[Loki& Tú] [Edición lenta]
Qué pasaría si después de prometerse amor por toda la eternidad Sir Thomas Sharpe y Edith Cushing se reencuentran en otro mundo. En otra realidad...
Todo era un caos con el incidente de Thanos, 5 años han pasado desde que...
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Capítulo 12 "¿Confiar en ti?"
La luz de la mañana que se colaba por la ventana hizo que despertara, fruncí el ceño al percatarme que está no era mi habitación.
¿Dónde demonios estaba?
Fue entonces cuando recordé lo que había pasado. Me había quedado dormida en la habitación de Loki.
¡Oh por los dioses!
Giré despacio mi cuerpo para ver a un lado mío, y ahí estaba él. Loki se encontraba dormido al otro extremo de la cama, estaba boca arriba y su respiración era lenta.
Me levanté con cuidado para salir lo más sigilosa que podía de ahí, pero por accidente mi pie se enredó con una sábana y para no caer y hacer ruido rápidamente me agarre de la mesita de noche, cuando mi cuerpo se estabilizó suspiré lentamente. Cerré los ojos un momento, al abrirlos note que el cajón se había abierto un poco, iba a cerrarlo pero note un mango de madera que se asomaba.
Miré de nuevo a Loki, notando que ni siquiera se había movido del lugar. Muerta de curiosidad regrese mi vista al cajón y termine de abrirlo.
Era un cuchillo y a un lado había un papel arrugado. Trague con fuerza y lleve una mano temblorosa hacia el papel, lo desdoble. El alma se me cayó a los pies al leerlo.
No podía ser posible…
Arrugue la nota con fuerza y sin pensarlo camine hacia el baño, agarre la daga incrustada en la puerta y la arranque con fuerza.
Loki me quería muerta para salvar se el pellejo de Lucille, pero no lo lograría sin antes haberlo matado yo a él.
El repentino crujido de la puerta hizo que Loki por fin despertara. Tal vez y solo tal vez disfrutaría arrancarle las entrañas con él consciente.
El azabache me miró confundido, tratando de enfocar su vista, luego miro mi mano con su daga.
–¿Qué haces?– preguntó extrañado incorporándose de la cama.
A pasos furiosos caminé hasta llegar a su lado, él retrocedió un poco, chocando con la cabecera. No tenía escapatoria. Con la mandíbula apretada le aventé la nota que encontré. Esta rebotó en su pecho y cayó sobre sus piernas, no tuvo que desdoblarla para saber que era. Puede ver fascinada como su rostro perdía el color.
–Puedo explicarlo– dijo rápidamente mirándome de nuevo, levantando las palmas de las manos, como si eso pudiera calmar mi furia.
–Me acusabas de haber entrado a su cabeza cuando tú me hechizaste para quedar inconsciente con la estúpida mentira de curar mi cuello– las palabras salieron arrastradas por la fuerza con la que apretaba los dientes.
–Te juro que no fue con esa intención– aseguró él con algo de nerviosismo.
–¿Cómo podría creerle al Dios del engaño?– escupí –Todo lo que sale de tu boca son puras mentiras.