás bien? qué rayos fue eso.

Chris se apresuró y ayudo al señor Polter a levantar a su hijo.

―Estoy bien ―aseguró el muchacho. Tenía algunos cortes cerca del ojo―. ¿Qué está pasando? ¿Dónde está Mamá y por qué no ha hecho ningún ruido?

El señor Polter parecía entrar en razón.

Se escuchó un golpe en el segundo piso, y pasos provenientes de la habitación de Will. Chris encendió la linterna de su celular.

―Iré por un cuchillo, quédense aquí ―ordenó el señor Polter.

Sin hacer caso, Will subió las escaleras hasta llegar a la habitación de sus padres, Chris había encendido la cámara grababa tras él.

―Que esperas, abre la puerta ―le dijo su amigo.

Will lo pensó por un momento. Tenía miedo de lo que vería.

―De acuerdo ―reunió el valor suficiente, giró el pomo y empujó la puerta.

Epidemia de DemoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora