Capítulo 4

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...Me disgusta verte con otro, no seas injusta con nosotro'. Mamita, yo que quería romperte el toto, pero así en cambio me dejaste el cora roto...

🪐

- Bajo yo, dame la tarjeta -el búlgaro me miró fijamente, negué con la cabeza insistiendo en que prefería bajar yo a comprar los medicamentos -. Gala, no me hagas insistir.

- Mihail, por favor no quiero discutir por esta tontería -miré al frente, me crucé de brazos sintiendo mucha impotencia.

- Te he dicho que bajo yo -me quitó la tarjeta de las manos y salió del coche dirección a la farmacia.

Apoyé la cabeza en el respaldo del coche y suspiré al verlo entrar. Por suerte se trataba de un virus, nada grave, pero sabía que lo más probable fuera que lo hubiera pillado en clase. Esa misma semana hubo varios alumnos que faltaron y nos avisaron que había un virus que afectaba al aparato digestivo. Misho no tardó en salir, caminaba concentrado, mirando al suelo y preocupado. Agitaba la bolsa con desdén. Entró en el coche y me dejó la bolsa sobre el regazo.

- Gracias, luego te doy el dinero -dije mirándolo, él evitó el contacto visual.

- No hace falta -le restó importancia. Quise discutirle, pero presioné mis labios para no hablar -. Tienes la tarjeta dentro -me informó.

- Gracias, no tenías por qué.

Arrancó el coche y suspiré al sentirme ignorada. Me crucé de brazos y disfruté de las vistas mientras volvíamos a la urbanización. Con la tontería estuvimos más de dos horas en urgencias, en cuestión de dos horas más amanecería y con ello la rutina volvería a hacer estragos sobre mí. Mi móvil comenzó a sonar, estiré el brazo para agarrar el bolso y sacarlo. El nombre de Álvaro relució sobre la pantalla, vi como Misho con el rabillo del ojo miraba con atención. Silencié el móvil y le di la vuelta dejándolo sobre mis piernas. El búlgaro sonrió y por mucho que intentara que no me afectara, era prácticamente imposible no darle vueltas a la cabeza, sobre todo por culpa de aquella astuta sonrisa llena de satisfacción.

- ¿Pasa algo? -pregunté aclarándome la voz.

- Nada, solo que me ha extrañado que no le cojas el teléfono -se chupó los labios, yo me encogí de hombros.

- Son las cinco de la mañana, se supone que tendría que estar durmiendo. Siempre me llama cuando termina de trabajar, sobre todo cuando tiene guardia -comenté mirando por la ventanilla -. Él es así, siempre tengo el móvil en silencio por lo que no me entero.

- ¿En qué trabaja? -me preguntó por mera curiosidad.

- Es policía -me pellizqué el labio inferior levantándome la piel.

- No sé de qué me sorprendo -dijo con retintín, me retiró la mano de la boca -. Para de arrancarte la piel del labio, te vas a hacer sangre.

- Pareces mi madre -rodé los ojos.

- Miro por tu bien -dijo, reí con sarcasmo.

- Claro, miras por mi bien -asentí con la cabeza -. Ya podrías haber mirado antes.

- Gala.

- Déjalo, Mihail.

- ¿Por qué no vas con él a la boda? -paró en doble fila antes de meter el coche en el garaje.

- Porqué llevamos poco tiempo y nadie lo sabe. Ni siquiera mis amigas lo saben. Llevo cuatro meses con él, para mí es poco tiempo y tampoco quiero proclamar una relación a los cuatro vientos cuando todavía no sé si es lo que quiero -confesé -. Por favor, mete el coche en el garaje, no quiero hablar de esto, me muero de sueño.

Cúrame ▪︎ MISHO AMOLIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora