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7: 15 a.m.
• L U C Y A •
Estaba tan cansada que no tenía ni ganas de ponerme la pijama, pero si quería dormir cómoda debía hacerlo.
Fufu ya estaba cambiado y desmaquillado, recostado en mi cama mirando el celular mientras yo me limpiaba la cara.
Era lo menos grave que habíamos hecho juntos, pero aún así dormir en la misma cama que él después de tanto tiempo me ponía nerviosa.
Inesperadamente, la química entre nosotros aún se conservaba.
- Recuerdas que ronco ¿no? - Exclamó desde la cama.
- Sí, y no me molesta - le respondí mientras me secaba la cara.
La fiesta fue grandiosa y se extendió hasta altas horas de la madrugada. Así que mientras la gente común ya comenzaba a despertarse, nosotros nos íbamos a dormir.
Había sido realmente genial el pequeño fiestón que nos montamos con tan pocas personas.
Todos se fueron a sus casas luego de bailar, tomar y hablar por horas. Por supuesto, hubo un momento en el que les prohibí beber porque luego debían conducir.
Las últimas en irse fueron Miko y Andy.
Me di cuenta de que en todas las fiestas que coincidimos Victoria y yo, sucedieron cosas que nos hicieron pasar un mal rato.
Honestamente, todo había salido bien, salvo por la pequeña tensión que se creó entre Miko y Fufu, como si les molestara la presencia del otro.
Si no fuera por eso, todo estaba perfecto... Aunque la presencia de Andy tampoco me hizo sentir bien. Quiero decir, ella es encantadora y muy bonita, pero había algo que no me gustaba y no sabía qué era.
En fin, como Fufu apenas llegaba y no lo veía desde hacía tiempo, lo invité a quedarse a dormir conmigo.
- ¿Vos te acordás de que soy bastante inquieta? - Le pregunté apoyándome en el marco de la puerta.
Dejó su celular a un costado y dejó caer su peso en sus codos para mirarme con más detenimiento. Observó mi holgada camisa negra para dormir y luego me sonrió de lado.
- Sí que me acuerdo - alcé una ceja y me acerqué a la cama.
Su tono sugerente me hacía recordar a Miko.
- No entres en confianza tan rápido - le indiqué amenazante, pero no me escuchó y tiró de mi mano para que caiga sentada sobre su vientre. Me miró desde abajo y colocó su brazo izquierdo bajo su cabeza mientras su mano derecha acariciaba mi pierna desnuda con cariño.
- Te extrañé mucho - confesó con voz ronca -. He estado pensando en ti el último mes.
Me puse nerviosa sin poder evitarlo. Saber que aún me tenía presente me animaba.
