Capítulo 1.

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Llevaba trabajando en aquella improvisada enfermería apenas unos seis meses después de la caída del campamento de Cúatin y lo cierto es que no lo echaba de menos pues nos tenían sometidos a todos a un estricto y duro trabajo que apenas daba para dormir tres horas. Me iba moviendo veloz y con facilidad entre los camastros comprobando el estado de los heridos durante la batalla que se desató en dicha caída. Fue una historia larga y personal entre unos y otros miembros de ambos campamentos, unos con razones más nobles que las de los otros, pero sin mucha más historia.

- ¡Bella! – mi nombré sonó en la misma entrada de dicha enfermería.

Mis ojos se movieron en dicha dirección encontrando a mi compañera de trabajo Mafi, traía con ayuda de Roderic, el líder del campamento, a un tipo enorme lleno de tatuajes con una chupa vaquera, este se encontraba balbuceando algo por lo bajo. Terminé de dejar el instrumental en una de las mesas y me apresuré a dirigirme hasta ellos.

- Asegura la cama- me pidió Roderic mientras intentaban tumbarlo, así obedecí y en cuanto lo tumbaron y su cabeza quedó a la altura de la mía, pude comprobar sin ningún problema que se encontraba delirando por la fiebre.

Instantáneamente di un salto atrás y me cubrí la boca y nariz con la manga de mi sudadera, Mafi me miró con comprensión y alzó las manos tratando de calmarme, Roderic sin embargo, me miró como si me hubiera salido un tercer ojo en mitad de la frente.

- Bella, tranquila. - Habló la mujer de nacionalidad ecuatoriana. - No es lo que crees, ha sufrido una infección muy severa por una herida, no tiene nada que ver.

Los ojos de Roderic entonces se iluminaron en entendimiento y creo que, sin pensarlo, dio un paso atrás y desvió un poco su rostro del hombre postrado.

- ¿Cómo estás tan segura? - inquirí.

- Yo misma le he examinado. – La miré, la miré... y tan sólo encontré sinceridad resbalando por sus facciones – Necesito que me traigas antibióticos, suero, aguja e hilo y vendas.

Fue como si saliera de un trance en el que me había sumergido sin buscarlo, di media vuelta y casi corrí en busca del instrumental.

- Mierda... - La oí murmurar, desde mi posición pude ver su semblante preocupado y tan sólo atiné a fruncir el ceño- Roderic, tienes que salir de aquí, ahora. – Su voz era calma pero llena de autoridad, se encaminó hasta mi posición haciéndome una seña y al mismo tiempo que nuestro líder salía ella se ponía guantes de látex- Está peor de lo que creía, le he retirado los puntos.

- ¿Y? – la insté a continuar viendo que se había quedado muda.

- Hay que removerle el tejido muerto.

- Pero habrá que sedarle. – Mi boca se secó y moví mi vista hacia aquel hombre que apenas cabía en el camastro de lo grande que era.

- No queda anestesia. – Me comunicó en un susurro cuando volvimos junto al tipo.

- Será una broma de muy mal gusto, ¿verdad? – Amagué una sonrisa que se extinguió cuando vi que negaba una sola vez, iba a ser imposible inmovilizar a aquel gigante.

- Habrá que apañarnos como sea.

- Mafi, una cosa es apañar una solución salina y otra esto, - siseé – está febril y el dolor lo va a notar mil y una veces más.

- ¡Ya lo sé! – Bramó y yo callé al ver como se llevaba durante un segundo las manos a la cara con angustia, su firme pulso de médico parecía fallarle pues le temblaban a morir las manos. – Pero no queda otra, no podemos dejarlo morir. Hey, Dakota.

El grandullón se removió y abrió levemente los ojos.

- ¿Dakota? – murmuré confusa llamando su atención, sus ojos oscuros y vidriosos dieron con los míos, no aparté la mirada pues vi como sigilosa como un gato Mafi se puso manos a la obra. - ¿Eso no es nombre de chica? – Intenté bromear, y surtió efecto pues un gorgojo salió de su garganta y sus comisuras se curvaron levemente.

- Suelen decírmelo mucho. – Casi no alcancé a escuchar su susurro.

- Necesitamos que te intentes quedar quieto lo máximo que puedas, sé que va a doler y va a ser complicado, pero tienes que intentarlo. – Habló Mafi a sus pies, fue entonces cuando vi la fea herida que tenía en el zurdo, salía pus a montones y un feo olor me llegaba desde mi posición a la altura de su torso.

