Capítulo 27

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...Puede que sea tuyo mi corazón, no puedo dejar de querer, siento muy viva mi ilusión. Y mírame, dime que sientes lo mismo que yo, temo que los fantasmas de ayer aparezca' y se lleven mi voz. ¿Por qué to' los días lo mismo? ¿Por qué de mala manera? Acabas jugando conmigo como si juguete fuera, solo quiero que me quieras como yo te quiero, yo no quiero más, que me deje' acurrucarme contigo de madrugá'  Tú eres el motivo, tú la última pieza y si no es contigo ya no me interesa. Para mí eres la razón que da sentido a mi tristeza porque cuando tú me faltas, yo siento que me ahogo en ella...

🪐

— Que tonto —negué con la cabeza en cuanto vi a Misho camuflado entre los padres y madres que habían venido a por sus hijos al aeropuerto —. No hacía falta que vinieras —acorté la distancia y lo abracé.

Mihail me dio un beso corto en los labios y sonrió. Estuvimos una semana separados debido al viaje que habíamos programado desde el departamento de historia para los alumnos de bachillerato a Atenas. Finales de febrero, el tiempo por suerte se comportó y lejos de aquel frío atroz que tanto sufrimiento nos causó pudimos disfrutar de un clima bastante agradable.

— Me aburría demasiado —vaciló.

— Me imagino —rodé los ojos —. Tenemos que quedarnos hasta que esté cada alumno con sus padres —dije echando una ojeada rápida.

— No tengo prisa —se cruzó de brazos y me señaló unos asientos —. Te espero sentado, ¿vale?

— Perfecto —me quitó la maleta de las manos y se la llevó consigo.

Me acerqué a Olga, la otra profesora de historia del centro que me acompañó al viaje, y fuimos haciendo el recuento y apuntando que alumno había sido recogido. Por suerte no tardamos mucho, cerca de unos quince minutos. El viaje resultó ser todo un éxito, yo por suerte estaba bien del brazo, aunque me negué tuve que cogerme la baja un par de semanas.

En un principio decidí no ir al viaje, pero mis alumnos insistieron y no pude negarme. El susto que nos dimos Misho y yo fue terrible, aunque a mí me tocaba la peor parte, él sufrió muchísimo más que yo. Al final yo no me enteré, me desperté horas más tarde con el brazo escayolado y con un dolor espantoso por todo el cuerpo. Apenas podía moverme, sentía que un camión me había atropellado mínimo cuatro veces. Por suerte no fue nada grave y pude volver a casa. Fueron unas vacaciones de Navidad diferentes, pero que en su justa medida disfruté como las que más.

— Pues ya se han ido todos —suspiró Olga guardando la hoja con la lista de alumnos en la carpeta —. Nos vemos el lunes —sonreí y asentí con la cabeza.

— Que tengas un buen fin de semana —me despedí con dos besos y caminé en dirección hacia donde se encontraba el búlgaro.

— ¿Vamos? —me apoyé en su hombro mientras él guardaba el móvil en uno de los bolsillos de los pantalones.

— ¿Estás cansada? —me preguntó, dudé un poco, lo cierto es que sí estaba cansada, pero más que nada por el agotamiento del vuelo y la forma en la que tuvimos que agilizarlo todo en el último segundo antes de abandonar el hotel y poner rumbo al aeropuerto. Llegamos a una buena hora, las ocho de la tarde para mí fue la hora perfecta, ya era de noche, llevábamos justos para cenar, descansar un poco e irnos a dormir.

— Un poco —musité —. ¿Tienes algún plan? —supe leerlo entre líneas perfectamente.

— Puede... —dejó caer, esbocé una sonrisa.

Cúrame ▪︎ MISHO AMOLIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora