Capítulo 6- Si quieres te llamo pitufilisa.

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Nate.

Mirar a Cassie se había convertido en un hobby que a ser sincero no quería soltar.

Era tan pequeñita pero tan real al mismo tiempo que lograba encantarme.

Su cabello bien peinado y rubio caía delicadamente por sus hombros, mientras que sus ojos hermosos y verdes miraban todo lo que pasaba por la carretera. Era hermosa, no lo negaba.

Ser amigo de alguien como ella era algo bastante bueno y que agradecía un montón, sin embargo, estaba empezando a darme cuenta de cómo un montón de problemas empezaban a asecharme. Empezaba por mi corazón y terminaba en una pitufiparo cardiaco.

—¿A cuál iremos primero? —pregunta sonriéndole al paisaje.

—Al Marmottan monet museum—le respondo mirando hacia adelante.

—¿Tenemos tan siquiera las entradas? —pregunta riendo.

Las busco dentro de mis bolsillos sin dejar de mirar a la carretera y se las enseño.

—Las he pagado ayer...

—Dios, Nate, podría casarme contigo—sonríe ampliamente—, pero a la próxima, pago yo.

Trago grueso ante el primer comentario sintiendo como mis nervios explotaban sin cesar como unos crazy dips.

—De eso nada, si nos lo puedo permitir no hay necesidad de que lo hagas.

—Pero de vez en cuando me gustaría hacerlo, Gargamel.

—Bien, supongo que si me opongo me querrás asesinar con tus manos azules llenas de pitufienojo.

—¿Desde cuándo tú, Nathaniel Fournier, alias Gargamel, hace bromas sobre los pitufos?

—Desde que volví a verme todas las películas para poder descifrar el porque del apodo.

Su mirada reflejaba asombro puro, era algo que en ella me costaba presenciar, no solía ser una chica muy expresiva ante la sorpresa.

Creo que podía contar con los dedos de mis manos las veces que la he visto de esta manera, aunque claro, no es como si la hubiese visto tanto. Cassie llevaba poco tiempo en Francia, pero sentía como ya se había ganado mi respeto, admiración y total agrado.

La miro de reojo esperando alguna otra expresión, sin embargo, no encontré eso, sino una hermosa sonrisa.

—¿Por qué sonríes así? —le pregunto algo avergonzado.

—No lo sé, es que se me hace muy raro saber estos detalles sobre ti. ¿En serio te las has vuelto a ver?

—Si, bueno, llevaba un montón de tiempo sin verlas y me urgía entender porque me llamabas Gargamel.

—¿Es por eso que ahora me llamas Pitufina?

—Si, es por eso...

—Vale, pues me gusta el trasfondo.

Niego con la cabeza algo divertido por la situación.

Al divisar desde lo lejos el museo aparco el auto en algún lugar seguro y legal.

—Y...llegamos.

Me muestra con una sonrisa su cámara de polaroids y no puedo evitar una pequeña sonrisa ya que gracias a esa pequeña cámara la conozco.

—Vale, veo que estas más que lista para esto.

— Más que lista—sonríe feliz.

—Perfecto, andando.

Mi último deseo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora