Capítulo 4- Pitufifeliz.

3 0 0
                                    


Cassie.

Cada día me arrepentía más de haber ido a aquella fiesta.

¿Qué me pasaba por la cabeza?

La rabia que sentía por el hombre que me dio la bebida es impresionante, aunque la rabia que sentía hacia mí misma también lo era.

¿Cómo por qué tomaste de ese vaso?

Ni idea.

Guardo mis cosas con rapidez antes de que el timbre anuncie que las clases habían acabado.

—Quiero morirme en estos momentos, lo juro—se queja mi amiga.

—Lo superarás.

—¿Es qué quién me manda a mezclar ropa de color con ropa blanca en la lavadora?

Rio suavemente dándole un pequeño apretón a su hombro izquierdo.

—No lo sé, pero parecías distraída.

Hace una mueca para luego restarle importancia.

—En fin. Háblame del buenorro de Fournier.

—¿De Nathaniel? —frunzo el ceño.

—Anda, no me niegues que te cae bien.

—La verdad no me causa nada más que puro agradecimiento—cuelgo mi bolso en mi hombro derecho en cuanto escucho el timbre.

—Voy a suponer que te creo.

Ruedo los ojos para girarme hacia ella algo indignada.

—Hablo en serio.

—No puedo creérmelo, Cassie, el chico es muy buena persona.

—Bueno, vale, me cae bien.

Ella sonríe ampliamente para asentir varias veces.

—Así es como debe ser.

Reniego la cabeza con diversión.

Todo había pasado tan rápido que ni tiempo de pensar tuve. Un cuerpo pesado y algo grande choca conmigo causando una reacción por parte de mi cuerpo impulsándome hacia el piso.

—Ay—me quejo.

—Carajo, lo siento—una voz gruesa se disculpa conmigo.

Miro hacia el cuerpo pesado encontrándome con unos ojos azules algo hipnotizantes y un cabello rubio extremadamente cuidado, tanto así que parecía una nube hermosa de color amarillenta.

—Lo siento...—repite con vergüenza extendiendo su mano hacia mí.

—No es nada—tomo su mano ayudándome con ésta para levantarme.

—¿Estás bien? —su tono preocupado me saca de pensamientos intrusivos sobre el chico.

—Sí, estoy...estoy bien—asiento varias veces acomodando mi cabello.

—¿Segura? —baja un poco la cabeza para quedar más a la altura.

—Segurísima.

De pronto sonríe con alivio y asiente.

Noto como a mi lado un carraspeo resuena sin pudor.

Volteo a mirar a mi amiga quien me sonríe con pura picardía.

—Iré a buscar a....la profesora de historia del arte...¡nos vemos!

Reprimo una sonrisa al verla correr como si el diablo la persiguiera.

Mi último deseo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora