Capítulo 2.

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La lluvia caía en cantidades demenciales, salpicaba contra los cristales y formaba hondos y pringosos charcos de barro en los que saltaban los tres niños que había en la comunidad.

A pesar del aguacero, todos seguían con sus labores, en el mecánico, Zak y Parris trabajaban a destajo cubiertos en aceite de motor hasta los codos, los de la torre de vigilia se echaban unas risas mientras tomaban algo que humeaba en sus tazas y en enfermería tan sólo quedaban los heridos más graves junto con Mafi y conmigo. Dakota se estaba recuperando bastante rápido, por lo cual cada vez necesitaba descansar menos los ojos y manteníamos entretenidas charlas.

- Un día de estos te enseñaré a rastrear, veras que es muy sencillo – Me medio sonrió. Dakota era un tipo que no dudaría que alcanzase los dos metros, bastante corpulento, cubierto de pies a cabeza de tatuajes, tenía una barba espesa y el pelo rapado, sus ojos eran oscuros e intensos; tenían un brillo extraño y salvaje, como los de un lobo.

- Eso si salgo de este sitio – Señalé irónica el techo de la enfermería, - cómo puedes comprobar de primera mano, no es un trabajo que puedas dejar desatendido unas horas.

- Pues deberías poder parar y salir cuando te plazca – gruñó. – Sobre todo ahora que vivimos como vivimos.

Aquello último me dejó parada y tensa en mi sitio, me encontraba haciendo una lista para los buscadores sobre lo que hacía falta y lo que no. Carraspeé tratando de romper aquel tenso silencio y volví a anotar en la hoja, notaba sus ojos en mi espalda y no por ello me giré.

- Ya... llamémoslo vivir. – murmuré por lo bajo, pero al parecer no lo suficiente:

- Eso es lo que intentamos, ¿no?

- Yo más bien lo denominaría como supervivencia – me encogí de hombros y me atreví a devolverle la mirada, ésta cada vez estaba más oscura y con el ceño más fruncido.

- Pues yo creo que ahora es cuando puedes gozar con verdadera libertad de tu '' supervivencia''.

- ¿Sabes? – compuse una tirante sonrisa, pues no me gustaba el rumbo de todo aquello – Yo solamente era una simple veterinaria, no tenía mayor aspiración que dedicarme a los animales, quizá poderme comprar un coche y más adelante una cabaña cerca del campo. – Solté la libreta con el pulso tembloroso y apreté mis puños, - Y ahora... estoy amputando miembros gangrenados de personas, estoy tratándolas como si me hubiera doctorado en medicina y me tratan como si fuera de jodida porcelana porque las personas como Mafi o yo somos tan escasas que les aterra el poder perdernos. He matado, casi me matan... y es horrible el comparar ambas situaciones porque en una de ellas me he encontrado muchas más veces que en la otra, lo cual no me ha impedido salir de ellas.

- De eso se trata, has sido capaz de salir de cualquier situación, quieres seguir viviendo a pesar de cómo se jodieron las cosas – Su voz cada vez se encontraba más ronca y pude paladear el enfado en su tono de voz – Sigues luchando día a día para salvar a todos los que aquí hacen el cabra como yo, sigues poniendo tu máximo esfuerzo en intentar alegrar las caras a todos los que aquí están sufriendo su malestar físico. Te he estado viendo como apareces cada mañana sin faltar por esa puerta, sin importar que nieve, truene o lo cansada que estés.

- Creo que no estás entendiendo la situación entonces... Creo que en este caso estoy actuando demasiado bien... - Mi mirada comenzó a cristalizarse y empecé a temblar de rabia – A pesar de haber sobrevivido al caos que se desató con el virus, a pesar de sobrevivir a los Radicales en varias ocasiones, a pesar de seguir día a día aquí...– Limpié con rapidez y brusquedad la rebelde lágrima que se escurría por mi mejilla–Aún sigo preguntándome cada día porque tendría que levantarme, sigo buscando algo a lo que aferrarme al acostarme.

Furia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora