Capítulo 9.

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Estaba sudando de la carrera que llevaba desde hacía una hora, Ángel quería que aumentase mi resistencia y eso es lo que llevábamos trabajando desde hacía cuatro días. Tuve que parar en un momento dado fuera de su vista para inclinarme y vomitar lo poco que tenía en el estómago, dado que Roderic seguía aún molesto conmigo con suerte me proporcionaban una comida al día, y con todo el trabajo que llevaba aguantando era imposible mantener el ritmo, había adelgazado muchísimo y mis costillas cada vez estaban más visibles. Mafi y Ángel me pasaban a veces algo de alimento a escondidas, pero ni con eso era suficiente, pues con lo poco que los Radicales nos dejaban había mucha gente que estaba en mí misma situación.

Ángel paró su carrera a un par de metros de mí para darme mi espacio y recomponerme, limpié con el dorso de la mano mi boca y me forcé a respirar notando el ardor en la garganta por el esfuerzo.

- Te están matando, Bella – gruñó y dio un puntapié a una piedra pequeña, la mandó a volar hasta casi dar contra un árbol. – Están intentando que te marches o que revientes y mueras.

- No van a poder conmigo – traté de darle una sonrisa, pero por la cara que puso creo que más bien fue una mueca.

- No hay más que mirarte... Estás que das lástima.

- Vaya, gracias – reí sin gracia y sacudí el polvillo de mis pantalones.

- Podríamos marcharnos, buscar a Dakota...

- No sabemos dónde está – mascullé cortándole, estaba escocida por aquella especie de abandono al que había jugado, nos había dejado en lo peor y sin mirar atrás. – Además, ¿dónde pretendes ir? – alcé una ceja y abarqué mis alrededores con los brazos – No creo que haya algo mucho mejor que esto.

- Cualquier sitio es mejor que esta mierda, aquí nos tienen sometidos a una especie de esclavitud y allí fuera por lo menos podríamos decidir nosotros mismos como es que queremos morir.

Iba a replicarle, pero no encontré más que motivos para darle la razón y aquello me daba miedo, me aterró el hecho de plantearme el volver allí afuera porque sabía perfectamente lo que nos acechaba a las puertas del campamento. Un escalofrío me recorrió todo lo largo de la columna y no tuve de otra que darme la vuelta dispuesta a marcharme, pero su mano se cerró alrededor de mi muñeca.

- No vas a estar sola, sé que es aterrador volver allí, pero te aseguro que deberías tener mucho más miedo de lo que hay aquí dentro.

Un suspiró salió de entre mis labios y se escucharon las enormes puertas abrirse en la lejanía, me zafé del agarre de Ángel y encogiéndome de hombros en gesto de disculpa empecé a andar de espaldas haciendo un gesto de despedida con la mano:

- Deben haber vuelto con provisiones para descargar y almacenar, me vuelvo al curro – le di un asentimiento.

- Puedo echarte una mano, terminé con mis tareas antes de encontrarme contigo.

- No quiero darle más motivos a Roderic para cabrearse – negué con rapidez – y menos aún ponerte en su punto de mira, además, como tú ya has dicho, terminaste tus tareas – le sonreí. – Descansa un poco.

Se rio negando con la cabeza, pero volvió a ponerse tan serio tan rápido que llegué a pensar que lo había imaginado.

- Prométeme que lo pensarás.

- ¿A qué te refieres? – me hice la tonta y miré hacia otro lado.

- Bella... - fue su turno de suspirar.

- Está bien, Ángel, prometo pensarlo. – hice una pausa mientras boqueaba – Pero no creo que vayas a escuchar lo que te gustaría – hice una mueca y él sonrió.

- Con que lo valores me es suficiente, por el momento claro... No te retengo más, ¡no te esfuerces demasiado, Bella!

Me despedí con la mano y eché a andar en dirección a la entrada de manera apresurada pues no quería que empezasen a descargar la mercancía sin mí y que llegase a oídos de Roderic. Mis tripas rugieron como un animal y yo no pude más que acunar mi estómago con la mano con una mueca en la cara, me llevaban doliendo desde hacía varios días debido al escaso alimento que las proporcionaba.

Cuando llegué al camino embarrado principal, me sorprendió bastante no ver a Mae por ningún lado, tampoco los camiones, ni Mafi husmeando entre las cajas. Sin embargo, lo que si vi fue una espalda ancha y fuerte escondida bajo una chupa vaquera, vi una cabeza rapada que quedaba bastante más alta que la mía, vi una motocicleta bastante conocida aparcada a su lado, vi sus familiares tatuajes y cuando se giró y nuestras miradas conectaron, vi sus ojos negros como la boca del lobo. La electricidad entre ambos empezó a zumbar y mi piel se puso de gallina ante la irremediable e inexplicable atracción. La respiración de ambos se volvió trabajosa, pues no lo había admitido en voz alta, pero tenía total certeza de que él estaba sintiendo exactamente lo mismo que yo.

No sabía si había vuelto por mí, por su amigo, o por su promesa, pero Dakota había vuelto.

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