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20:10 p.m.
• L U C Y A •
Yo creo que el pobre chófer de Eva se quería pegar un tiro.
Ya había tenido suficiente con soportar el probable parloteo de mi amiga, ahora debía aguantar los gritos, chillidos, cantos y bromas de tres pendejas bastante idiotas.
Pero nos era imposible no estar felices con todo lo que pasaba.
Cambiarnos en tan poco tiempo fue todo un reto. Cuando Lunay me invitó eran las 5 de la tarde, y el fiestón comenzaba a las 8. Asique bañarnos en una hora, más la indecisión sobre que ponernos, maquillarnos, peinarnos y todo lo demás, era un desafío repartirlo en 3 horas.
Sin embargo, nos alcanzó y nos sobró el tiempo, quedando hechas unas diosas las tres.
Al llegar al lugar, había gente por todas partes. La música estaba tan fuerte que se oía desde afuera.
Le agradecimos al chófer y descendimos del auto, como la típica escena en la que las chicas populares bajan para llamar la atención de todos.
Eso fue básicamente lo que pasó.
Comenzamos a caminar con despreocupación, siendo concientes de las miradas curiosas sobre nosotras.
Entramos al lugar y pasamos por un extenso control que obedecimos sin problemas.
Una chica muy bonita se nos acercó con una bandeja de tragos y nos ofreció uno a cada una, a lo que aceptamos y agarramos para luego seguir caminando.
Resulta que aquel lugar abismal era un club nocturno.
Entre toda esa gente logré distinguir a Lunay, quién al verme sonrió con entusiasmo.
- ¡Lucia! Que bueno que viniste - se me acercó y me saludó con dos besos en las mejillas.
- Gracias por invitarnos - le dije sonriendo y enredé mis brazos con los de mis amigas -. Ellas son mis mejores amigas, Alicia y Evangelina.
- Un gusto chicas - se fijó en Eva y me sonrió.
- Perdonáme capo, pero ella no está disponible - dije entre risas.
