OWOZUVERSO (LA NOVELA DEFINITIVA)

HETTO

      Bienvenido a mi castillo. No esperes que la lógica cotidiana funcione aquí. Todo se fue por la ventana en algún momento después de la medianoche, tal vez antes. Mi reino no es de este mundo, ya ves. Está muy lejos de la realidad concreta y tangible. He tratado de identificar la forma en que la gente llega a él y estoy convencida de que tiene que ver con la luna. Algunos dicen que las caras de la luna pueden volverlos locos. Has escuchado las frases de "alunado" y "lunático". A mi modo de ver, la luz de la luna les da un permiso subliminal para revelar su verdadero yo.

Y así, cada vez que dejan que el viaje plateado los guíe hasta las puertas de este lugar, se sienten diferentes. Una vez que pasan la puerta, están listos para actuar.

Comienza la danza del horror y las maravillas.

El olor acre de pociones burbujeantes y llamas crepitantes llenó mis fosas nasales mientras caminaba apresuradamente por el concurrido mercado. Los vendedores gritaban desde todos lados, pregonando amuletos encantados, armas malditas y pociones de todos los colores. Mantuve la vista al frente, zigzagueando entre los puestos abarrotados. Éste no era lugar para un Detto. Aceleré el paso mientras me acercaba al boticario, mirando por encima del hombro para asegurarme de que no me seguían. Mi padre seguramente me broncearía la piel si supiera que estoy aquí, relacionándose con brujas y magos. Pero no tuve elección. El elixir que buscaba sólo podía encontrarse en este sórdido vientre de Quill.

Abrí la puerta de madera torcida y entré en la tienda con poca luz. Frascos con ojos de tritón, polvos de todos los colores y montones de tomos antiguos se alineaban en los estantes.

"Bueno, bueno", entonó una voz ronca. "¿Qué negocios tiene un tal Detto aquí?" Me di vuelta para encontrar a un anciano encorvado mirándome con un buen ojo. El boticario.

"He venido por un frasco de elixir sanguinum", le dije, sosteniendo su mirada.

Dejó escapar una carcajada.

"¿Y qué necesitaría un joven cazador con magia de sangre?"

Apreté los puños. Sabía muy bien para qué lo necesitaba. Pero no me atrevería a hablar en voz alta de las aflicciones de mi tía.

"Eso no es de tu incumbencia", espeté. "¿Me lo venderás o no?"

El boticario me tendió una mano nudosa. "Por el precio justo, venderé cualquier cosa. Incluso a un Detto".

Dudé, luego metí la mano en mi capa y saqué la bolsa de monedas de oro que había robado de los aposentos de mi padre. El pago fue elevado, pero valdría la pena si el elixir pudiera despertar a mi tía de su sueño antinatural. Le entregué la bolsa con el ceño fruncido. El boticario sonrió, dejando al descubierto una boca de dientes podridos, mientras pasaba las monedas en la palma de su mano.

"Es un placer hacer negocios con usted", dijo.

Cuando se giró para sacar un frasco de los estantes, la campana encima de la puerta tintineó violentamente. Me di vuelta una vez más para encontrar a mi padre asomando en la puerta, con su rostro rojo en fervor.

"¡Hetto Cynadel de Detto!" tronó. "¿Qué estás haciendo en este miserable lugar?"

Mi corazón cayó a mi estómago. Me habían pillado traicionando las costumbres de mi familia."Padre, puedo explicar-" comencé débilmente.Pero pasó a mi lado y agarró al boticario por la túnica.

"¿Le vendiste magia de sangre a mi hija? ¿A un Detto?"
El boticario farfulló impotente en su agarre.

La voz de mi padre estaba helada por la furia.
"Debería arrasar esta choza hasta los cimientos".

Soltó al anciano con un empujón y se volvió hacia mí.
"En cuanto a ti, niña, has deshonrado a nuestra familia este día. ¿Asociarte con nuestros enemigos ancestrales, los Claymore? ¿Magia de sangre?" Levanté la barbilla, negándome a acobardarme.
"Lo hice por tía Drusilla. Tenía que intentarlo-""¡Suficiente!" Me arrebató el frasco de las manos. "Tu necedad termina hoy. Cuando regresemos a casa, aceptarás tu castigo".