- Lo intentaré. – Asintió y volvió a mirarme, en silencio, intenso.

- Bella, necesito que vayas pasándome las cosas.

Comencé a ayudar a Mafi, quien con una delicadeza envidiable comenzó a limpiar el enorme saco de pus que tenía, mientras trabajaba con ella podía notar la mirada de aquel hombre clavada en mi nuca. Cuando llegó la hora de quitar el tejido que se había muerto no pude hacer otra cosa que rezar a algo en lo que no creía y apretar las muelas. Fue inevitable que aquel grandullón estallase en dolor entre gritos, había aguantado como una piedra la limpieza y tan sólo le vi agarrar en un puño la tela de su cazadora.

- ¡Bella, bloquéalo! – ordenó ella, - ¡se está empeorando la herida, si no para quieto puedo destrozarle la pierna!

- Dakota, - traté de hablarle intentando sujetar sus manos a la altura de sus ojos, - tienes que calmarte, mírame. – Pedí, pero él se sacudió mi agarre como si fuera una muñeca de tela y caí sobre su pecho. Gruñí y volví a intentarlo- ¡Mírame! – Entonces si conseguí su atención, respiraba agitado y apretaba los dientes con fuerza. Su ceño fruncido hacia que sus ojos fueran si cabía más oscuro. – Necesito que te quedes quieto unos segundos, es lo que tardará Mafi en eliminar la parte infectada, va a doler, pero tienes que centrarte en otra cosa.

Mientras le hablaba, Mafi había proseguido con el corte y Dakota apretó mis brazos con fuerza intentando aguantarlo. Yo al mismo tiempo mordí mi labio inferior tratando de resistir el dolor que aquello me producía pues, aquel pobre hombre necesitaba aflojar de alguna manera. De un momento a otro, dejo de apretar y sus ojos se cerraron mientras gotas de sudor resbalaban de su frente, al haber perdido el conocimiento yo pude deslizarme hasta la pierna herida y pude ayudar a la mujer a terminar de curarlo. Tras aquello le administramos antibióticos por vía intravenosa y nos centramos en tratar de bajarle la fiebre.

Tras largas horas en la enfermería, tratando y limpiando volví a la choza que se me había asignado. Cerré la puerta a mis espaldas y dejé una hilera de ropa a mi paso en dirección del baño. Rellené la bañera con agua fría puesto que no disponíamos de caliente, pero aquello era mejor que nada. Me metí y comencé a rascar la suciedad de mi piel y cabello, repasé con suavidad las marcas oscuras que habían dejado los dedos de aquel hombre en mis brazos, el frio contacto del líquido daba dentelladas contra mi piel desnuda, pero por cosas peores había pasado mi cuerpo durante aquellos años...

El agua en seguida cambio de color mientras me sumergía más y más en los recuerdos y cuando menos lo esperé algo tibio resbaló por mi mejilla, mi respiración se entrecortó y rompí a llorar. Me abracé a mí misma en un intento desesperado por mantenerme de una pieza, pero de poco sirvió porque el pasado comenzó a alcanzarme nuevamente.

Nuevamente comencé a notar aquel temor tan conocido... pero ya no era tan intenso, o al menos no tan intenso como antes, no tanto como debería serlo. Cada vez era más complicado encontrar una motivación para despertar al día siguiente, planteándome cada mañana si de verdad merecía la pena. Las cosas seguían doliendo, otras no tanto, ya no pedía ayuda y me hundía yo sola en este mar de angustia. Nada sentía aparte de una profunda frustración y vacío, pues nada importaba y nadie importaba, al menos ya no, pues nada quedaba de aquel mundo de antaño repleto de comodidades y a medio destruir, sólo quedaban estragos como muestra de que aquel caos menospreciado existió en algún momento: Edificios convertidos en escombros, coches en metal fundido, explosiones por todas partes y risas escalofriantes por sobre los gritos aterrorizados de la gente.

Seguir recordando era... cruel, y con total seguridad sabía que aquello estaba destruyéndome... Pero no podía evitar sentirme tan perdida y rota, con pensamientos tan incoherentes como crudos, tan confusa... Pero ahora no había tiempo para ocuparse por sanar el alma, pues nadie estaba a salvo en este nuevo mundo, uno sin reglas o confianza, en aquel en el que tan sólo el más fuerte sobrevivía. Tan sólo viviría aquel que tuviera más ganas de vivir que ningún otro.

Furia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora