𝐕𝐈

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𝐂𝐚𝐣𝐚 𝐅𝐮𝐞𝐫𝐭𝐞

La irritación recorre todo mi cuerpo ante lo que estoy escuchando, y creo que es la primera vez que quiero golpear a alguien con tanta intensidad.

—¡¿Cómo esperabas que te reportara si mi maldito teléfono se averió!?

Y era cierto, lamentablemente tuve la difícil tarea de regresar a esa casa al día siguiente. Aunque el dispositivo estaba sumergido en agua, aún contenía información importante, así que tenía que recuperarlo. Aunque admito que una gran parte de mi motivo para ir era encontrarme con Cassie, Pero, lo único que encontré fue una puerta cerrada con llave y una soledad que no le deseo a nadie.

—Esto... Mira, esto ya es demasiado. Tienes que ser más precavida; el teléfono es lo que nos mantiene conectados, es lo único que tengo para asegurarme de que estés bien.

Estrello mi frente contra el cristal de la cabina telefónica pública. En aproximadamente tres días me entregarán el mío; parece que el daño fue grave. Le dije a Xavier que compremos otro, pero la realidad es que nos quedamos sin muchos fondos y el celular que eché a perder era de la gama más alta que existía hasta ahora.

—Solo son tres días, estaré bien. ¿Qué podría pasar?

—Esa no es una frase que se dice, trae mala suerte, mocosa. —Arrugo el entrecejo y empiezo a hacer caras imitándolo con toda la libertad del mundo porque sé que no me puede ver—. Deja de hacer caras, que te conozco.

—¡Bueno ya! —Sanjo la discusión—. Te estaré llamando después de clases. Ahora tengo que ir a las lecciones de boxeo. Recuerda seguir buscando información de Park y de la rubia que te dije.

—Cassie Willows, lo sé.

—Bien, adiós.

Cuelgo aquel pesado teléfono antes de que mi amigo decida darme otro sermón y salgo de aquella cabina. Por culpa del daño de mi dichoso teléfono, llego tarde a las clases con Hazel, así que debo apresurarme antes de que cumpla su promesa y me eche por irresponsable.

Me aferro a mi mochila y comienzo a caminar por aquel oscuro barrio que puede llegar a ser peligroso, pero vivo allí. No es tan malo; en realidad, hay mucha gente que se considera en el umbral de lo normal. Corro colina arriba para llegar al dichoso gimnasio que ya me está empezando a aburrir. Apenas cruzo las puertas, estando sudorosa y agotada, me golpea aquel extraño olor al cual no he llegado a acostumbrarme.

—Joven Jodie, qué bueno verte por aquí. —saluda Matt, que pasa a un lado de mí y simplemente se va, no sin antes decirme—. Hazel te espera en el octágono.

Bufo sin energías, porque primero aquel octágono fue mi iniciación por parte de Hazel esperando que me fuera, está más que viejo y duele cuando fallo mis golpes, y el baboso de Park me siempre me termina empujando hacia los laterales; dejándome con dolor de espalda.

Cruzo la jungla de máquinas de metal que está llena de hombres de apariencia intimidante, pero que después de estar frecuentando aquella semana, no me parecen la gran cosa. Eso sí, no dejan de apestar. Apenas distingo el octágono que es lo que mas esta alejado de las maquinas y casi siempre esta solo, iluminado por la pequeña farola que a duras penas da algo de luz, distingo la silueta de mi dolor de cabeza. Está golpeando uno de esos sacos y, como no, está todo empapado de sudor; es algo asqueroso ver cómo esas gotas se deslizan por sus bíceps.

Aunque, que bíceps. ¿Es legal tener brazos a si a sus cortos diecinueve años?

—Llegué. —anuncio algo cohibida. La última vez que lo vi fue cuando me descubrió escuchando a escondidas y luego ese extraño encuentro en la fiesta del ayer. Hoy es lunes y ha faltado a clases nuevamente.

Verdad DoradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora