El aire soplaba con fuerza aquella mañana, los niños jugaban a tirar piedras al mar que quedaba a espaldas del campamento y yo conseguí sacar a Dakota de la enfermería para que le diera un poco el sol y ejercitase su pierna.
Aproveché a dar un rápido vistazo al enorme hombre que me acompañaba, tuve que forzar la vista hacia arriba puesto que me sacaba dos cabezas y media. Se encontraba serio, tenía el ceño levemente fruncido y se concentraba en apoyar el pie herido de manera correcta. No pude evitar el preguntarme porque al final él encajaba tan bien conmigo, por qué solo terminaba por abrirse conmigo y como le pillaba mirando la puerta esperando que entrase por ella.
Vi como echaba un leve vistazo de soslayo pillándome de lleno, aparté mi vista lentamente de él dándole a entender que no me importaba que me hubiera visto, cerré los ojos y aspiré lentamente el aire puro y salado del lugar. Decían que no había nada como el mar para que cualquier tipo de mal sanara, no sabía si era cierto, pero desde luego que ayudaba.
Solté mi cabello y mis rizos rojizos bailaron al son de cada soplo caprichoso del viento, como si fuera un huracán de fuego a mi alrededor, noté como con suavidad cogió un mechón de pelo y lo metió tras mi oreja, me atreví a volver a mirarle y de repente me sentí pequeña bajo esos dos pozos negros, más de lo que ya era de por sí.
- Un mundo por lo que piensas. – Murmuró.
- ¿Por qué siempre me buscas? – rebatí mucho antes de siquiera poder pensarlo dos veces.
- Hay algo en ti que me llama, no sé si es esa fiera que escondes dentro de ti o la dulzura que tanto te esfuerzas que siga latiendo en ti.
- Dijiste que me enseñarías a rastrear. – Traté de cambiar de tema con velocidad, apartó su mirada de mí y suspiró por las napias.
- Y lo mantengo, tengo mucho que enseñarte... Sobre todo, ahora que al lunático de Roderic se le ha ocurrido esa gilipollez de la tregua con los Radicales.
- ¿No estás de acuerdo con ello? – Arqueé una ceja en su dirección con curiosidad, aunque me veía venir su respuesta con antelación.
- Ni de coña – bufó – Me parece ridículo que a estas alturas intentemos razonar con esos asesinos, esos tarados, esos... - apretó los dientes con fuerza y se apartó de mí con ayuda de la muleta. – Tienes que aprender a sobrevivir fuera de aquí – habló tras unos segundos en los que lo único que se escuchó fue la marea y las risas de los niños mientras jugaban – Esta tontería de la ''paz'' no va a durar demasiado y tenemos que estar listos.
- ¿Para contraatacar? – alcé una ceja y vi cómo negó riéndose entre dientes.
- Para ser los primeros en salir de aquí en cuanto la cosa se ponga fea.
Iba a contestarle cuando la sirena de la entrada atrajo la atención de todos, mi boca se cerró de golpe al igual que la mano de Dakota sobre mi brazo para acercarme más a él. Los niños se fueron corriendo en dirección a sus madres en completo silencio, mi corazón comenzó a saltarse los latidos de dos en dos y el sudor se alojó en mi nuca a pesar de que no era época de calor.
- Tenemos que ir a ver qué es lo que pasa – Adelanté un paso, pero volví atrás por un seco tirón de Dakota quien me miraba como un lobo.
- A mí me da mala espina. – habló con voz ronca.
- ¿Y no será mejor estar prevenidos sabiendo que es lo que pasa? – objeté encarándole.
Estuvimos enfrentándonos con la mirada unos segundos hasta que con un gruñido me soltó dando un seco asentimiento en dirección a la entrada, le ayudé a caminar hasta allí pues todavía no podía caminar bien él sólo y se cansaba.
Cuando conseguimos llegar al camino de tierra que nos guiaba hacia los edificios principales el silencio era sepulcral, tan sólo se escuchaban un par de voces charlando en la lejanía, nos fuimos abriendo paso entre la multitud que parecía estar petrificada, para cuando alcanzamos a estar en primera fila pude sentir a Dakota tensarse como un palo a mi lado y apretujarme con fuerza contra su cuerpo, creo que lo que intentaba era hacerme desaparecer de allí, sacarme de la vista de aquel grupo que acababa de entrar.
Como ya había mencionado, no estábamos en la época calurosa y aunque el día de hoy la temperatura era agradable, no lo era tanto como para ir sin camisa como lo hacían nuestros invitados. Iban cubiertos de pies a cabeza de cicatrices y con cabellos largos y trenzados en su mayoría, todos ellos destilaban un aura de peligro y locura que ponía los pelos de punta, la expresión facial que portaban todos y cada uno de ellos era una mezcla entre burla y superioridad. Pero cuando llegué a posar la vista en Roderic fue que entendí el mutismo. Allí junto con nuestro líder de campamento no estaba nada más y nada menos que Salvador, cabecilla de los Radicales.
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Furia.
Science FictionSolo los que han caído a ese abismo saben de lo que hablo, saben lo que es que te duela como si fuera una antigua lesión que no se ha curado correctamente. Cicatrizas y sigues adelante, más fuerte, más astuto que antes, pero con más cautela, con más...