capítulo cinco

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Ciertamente la reflexión había sido larga, considerando los pros y en contra que significaban el llamar al número de la tarjeta y enfrentarse a lo desconocido y verdaderamente eran más desventajas que ventajas pero los sucesos de los últimos días no paraban de enlagunar su cabeza. Las medias lunas oscuras eran las únicas que adornaban su rostro, y vaya decoración más terrible, pues en los días que habían pasado el sueño no lo había visitado y sinceramente estaba tan cansado.

La tarjeta seguía girando en las manos de Yoongi, al igual que el anillo de los Jeon seguía en su dedo, no había tenido una intención real de quitárselo y por otra parte le gustaba, a pesar de que pertenecía a esa parte del pasado que seguía envuelta en la bruma, el anillo representaba las cosas bonitas que había vivido antes de la destrucción de la que fue víctima y era por eso que quería conservarlo, era como si con es acto preservara a todos a los que una vez quiso.

A pesar de todo, los sucesos que había vivido, lo dejaban helado y pensando si realmente los descubrimientos de su pasado eran una señal de lo que le estaba ocurriendo en el presente.

"Es alguien muy especial para él" era una de las frases que más lo volvían loco, ¿Quién era ese "él"? Y aún más importante ¿Qué quería de él? Que recordase no quedaba nadie de su manada, todos fueron carbonizados y los que se apegaban a la vida masacrados, el a duras penas pudo escapar y eso que aún lo acompañaban las cicatrices. Lentamente Yoongi se miró la piel entrecruzada del dorso de sus manos, donde perduraban las cicatrices de su intensa huida del fuego, sin embargo, rápidamente alejó esos pensamientos.

Si había una persona tan obsesionada con él debía ser por algo, aunque no descartaba a algún desquiciado con el que haya conectado en algún club, pero prefería pensar que había una razón para toda esta locura que había hecho paisaje en su vida en la última semana. Probablemente si llamada podrían darle alguna explicación a esta situación, o al menos eso le gustaba pensar, de todas maneras no se arriesgaría a llamar con su propio teléfono, en su propia casa, en vez de eso iría a llamar de un teléfono público muy, muy lejos de su residencia.

Los hombres que custodiaban su barrio se habían visto reducidos pero algunos permanecían haciendo rondas por algunas calles, eso sí, sin volver a entrar a los edificios, incluido el suyo. Lo que hacia que todo fuera un poco más pacífico para su asustado corazón, porque seriamente se preguntaba cómo es que a estas alturas no había sufrido de un infarto de la miscelánea de emociones que había recibido.

De igual manera continuo con su travesía por su edificio y por las calles aledañas a el, fijándose muy bien en que nadie lo persiguiera o que lo interceptara mientras caminaba. Obviamente tuvo que ocultar su cabello en un gorro que apenas podía contener la tremenda cantidad de cabello que tenía pero estaba siendo útil por el momento. Fue rápido y en menos de lo que pensó estuvo subiéndose a un autobús directo al otro lado de la ciudad, entre más lejos, mejor. Nunca se sabía si rastrearían su ubicación mediante el teléfono o con su dirección ip o algunas de esas cosas de internet que tan poco entendía. Nunca se era demasiado precavido.

La precaución, que rayaba con la paranoia, fueron unas de las principales marcas que le dejó la horrible experiencia en su antigua manada. Asegurarse de no ser perseguido y nunca entablar relaciones muy profundas con las personas que lo rodeaban fueron acompañantes de esa precaución que a veces le quitaba el sueño. Nadie que lo conociera luego del incidente sabia de donde venía, ni quienes eran sus padres o como había crecido, no, Yoongi se había encargado de crear una nueva imagen para los demás, una imagen limpia de todas las astillas que lo atormentaban, una imagen limpia de la culpa de cargar con las muertes de tantas personas, de sus padres y de dos clanes, era una culpa que tal vez fuera injustificada e incoherente pero que lo agobiaba al ser el único sobreviviente y no haber podido salvar a nadie mas que su propio culo miserable.

Mientras el vehículo se vaciaba paulatinamente, el solo pensaba en lo que diría y en lo que recibiría como respuesta. Había tantas posibilidades de ser engañado y estafado pero ya estaba en camino, no había vuelta atrás. Pensó que podría toparse con verdaderas parias que quieran destrozarlo completamente, pensó también en los métodos con los que pudieran manipularlo, sus pensamiento se volvieron tan tenebrosos que se olvidó del lugar en el que se encontraba, solo para convertirse en una bola de ansiedad andante.

—Joven, ¡ya hemos llegado a la parada!—anunció el conductor luego de un buen rato del tren de los malos pensamientos. Cuando se fijó en su alrededor se dio cuenta de lo solo que se encontraba.

—Se lo agradezco—contestó cortésmente antes de salir.

Estado en el exterior inició la búsqueda de un teléfono que pudiera usar para su misión, debido que desde donde estaba no veía ninguno. Los pasos se le hacían pesados y detalló en lo cansado que se sentía, sentía que si se quedaba quieto por un minuto se derrumbaría en el suelo como un castillo de naipes y la conclusión lo sorprendió enormemente, esta situación se le estaba yendo de las manos y su cuerpo se estaba resintiendo antes que su mente se diera por enterada.

Cuando finalmente halló un teléfono, las manos le temblaban y el sudor frio lo hacía secárselas contantemente. Realmente estaba ahí, al frente del teléfono a punto de llamar, llamar a quien fuera que estuviera orquestando este show de locos.

Sacó la tarjeta que tambaleaba en sus manos de lo temblorosas que estaban, trató de respirar regularmente antes de agarrar el teléfono que lo miraba desde hace quince minutos. El tono habitual del teléfono lo tenía volviéndose loco y todas esas emociones parecían asentarse en su estómago, haciendo que tuviera nauseas de la tensión. Presionó lentamente lo números que figuraban en la tarjeta, asegurándose que ninguno cayera en error, aunque parte de su mente deseaba que todo fuera un error.

Bip

Bip

Bip

Tres timbres y una voz de oyó.

—Buenos días, ¿con quién hablo?—la voz era masculina, tan suave como la miel que Yoongi sintió trastabillar sus pies al igual que sus palabras.

Después de unos segundos que se sintieron eternos habló.

— ¿Por qué me buscan?—soltó el aire que de alguna manera había estado conteniendo todo ese tiempo— ¿Qué es lo que quieren de mí?

Los minutos de silencio que precedieron a esas preguntas fueron tan eternos como sofocantes. Sabía que la otra persona no había colgado por su respiración, que aunque era leve, la podía oír. Y la espera hizo todo aun peor porque su mente utilizó toda esa pausa para llenarse de más miedo, más que el que ya había acumulado en estos días.

Yoongi sentía que su respiración lo estaba dejando y que las nauseas se estaban construyendo rápidamente en su sistema hasta convertirse en algo insoportable. No podía resistir más, colgaría y aunque le costara, se escondería hasta el final de sus días si era necesario.

Entonces respondieron.

— ¿Sol? ¿Eres tú realmente? Yoongi, ¿eres tú?

Y el mundo se enmudeció para el rubio.

la marca del dragón ; kookgiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora