{ᦈ} 𝕌𝕟𝕠 :

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La insistencia de su adorada hija por ir a la cafetería con una florería por dentro, de aquella zona, cerca de la escuela a la que acudía, le ganó un día al que decidió caminar por la vereda. No tomo ningún vehículo. El lugar quedaba a tres cuadras de la escuela, su pintoresca y florida fachada le daba un aire distintivo. Por las común que visita, remozada. Al pasar por la puerta, pudo apreciar los cuadros de madera y sus magníficas pinturas de impresionismo. Por un segundo, se preguntó cuánto valdría una taza de café en el sitio. Puesto que su interior es muy acogedor, refinado y los muebles se ven finos.


—Ven, papá, no te quedes observando los cuadros de las pinturas. —refunfuña su hija, jalando su brazo para que camine. —No solamente esto te va a gustar, el dueño del lugar siempre que te atiende parece soltar sus feromonas. —dice, con media sonrisa surcando sus labios embellecidos de un rosa muy suave.


—¿Cómo sabes tú de eso? —pregunta Apo, tiene entendido que su hija no se desvía para ir a beber una taza de café a una cafetería, que no solo es eso, todavía tiene una florería a un flanco de la caja de los cafés y los deliciosos postres a la vista.


—Eh. —Waan se da la vuelta a su papá, que enarca una ceja. Esperando su respuesta. —Bueno, no puedo mentirte. A finales de exámenes una de mis compañeras nos invitó a comer aquí, ya que era su cumpleaños. Si no mal recuerdo, te pedí permiso, y me dijiste que sí. Incluso te hice videollamada. ¿Ahora, sí?


Nattawin frunce el ceño sutilmente. Cada vez que Waan sale con sus amistades, tiene el hábito de hacerle una llamada, mandar fotos o vídeos de lo que está comiendo o lo que está haciendo. Es una forma de decirle que no se preocupe en demasía. O que su mente no vuele más allá de escenarios trágicos, que le tenga confianza. Y claro que se la tiene, porque desde que era un bebé, nunca le encubre nada. Aun cuando una vez ella llegó a él y le dijo: «Papi, tía me dijo que no te dijera a ti, que me dio cinco dólares americanos. Que fuera nuestro secreto. Y, aunque le dije sí, no te diría. Hemos hecho una promesa con el dedito meñique, de no ocultar lo que nos dicen los adultos.» Tenía seis años cuando lo expuso. Con una expresión de seriedad para su corta edad, y tendiéndole el billete de cinco dólares, para que se los guardará en la caja dorada de ahorros, esa que tenía escondida en el armario de su habitación.


—¿De aquí era el vaso que dijiste que querías llevártelo? —evoca de la nada, acercando su mano en torno a su boca, bajando el tono de su voz. Waan agranda los ojos, asintiendo sin vergüenza. —Que niña. —le regaña.


—Igual, no lo hice. —contesta la adolescente, encogiendo los hombros y caminando hacia la caja, con el brazo encorvado en el de su papá, que mueve la cabeza en desaprobación por su intento de robo. —¡Hola, buenas! —Waan toca el timbre al lado de la vitrina en el que se exhiben los deliciosos postres.


Oie, ya voy. —alguien responde, detrás de la pared que divide la cocina y la barra de pedidos.


—¿Siempre se llena aquí? Hoy parece un poco desierto. —articula Apo, sin dejar de darle un vistazo general al interior.


—Siempre se llena. —asiente Waan, esperando que sea el dueño quién salga a atenderlos. —Sobre todo, cuando son días festivos o alguien necesita un ramo de flores fresco que se venden aquí. El día que vine con mis compañeras, me enteré mucho de aquí.

Joli sourire. ᦗ ApoMile.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora