I.

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Capitulo 1.

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Hiruzen quiso jalarse los pelos de la cabeza, o los que todavía tenía. La frustración es algo que le tomo su tiempo amaestrar, perfeccionando el ocultamiento de sus emociones, nunca llego a pensar que todo ese entrenamiento arduo seria en vano.

Su vieja calvicie esperándole destinos peores, consecuentemente por la figura de una diva de oro. Tuvo muchas opciones al momento que vio a la pequeña diva de Oro cuando crecía, pero ya entendía porque nadie podía controlarlo.

La irritación que le hacía agarrar a las personas a su alrededor, le hizo querer quebrar la conexión que ellos tenían para poder mandarlo a la mierda. No obstante, dentro de su propio corazón, no podía hacer tal cosa en contra del chico. Había criado al chico como si fuese su propio hijo, y no le decía de esa manera, por ocurrentes palabras de abuelo que los separaban.

Eso era él. Las demás personas a su alrededor no opinaban lo mismo. Entre amarlo como un hombre que sería imposible de volver a nacer en millones de años, a personas que no le daban la hora solo por la actitud tan despreocupada que se daba a conocer.

No era esa actitud la mejor manera de describirlo, pero tampoco es que él quería meterse en problemas más grandes explicando cosas que uno se podía dar cuenta al solo escucharlo.

Es como si la perfección te molestaba, y porque era tan perfecto, no podía encontrar algún problema en sus palabras malvadas.

"Viejo... si me haces hacer más trabajo de perros sucios, quemare todos tus órganos internos, solo para volver a reponerlos, y hacer el proceso una y otra vez."

Los reptiles de color rojo que son sus ojos; frialdad es lo que dejan expresar. Un argumento mental suyo siempre fue el hecho de que nunca encontró algún tipo de calidez en esos ojos, es como si los espíritus del clan Yuki de Kirigakure se encarnaran en esos ojos.

Cabellos tan claros y tan brillantes que parecían que lingotes derretidos de oro por el calor extremo, se movieron un poco por la brusquedad con la que se movió. El adorno que parece ser una gema preciosa de los colores morados, bajo en estos para dejarle en claro que incluso en las ropas más sencillas, lo de calidad siempre lo perseguía.

Alto. El más alto de toda la sala. Las sombras escondidas ni les llegaban a los tobillos a la altura que expresaba.

"Naruto... Comprende. Todos los equipos deben de pasar por misiones de rango D, es un sistema que se tiene que seguir. Velo como reglas establecidas.

El bufido, y la contracción en esa cara aristocrática le hizo sentirse pequeño debajo de esos ojos rojos. Esas puertas del alma tomaron su alma como manos que sabían diferenciar, y por los efímeros de vida, sintió que todo lo que vivió podía ser arrebatado en cualquier momento cuando él lo desease.

"Yo soy las reglas, viejo. ¿Quién te crees para decirme eso?"

Los etéreos ónix copularon contra los reptiles de rojo, cuando el pie de sandalias de tacones presionó su enojo en el suelo de madera. La fuerza hizo que se sintiese una pequeña turbulencia, tan diminuta que en realidad el narrador estaba exagerando incluyendo esta parte.

"¡NO! ¿¡Quién te crees tú!?"

Hiruzen no supo que pensar en estos momentos. Sus tres estudiantes que se convirtieron en leyendas, señores de la guerra que podían acabar con ejércitos enteros con sus conocimientos del combate, y sus experiencias al borde de la muerte, nunca habían sido tan "extravagantes" como pensaba que la nueva generación del Equipo 7 se daba.

Los ojos rojos del más alto miraron a los ónix, cualidades de cada uno que los hacia únicos en si se miraron. La presión incrementando cuando el aura de colores rojo con dorado empezó a salir en cascadas infinitas. La presión dando alertas a todos. La mano que se guardaba en sus túnicas de tela exquisitas, levanto un dedo para señalar.

Infinito OroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora