CAPÍTULO OCHO

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Octubre X.

''El punto de inicio donde la cordura y el orgullo trasciende hasta cegar a alguien que en su momento no fue valorado. Arde, quema y duele, pero para él vale la pena cada maldito segundo con tal de saber que ha logrado corromper lo que pudo ser salvado desde un principio.''



Su mano derecha sostiene su distintivo café que suele beber cuando está a nada de perder la paciencia con lo que lo rodea, justo como ahora. Escucha detenidamente las palabras del hombre que tiene por paciente, que no hace nada más que soltar barbaridades e incoherencias tan absurdas que para un Doctor de su especialidad, es una total ofensa.

—Por ene-cima vez, señor Choi — Suelta con un tono de cansancio poco disimulado — Es imposible que alguien esté comiendo de su basura, el cuadro de estrés que tiene le está ocasionando alucinaciones erráticas. Le recomiendo descansar, una buena siesta le hará recomponer las horas o días que tiene sin dormir y trate de alimentarse correctamente.

Sonríe en automático, logrando que sus hoyuelos se marquen y sus ojos se achiquen aún si no se puede dar a notar a causa de los lentes. Trata de apaciguar el ambiente, o quizás con él mismo al no aguantar un segundo más sentado en aquel consultorio completamente blanco sin una pizca de vida por algún distintivo color llamativo.

Probablemente es por lo cual la mayoría de personas en un hospital psiquiátrico pierden totalmente la cordura, hasta al punto de que él mismo se quiera lanzar por su pequeña ventana en estos momentos.

Por otro lado el señor Choi suelta un bufido, rueda los ojos y se acerca al menor un tanto despacio mirando hacía sus costados tratando de hacer el menor ruido posible. 

—Yo lo vi, lo juro, y cuando se dio cuenta que lo vi se rio y volvió a caminar en cuatro patas ¿Por qué no me cree? — La frustración en sus palabras se hace notar.

La misma mierda todos los días, es agotador al grado de solo desear terminar la sesión  aún cuando está apenas llevaba quince minutos de haber empezado.
Eso es lo que termina por cansar al peli-blanco, quién solo ruega al universo para que su hora de almuerzo llegue y así deshacerse del hombre que tiene como paciente. 

Decir que está estresado es poco, está aburrido, desmotivado por todo lo que lo rodea, pues al tener una rutina por años solo lo ha hecho consumirse en una miseria. Una misera tan horrible que ni pensando en su gran sueldo logra motivarse una pizca. O quizás no es su jodida rutina lo que lo pone así, cabe la enorme posibilidad de que es por la ausencia de pacientes que verdaderamente valgan la pena.

—Él me miró, es decir ese perro me miró, se volvió a reír y siguió comiendo de mi basura, lo juro.

Los ojos de una total locura y confusión se instalan en los orbes del hombre quién solo parece tener histeria por no haber dormido como corresponde y no haber consumido sus pastillas diarias por lo que estaba medicado.

Y eso solo parece darle razón al profesional, quien mira al hombre tratando de no perder la paciencia.

—¿Ha estado tomando sus pastillas?

—¿Cuáles pastillas?

Y es imposible no ver el tic que tiene su ojo producto de la respuesta y a su casi nula existencia de paciencia.

—No se preocupe— Dice calmado como si una vena de su frente no estuviera a punto de sobresalir. — Pediré que muevan su caso a otro Doctor señor Choi, hoy ha sido nuestra última sesión juntos.

Y sin más, cierra el folder donde están los datos del hombre y se retira. Por otra parte al hombre parece no importarle, pues sigue con la confusión en su mirar y la paranoia en su existir. Sí, estaba mal renunciar al caso del señor Choi, pero el doctor Kim sabia que si hubiera seguido sentado en esa incomoda silla donde solo le aplanaba el trasero mientras escuchaba las estupideces de su paciente por no haber consumido sus pastillas diarias, jura que se hubiera ahorcado así mismo por la extrema aburridez que estaba sintiendo en ese momento.

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⏰ Última actualización: Sep 13 ⏰

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