Al día siguiente, Klee no se detuvo para una pausa ni un solo segundo mientras contaba sus aventuras de ayer en la casa de Alberich. Respecto a eso, Albedo procuró escuchar, con toda su atención puesta en la felicidad de su hermana, no obstante, su mente, en contra de su voluntad, evocaba el silencio que se había generado al Kaeya descubrir la horrenda verdad sobre él. Hace tiempo que Albedo había asumido el hecho de que la sociedad estaría mal predispuesta hacia él por la razón de su estilo de vida, aunque injustamente, ya que ninguna de esas persona tendría una mínima idea del infierno que tuvo que pasar para llegar a tomar aquella medida tan desesperada. No obstante, observar a su hermana contar algo con emoción, le daba las fuerzas suficientes para ahogar todas las dudas y seguir con lo que hacía con tal de verla sonreír y saber que está segura, a su lado.Después de haber dejado a Klee en la escuela, Albedo se dirigió hacia su apartamento casi de manera automática, ignorando el hecho de que estaba planeando saltarse todo el día de instituto: de igual manera no tenía exámenes ahora y saltarse la clase de arte por una vez no sería gran suceso. En cuanto entró, colocó las llaves en la mesa, cosa que no solía hacer, ya que por lo general era muy ordenado, al menos en lo que se refería al orden en el apartamento (su habitación no contaba). Con los pasos lentos y sin muchas ganas se colocó en la cama de su habitación, habiendo agarrado su libreta de bocetos con anterioridad. Al principio los trazos esbozados fueron perezosos y sin mucha atención puesta en ellos, sin embargo, en cuanto giró la tercera hoja con un pensamiento concreto en la mente, su lápiz se movió con soltura y severidad, como un rayo que bien sabe a lo que está destinado.
El sentimiento de una tristeza y decepción indefinida lo había estado consumiendo desde ayer, intentando confundirlo aún más de lo que ya estaba. Ya de por sí, era extraño para él tener tantos esbozos de una persona en sus cuadernos, sobrepensar sus acciones en momentos determinados o evocar instantes concretos al lado de dicho sujeto. Albedo no era lento, al menos eso creía, por lo que se dió cuenta casi de inmediato lo que le pasaba, no obstante, se dedicaba a negar aquel hecho con todas sus fuerzas, ya que no podría traer nada bueno en su vida y, en efecto, no lo hizo. Comprendía a la perfección que el dolor sentido por el silencio de ayer se debía a que él, Albedo Kreideprinz, se había enamorado de la manera más imprudente.
Al terminar su boceto, Albedo fijó su vista en la hora; aún tenía tiempo de llegar a la clase de arte.
En el descanso principal entre las clases, que duraba media hora por lo general, en vez de quedarse a charlar con sus amigos, Kaeya se dedicó a buscar a Jean, teniendo en mente una idea aproximada de donde se encontraba. Había contado a Rosaria, en parte, lo que había sucedido ayer, recibiendo como respuesta una riña y palabras de aliento para remediar su error. Había estado meditando toda la noche anterior, intentando averiguar cuál era la razón detrás de su reacción tan inconveniente. Tal vez por la predisposición que le había inducido la sociedad acerca de las personas que trabajaban en un oficio como ese, puede que, porque su madre al igual había pasado por momentos difíciles pero consiguió tomar un camino menos destructor; no obstante, su madre había sido una persona mayor, el caso de Albedo era diferente. Cuanto más pensaba en todo eso Kaeya, más culpable se sentía y más contradicciones encontraba en su camino.
Al entrar en la clase en donde, se suponía, que debía de haber estado Jean, no la vió. Suspiró con cansancio y pensó en llamarle, sin embargo, después recordó sobre otro sitio donde podía encontrarse y se dirigió allí; a veces la chica ayudaba con los papeles en el consejo estudiantil. No obstante, al llegar allí tuvo la misma decepción de antes: Jean tampoco se hallaba en aquel lugar. Estando exhausto decidió escribirle, obteniendo la respuesta de que estaba en la clase a la que acudió con anterioridad.
—¿Se puede saber donde has estado? —le preguntó en cuanto puso un pie dentro del salón, mirando a Jean sentada escribiendo algo en su cuaderno.
—Lo siento, lo siento… Fui a buscar una cosa y después me paré para hacer otra y bueno… tal vez por eso no me encontraste —le dedicó una cálida sonrisa a Kaeya, de esas que solo saben esbozar personas como Jean: daba la sensación de que pocas cosas en este mundo podrían estropear su constante aura de benevolencia—. ¿De qué querías hablar? Te has tomado muchas molestias para venir a verme —declaró el obvio detalle.
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Decisiones pasadas / Kaeya + Albedo / Kaebedo
FanficKaeya Alberich y Diluc Rangvindr comparten un pasado que interfiere en su presente, la constante tensión que aparece cuando están juntos suele ser rota con comentarios desagradables que nunca dejarán sanar las heridas que fueron producidas en un pas...