VII

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Habían pasado dos semanas desde que Albedo y Kaeya hicieran las paces, algo que le alegró a Rosaria, quien estuvo pendiente del estado de su compañero, ya que después de haberlo echado todo a perder había ido a desahogarse al bar, al solucionar todo había vuelto allí para celebrarlo y hoy, un sábado a las siete de la tarde, se encontraba en aquel ilegal lugar para pasarla bien con Rosaria y ponerse al tanto de todos los sucesos. Al fin y al cabo habían tenido exámenes esta semana, por lo que tuvieron menos oportunidad de hablar. El chico del bar, como de costumbre, no hacía otra cosa que mirar el teléfono aburrido, hablar con algún cliente demasiado social para el gusto de todos y hacer las bebidas que, a estas horas, no eran tantas.

-No te lo vas a creer -soltó Kaeya, con el éxtasis de ánimos que le invadía en aquel lugar, no solo por el vino, sino que por la atmósfera general.

-Espero que sí -con la copa en mano dijo Rosaria, luciendo de buen humor hoy. Sus padres se habían ido a una conferencia cristiana y la chica tenía el fin de semana libre. Vestía un mini vestido con botas de color negro, su corto cabello reluciendo y el maquillaje destacando sus frivolas facciones.

-Diluc quiere pedirle matrimonio a Jean cuando acaben el insti -comentó ante la sarcástica sonrisa de su amiga-. Tengo miedo de que me echen de su futura casa -dió una carcajada.

-¿No son muy jóvenes para eso? -hizo Rosaria la retórica pregunta, pero al instante cambió de opinión-. Aunque míranos... ¿No somos también muy jóvenes para esto? -Kaeya le guiñó un ojo e hizo otro sobro, habiendo terminado la primera copa de la tarde.

-Tal vez, tal vez... pero no quiero pensar sobre eso ahora -expusó algo más alto, ya que alguien había encendido música: algún hit de la radio.

-De hecho -comentó-, ¿Qué tan buena es tu relación con Diluc que te cuenta estas cosas? -Rosaria tenía en cuenta que la tensión entre ellos había disminuido con los años, sin embargo, en los últimos tiempos notó que su enemistad desapareció casi del completo.

-Albedo... resultó ser todo un psicólogo o yo que se... -gestionó con su mano-. Pero hemos estado hablando y bueno... me ayudó con ciertas cosas -sonrió mientras pedía otra copa-. Aparte, últimamente estoy de muy buen humor, así que las cosas son más fáciles ahora -resolvió la duda de Rosaria, quien se alegró por los avances de su mejor amigo en su vida personal.

Alberich no se daba cuenta, al menos no del todo, pero algo lo había estado incitando a mejorar su vida, a buscar soluciones a esos problemas que antes parecían no tener salida alguna. Rosaria era consciente de lo que era aquello, ya que ella misma había pasado por algo parecido tiempo atrás, y es que, cuando el desesperado deseo de vivir se mezcla con el enamoramiento adolescente, las cosas que pueden suceder, tanto para bien como para mal, son impredecibles.

Cuando la noche cayó y el reloj marcaba las diez con sus manecillas, Kaeya ya estaba acercándose a su casa: su cabeza le dolía y el manejo del coche resultó ser una actividad pesada y cansina, al fin y al cabo, nadie es capaz de controlar los efectos del alcohol, tampoco acostumbrarse a este. Se metió en la cama sin pensar en nada ni nadie, despertando a la mañana siguiente con migraña y debilidad en el cuerpo, aparte de llevar la ropa del día anterior, que no inspiraba frescura. Tras ducharse y completar todas las tareas necesarias, para verse al menos un poco presentable, se dirigió a la cocina. Eran pasadas las doce del mediodía, lo que significaba que Diluc ya había vuelto de la Iglesia y estaría rondando por algún lugar de la casa.

En realidad Kaeya no tenía nada en contra de la fe que había adoptado su hermano. Se había vuelto más tranquilo y tolerante hacia el mismo Alberich y, eso, había comenzado a dar sus frutos. Como, por ejemplo, menos peleas en la casa y más conversaciones que llevarían dos jóvenes maduros. Aunque, a veces, seguían discutiendo hasta casi agarrarse a puños, pero aquello eran casos muy específicos.

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⏰ Última actualización: Apr 20 ⏰

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Decisiones pasadas / Kaeya + Albedo / KaebedoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora