Cúrame ▪︎ MISHO AMOLI

Capítulo 25

...We're running in the moonlight, we're dancing in the open waves. You're hangin' for a good time, something that'll make you stay. And girl, you fall down again, you tell me you're all out again. We're running in the moonlight. Could you show me the way again?...

🪐

— No me puedo creer que hayamos aceptado pasar la Navidad con mi madre —comenté tras detener el coche delante de la que por mucho tiempo fue mi casa.

— No va a ser tan malo —percibí cierta burla en su tono de voz —. Además que nos lo ha pedido por activa y por pasiva.

— Sé que se merece pasar unas Navidades en familia, pero va a ser raro —puse el coche en marcha en cuanto la puerta se abrió.

Misho asintió con la cabeza mientras yo me concentraba para no darle a ninguna de las macetas que mi madre había puesto para delimitar el camino. Aceptamos pasar las vacaciones en Villarreal a los pocos días de llegar a Barcelona. Mi madre me lo propuso y a mí no me pareció mala idea, es más, por primera vez me gustó la idea. Pero claro, no solo dependía de mí. Ella insistió en que el búlgaro también viniera y aunque yo tenía la certeza de que él no iba a poner ninguna pega, la duda siempre estaba. Fui muy cautelosa y quizás manipulé un poco la situación para darle más dramatismo cuando fui a comentarle la propuesta de mi madre. Él no dudo, fue un "sí" rotundo y en ese mismo instante sentí un alivio tremendo. No sé porqué me costaba tanto preguntarle todo lo que para mí era importante.

Aparqué el coche lo más cerca de la casa, hacía un frío terrorífico. Por suerte no teníamos mucho equipaje que transportar. Una maleta y una mochila cada uno y mi bolso que según Misho era totalmente innecesario, pero siempre lo llevaba conmigo. Era grande y cabía de todo y sí, la mayoría de las cosas que llevaba dentro no las utilizaba, pero siempre me gustó ser muy precavida, sobre todo, fuera de casa. Mi madre tenía de todo, eso era un hecho, pero yo me quedaba más tranquila si llevaba mis cosas, más que nada por si acaso. Sumando las cosas de Biel, que por suerte era muchísimo menos que lo que llevábamos nosotros.

Biel salió del coche antes de que me diera tiempo a echar el freno de mano. Rodé los ojos y suspiré. Se llevó con él a Mierdón y a Chirimoya, reí negando con la cabeza, me iba a perder la cara de mi madre al ver a los perritos. Les tenía pánico, pero un pánico extremo. Mis hermanos siempre insistieron cuando éramos pequeños en tener un perrito, pero ella se negó y mira que por espacio no era porque en aquella finca había demasiado espacio para tener una mascota. Me bajé del coche y froté mis brazos sintiendo como el frío se calaba con fuerza.

Misho se encargó de entrar las maletas y yo cargué con ambas mochilas y el bolso. Mi hermano cogió su equipaje y aproveché para cerrar el coche. Entrar en aquella casa fue raro, la última vez que estuve fue cuando murió mi padre y Mihail estuvo conmigo, desde entonces no había pisado aquel suelo. Había estado un par de veces en Villarreal, pero nos quedamos en el piso del centro. Piso el cual mi madre estaba a punto de vender, ya nada la ataba a él y la idea de venderlo o alquilarlo fue cogiendo forma conforme el tiempo fue pasando. Ella se mudó definitivamente a la casa de campo, aunque estuviera alejada de todo, así lo prefirió.

— Hola, mami —sonreí dejando las mochilas en el suelo.

Le di dos besos y un pequeño abrazo. Misho hizo exactamente lo mismo que yo y aprecié la sonrisa que se dibujó en la cara de mi madre al mirar al búlgaro. Hasta el momento no me había dicho nada al respecto, pero yo sabía que le gustaba y mucho y se alegraba de que él fuera mi novio. Lo prejuzgó mal, al final nunca estuve con un chico así, aunque era mi prototipo, se alejaba mucho de los chicos con los que estuve en un pasado.