III

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Eran cerca de las doce de la noche cuando Albedo decidió que se debería ir de allí. Ante esa idea su mirada recayó en el chico de azules cabellos, que yacía medio dormido en la barra, después de haber bebido más copas de las que Albedo podía contar en aquel momento. Se levantó y movió el hombro de Kaeya, no obstante, este no hizo caso alguno a las leves sacudidas, tampoco entendía lo que Kreideprinz le estaba intentando decir. Albedo miró hacia el camarero, indicando con la mirada si podía hacer algo respecto al borracho joven, sin embargo, no obtuvo respuesta alguna que no fuera un gesto con los hombros, dando a entender que no tenía idea de que hacer. La mente de Albedo comenzó a vagar entre las múltiples opciones que tenía, entre las cuales se encontraba la de irse y dejar al muchacho a su suerte, pero el de celeste mirada siquiera le dió vueltas a esa alternativa.

Albedo y Rosaria atendían al mismo aula de arte, por lo que, como en cualquier clase, tenían un grupo por donde mandar mensajes. Kreideprinz se sentó de vuelta en la banqueta del bar y sacó su teléfono móvil, marcando el número de su compañera tras haberlo encontrado. Para su suerte la chica tenía una foto suya de foto de perfil. Después de varios pitidos la llamada fue cortada, no obstante, luego de un par de minutos Rosaria le marcó de vuelta.

—¿Si? —habló en un susurro.

—Soy Albedo —se presentó el chico y en cuanto se disponía a explicar la situación oyó suspirar a Rosaria con pesadez.

—No me digas que le ha pasado algo a Kaeya —Kreideprinz no pudo identificar si se estaba quejando, preocupando o burlándose de su amigo. Con un movimiento involuntario le dió una mirada a Kaeya en cuanto este fue nombrado, como si necesitara comprobar que, en efecto, no estaba precisamente en el mejor de sus momentos.

—Se encuentra bien —habló sin dejar de observar el dormido rostro del moreno chico —Pero no podrá conducir —concluyó la causa del problema.

—Este idiota —se oyó susurrar a Rosaria —No se que hacer; no puedo venir a por él —dijo de pronto —Si te sirve; tiene su coche, un Hyundai gris de los 2000 que seguro reconocerás en el aparcamiento —comenzó a darle información —Y las llaves suelen estar en su bolsillo del pantalon… Si quieres puedo mandarte la dirección de su casa, y ya después, él se las arreglará para recoger su coche mañana —le dió la opción que más razonable le parecía a Albedo.

—Un segundo —mientras hablaban Albedo había repasado el bar; desde antes había notado a la chica vestida de rosa, quien, en realidad, era una conocida suya. A su mente llegó una nueva idea, la que de inmediato tomó como la mejor elección —Lo llevaré a mi apartamento —dijo de pronto.

—¿Estás seguro? —se le oía sorprendida, sin embargo no parecía estar en contra de esa opción.

—A mi no me importa —comentó—. Aparte, a lo mejor tendrá problemas si llega a su casa borracho a la una de la noche —explicó—. En la mañana será más fácil inventarse algo —como si situaciones como estas eran lo que Albedo tenía todos los días, manejó los asuntos con una tranquilidad absoluta, aunque, al contrario que otros, él no había tomado una sola gota de alcohol.

—Gracias —suspiró aliviada—. Y oye, no creas que esto es algo normal —dijo—. Es la primera vez que pasa algo así —Albedo quisó creerle—. Pero de verdad gracias, si algo llamame o no se… —en algún punto la chica había comenzado a hablar un poco más alto, pero de un momento a otro volvió a susurrar.

—Está bien —la tranquilizó—. Te llamaré si algo —prometió y colgó la llamada, levantándose para volver a hacer el inutil intento de despertar al chico del oscuro parche.

Al no lograr su cometido, Albedo prosiguió a actuar de acuerdo a su idea. Se volvió para mirar al fondo del bar, en donde notó a la misma chica hablando con un joven. La adolescente, cuyo nombre era Lisa, se encontraba riendo falsamente, cosa que el hombre a su lado no lograba advertir y que por lo tanto creía que el comportamiento de la chica se debía a su gran ingenio y buen sentido del humor. Sin un atisbo de miedo o duda Albedo se acercó hacia ellos, disculpándose y diciendo que necesitaba hablar con la joven de castaño cabello, inventando alguna excusa que fue acogida de buena gana por aquel Don Juan.

Decisiones pasadas / Kaeya + Albedo / KaebedoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora